Claves de 'Poema en línea recta': La Condición Humana y el Nihilismo de Álvaro de Campos

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Interpretación de 'Poema en línea recta': Un Viaje por la Miseria Humana

La Angustia Existencial y la Bajeza del Ser

En esta ocasión, el tema del Poema en línea recta es la condición humana. El autor se nos muestra angustiado y totalmente dominado por un nihilismo exasperante que le impide sentir la más mínima autoestima y, a la vez, el más mínimo respeto por los demás. Se presenta como un ser despreciable en las veintisiete atribuciones que merecen tal calificativo, en las que la palabra vil se repite hasta cinco veces, frente a otras como campeones, príncipe o semidioses, atribuidas a los demás. El recorrido por la bajeza, la indignidad y la ruindad compone el campo asociativo que predomina sobre cualquier otro. Y, aunque parece que se lo atribuye solamente a sí mismo, pues así lo hace explícitamente, lo hace extensivo a todos los demás debido a la ironía con la que los “alaba”, de modo que, al final, entre tanta mezquindad, nos va a dejar al menos el poso de una indignación sincera.

Recursos Retóricos para una Autocrítica Feroz

En los dos primeros versos, habla de ellos utilizando una doble antítesis para caracterizarlos (nadie frente a todos mis conocidos y llevarse una paliza frente a ser campeón). A continuación, en una retahíla de palabras demoledoras sobre la condición del individuo, enfatiza la presencia del yo con frecuentes anáforas, seguidas a su vez de proposiciones subordinadas adjetivas explicativas que componen estructuras paralelísticas. Con ellas, es como si quisiera reforzar en esta segunda parte la nauseabunda y obsesiva sensación de malestar que le embarga por sentirse tan miserable frente a todo el mundo e incapaz de estar a su altura. Calificativos como despreciable, puerco, vil, parásito o sucio, y expresiones como «he enrollado los pies públicamente en la alfombra de las ceremonias» —que parece referirse metonímicamente a haberse vendido al qué dirán— o «haberse agachado fuera del alcance de la bofetada» —que del mismo modo indica cobardía—, lo dejan al margen del resto de la gente («no tengo par en esto»).

La Crítica Irónica a la Hipocresía Social

Posteriormente, en una tercera parte, vuelve a hablar de los demás, como no queriendo salir de la espiral de degradación en la que se está metiendo él mismo, y los tilda metafórica e hiperbólicamente de príncipes o semidioses, con lo que los lectores certificamos definitivamente el sarcasmo (no va a tener piedad con ellos). En realidad, no son sino unos hipócritas: las infamias las disfrazan de pecados y la cobardía de violencia, otras dos parejas en antítesis con las que denuncia la incapacidad de los otros para reconocer su propia abyección. Les interpela y plantea preguntas retóricas al vacío que nadie responderá: ¿es que no va a haber nadie por ahí fuera que reconozca sus miserias? A continuación, en un solo verso que puede constituir a su vez una sola parte, vuelve a motejarse a sí mismo de vil y erróneo con una pregunta retórica que agranda su aislamiento. Sus palabras van a quedar suspendidas en el vacío más absoluto; nadie será capaz de responderlas.

La Burla de la Virilidad y el Eco Shakesperiano

Seguidamente, en otros dos versos, se burla de nuevo de ellos y, en esta ocasión, claramente de los hombres, incapaces de reconocer haber hecho el ridículo frente a las mujeres por las que han sido rechazados. Recurriendo a la figura de la lítote, afirma que nunca son ridículos. Curioso atributo este en un momento tan dramático. Evocar esa actitud viril tan tópica de depositar toda la autoestima en el juego de las relaciones de pareja le parece estúpido, al mismo tiempo que, como sabemos actualmente debido a la violencia contra las mujeres, constituye un trágico problema. Al decir las cosas así, nos recuerda a esa actitud shakesperiana de presentar indirectamente las ideas, pero sobre todo nos lo trae a la memoria por esa manera de cambiar completamente de registro, saltando al plano cómico en un instante tan serio. Así que ya estamos listos para comprender bien los cuatro versos de la última parte en los que aparece machaconamente la palabra vil. Tanto yo apaleado y maltrecho, ¿no serán esas las palabras del pobre bufón, que se flagela a sí mismo para burlarse de los demás? ¿No estamos oyendo aquí al desgraciado Hamlet evocando al pobre...?

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