Componentes de la acción moral
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Los elementos de la acción
Es conveniente caer en la cuenta a la hora de estudiar la acción humana, que en toda acción podemos distinguir una mínima estructura de elementos que se repite siempre. Su análisis será la preparación idónea para iniciarnos en la lógica de la acción y su valoración ética. Estos son los siete elementos que consideraremos: La deliberación, intención, fin, medio, elección, objeto, consecuencias (u efectos)
Por deliberación entendemos aquí el momento de reflexión y conocimiento libre orientado a la acción, sin el cual no hay acción plenamente humana/responsable. Este momento no tiene por qué ser consciente y explícito en sentido riguroso, ni tampoco ha de mediar un tiempo significativo entre este momento y el inicio del movimiento de la acción propiamente dicha. Proponemos a la deliberación como aquel elemento de conocimiento necesario para que el acto sea voluntario. Constituye un uso práctico de la razón, y por tanto puede ser implícito y casi automático, pero no por ello no existir. Es el momento del saber qué hacer que es capaz de decidir qué hacer.
Por intención entendemos el acto de la voluntad que mueve al hombre a conseguir, por medio de acciones subsiguientes, un determinado fin.
Es el alma de la acción humana.
El fin es el para qué ulterior de la acción, aquello en vista de lo cual se quiere actuar.
Los medios (en sentido moral) son las acciones concretas que se eligen en orden a conseguir el fin pretendido.
El objeto de la acción es el fin próximo de una elección deliberada que determina y especifica el acto del querer de la persona que actúa. El objeto del acto del querer es siempre un comportamiento elegido libremente y que se describe mediante una intención.
(Ejemplo
levantar un brazo como acción humana incluye el querer levantarlo, lógicamente, pero hace falta todavía saber qué se está haciendo con ello, que en el caso de las acciones humanas es siempre un “para qué”, es decir, la descripción bajo la que elegimos el obrar físico concreto y que constituye el contenido intencional.
Por esta razón, estar en la cama como tal no puede ser el objeto de ninguna acción humana propiamente dicha, no hay un por qué elegirlo. Si lo elegimos es porque elegimos “descansar”, o “haraganear”, o “hacer yoga”, etc. El para qué básico de una acción, la acción intencional básica que la describe, es el objeto de la acción en sentido propio.)
Como vemos, describir lo que se hace desde el punto de vista humano, no puede ser una mera descripción de hechos o sucesos (levantar un brazo, por ejemplo
), sino que hace falta hablar de un contenido intencional
Comparemos ahora el fin y el objeto moral de la acción: El fin y el objeto moral son determinantes del acto de la voluntad que permiten conocerlo, que posibilitan saber qué se quiere. Pero el fin y el objeto moral no son actos de la voluntad. El fin es a la intención lo que el objeto es a la elección concreta.
Todavía hay algo relevante en toda acción: los efectos o consecuencias de la acción, que no forman parte de la intención ni de las elecciones concretas, pues de lo contrario serían fin u objetos morales (algo querido). Estos efectos o consecuencias son previsibles muchas veces y tienen relevancia moral, sobre todo cuando entrañan un mal que se tolera.
Podemos apreciar que las acciones humanas no son átomos sueltos sino que se encadenan unas a otras mediante estructuras de fines y medios.
Los fines pueden ser queridos por sí mismos, de modo último, o con vistas a otros fines ulteriores. Si esto es realmente así cabe preguntarse si los fines últimos son elegidos por el sujeto de un modo enteramente libre y subjetivo, o si existe alguna guía objetiva que permita reconocer unos fines dados en la misma naturaleza del sujeto. Y ligada a esta pregunta si no habrá un fin por el cual se quiere todo en el fondo, un fin auténticamente último y único, o si será diverso y plural.