Ciudades Helenísticas: Urbanismo, Arquitectura y Auge del Comercio
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Este período, caracterizado por la expansión de la cultura griega, vio el surgimiento de ciudades planificadas y prósperas, conectadas por rutas comerciales vitales.
Dispuesto a coordinar sus enormes territorios de Oriente mediante vías de comercio, se creó una red de ciudades dotadas de un trazado racional. Surgieron así Dura Europos y Seleucia del Tigris en Mesopotamia, pero, sobre todo, las grandes urbes de Siria: Apamea, Alepo y la capital occidental del reino, Antioquía. Todas ellas se situaron en mesetas planas y fueron concebidas con retícula ortogonal en torno a una gran arteria por la que pasaban las caravanas camino de los puertos, que, como La Odisea, abrían el reino al Mediterráneo. Sin duda, hay murallas entorno a estas urbes, pero lo que más resalta son sus fuertes acrópolis, donde residía el monarca o el gobernador local, atentos a la seguridad de los mercaderes. Tanto en las ciudades nuevas como en la trama urbana de las antiguas, la impronta del urbanismo helenístico dio sus frutos.
Durante los dos siglos que mediaron entre el reinado de Alejandro y la conquista del Egeo por Roma, en todas partes se desarrolló el lujo constructivo: las stoas se multiplicaron, rodeando en parte las plazas; se aceleró la monumentalización de los edificios de espectáculos, y de los teatros en particular; se dignificaron los gimnasios y las salas de reunión; se crearon nuevos edificios con funciones específicas, tales como mercados y bibliotecas.
Pérgamo y Delos: Ejemplos Destacados
En este contexto, merece la pena resaltar dos ciudades que contrastan con la norma: Pérgamo y Delos.
Pérgamo: La Capital de los Atálidas
Pérgamo fue capital de los Atálidas desde principios del siglo III hasta mediados del siglo II a. C. Nada cabe decir de los barrios populares, que ocupaban el valle donde se encuentra el pueblo actual de Bergama. Lo que han revelado las excavaciones son dos zonas situadas en la ladera y en la cumbre del monte que dominaba el valle.
El primer conjunto, el más bajo, constaba de un ágora-mercado porticada, con algunas mansiones alrededor, que entraba en contacto, a través de una calle curva, con un magnífico conjunto de carácter lúdico y educativo: nada menos que tres gimnasios a distintas alturas, perfectamente conectados a través de stoas y escaleras internas; todo un mundo de espacios independientes, donde los hombres practicaban sus deportes favoritos, separados acaso por edades, podían asistir a reuniones y accedían, si así lo deseaban, a pequeños templos o al santuario de Deméter, preparado para iniciar los cultos mistéricos.
Si esta zona muestra una cierta organización ortogonal, en la parte superior del monte reina una magnífica libertad compositiva. Dejando atrás la última ágora-mercado, se alcanza un conjunto religioso, el Altar de Zeus, y no lejos de él un heroon dedicado a los reyes difuntos. Algo más arriba se encuentra el témenos de Atenea Nicéfora, protectora del reino, con sus pórticos, biblioteca y monumentos triunfales. Asomándose desde el témenos de Atenea, se ve cómo cubren la empinada pendiente las gradas del teatro y, a la altura de la escena, el santuario de Dioniso, flanqueado por un largo pórtico. Hacia oriente se descubre el conjunto pintoresco de los palacios reales, situado a los pies del cuartel de la guardia, que se alza en la cumbre de la acrópolis.