Celtas e Íberos en la Península Ibérica: Historia y Legado
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Celtas e Íberos
La península ibérica estaba ocupada por un heterogéneo conjunto de pueblos. Nuestro conocimiento es limitado y la principal fuente de información acerca de estos es de carácter arqueológico. Estos distintos pueblos autóctonos compartían rasgos culturales y lingüísticos, pero en ningún caso constituían entidades políticas homogéneas. A grandes rasgos podemos distinguir dos grandes grupos: los pueblos íberos y los celtas.
Los íberos
Entre los siglos VII y II a. C., ocuparon el territorio del levante peninsular y del valle del Ebro. Desarrollaron una cultura material homogénea por contacto con los colonos, especialmente con los griegos. Construyeron pueblos amurallados elevados, organizados según el modelo griego, con una calle central y espacios cuadrangulares. Algunas ciudades íberas alcanzaron una notable importancia como Ilerda (Lérida).
Su sociedad era tribal y muy jerarquizada, con una élite que concentraba el poder económico y militar. Su economía se basaba en la agricultura (cereales, vid, olivo), en el cultivo de lino y esparto y en la minería y metalurgia, actividades que fueron el origen del contacto con los colonizadores. Además, acuñaron moneda, mantuvieron relaciones comerciales intensas con ciudades griegas y desarrollaron la escritura, aunque la mayoría de sus inscripciones son todavía intraducibles. En cuanto al arte, destacan las cerámicas y escrituras, influidas por modelos estilísticos orientales, que representaban con finalidades religiosas animales y figuras femeninas como la Dama de Elche.
Los celtas
Son un conjunto de pueblos que se asentaron, en oleadas, durante los siglos V y I a. C., sobre un sustrato indoeuropeo que había llegado a la península ibérica a comienzos del primer milenio. Se establecieron en la meseta norte y en parte del sistema ibérico.
Eran pueblos guerreros, conocían el hierro y practicaban rituales de incineración. Su grado de desarrollo era muy inferior al de los pueblos íberos de la costa mediterránea. Sus actividades económicas eran rudimentarias y autosuficientes, principalmente ganaderas aunque también hubo poblados agrícolas. Trabajaban el bronce y el hierro para fabricar herramientas y armas. Se organizaban en tribus, veneraban divinidades celestes, a fuerzas de la naturaleza y realizaban sacrificios en forma de rituales.
Los celtíberos
Se asentaron en la zona que actualmente ocupan Soria, Guadalajara, Zaragoza y Teruel. Su violenta oposición a la dominación romana en el siglo II a. C. hizo que autores antiguos les prestaran mucha atención, haciendo famosas algunas de sus ciudades como Numantia (Numancia). Como estaban siendo objeto de un proceso de “iberización”, presentaban una población centrada, conocían la escritura, la moneda y la cerámica al torno, pero no configuraban ninguna entidad política unificada.
Paleolítico Peninsular
El Paleolítico peninsular tiene lugar entre 1.200.000 y 5.000 a. C, es la etapa más antigua y más larga de la Prehistoria y se divide en Inferior, Medio y Superior.
Los homínidos eran nómadas. Eran depredadores, vivían de la caza, de la pesca, de la recolección o del consumo de carroña. Se desplazaban en busca de alimento en función de las condiciones climáticas o del comportamiento de sus presas, repitiendo rutas por refugios más o menos conocidos. Formaban pequeños grupos que vivían en las entradas de algunas cuevas, abrigos y construcciones efímeras.
Paleolítico Inferior
(1.200.000 y 800.000 a. C.) vivió en la península el Homo antecessor, que fue descubierto gracias a los yacimientos, como el de Atapuerca, dónde se han encontrado restos de unos 30 individuos pre-neandertales fechados con mas de 400.000 años, cuyos investigadores concluyen que Homo antecessor procede de África y que dio lugar a otros Homos como el heidelbergensis o el neanderthalensis. Su cultura material era muy rudimentaria, compuesta principalmente por lascas y bifaces de piedra tallada.
Paleolítico Medio
Habitó en la península Homo neanderthalensis, entre 300.000 y 40.000 a. C. Tenían una organización social, vivían en hábitats variados, conocían el fuego y cazaban grandes animales. Su cultura material estaba más desarrollada como demuestra la aparición de puntas de lanza, herramientas para raspar pieles y cuchillos. Se discute acerca de si poseían un mundo simbólico. La causa de su desaparición no está clara, pero parece que los últimos neandertales vivieron en el sur de la Península Ibérica.
Paleolítico Superior
Entre 40.000 y 10.000 a. C. encontramos a Homo sapiens, con origen africano. Se producen cambios estructurales rápidos: se suceden en Europa sur occidental cuatro periodos (Auriñaciense, Gravetiense, Solutrense, Magdaleniense) bien reconocidos por cambios en las formas de las herramientas de piedra y hueso, pese a que sirven para las mismas tareas.
Cazaban de forma muy efectiva todo tipo de animales y recolectaban vegetales nutritivos. Evolucionó el arte rupestre, sobre todo en la costa cantábrica (Altamira). Representaban figuras aisladas de animales, empleando la policromía en cuevas profundas y oscuras por motivos probablemente religiosos.
Fenicios y Griegos
La presencia de colonizadores fenicios y griegos supuso un cambio radical en la evolución de los pueblos de la península ibérica, y marca el inicio que se utiliza de manera convencional para marcar el paso de la fase prehistórica a la histórica en este territorio.
Fenicios
La colonización fenicia fue la más temprana y la más intensa, iniciándose a finales del segundo milenio y en ella tuvo un papel protagonista la ciudad de Tiro, en el actual Líbano. Esta colonización se produjo por la demanda de metales en el Próximo oriente. Inicialmente se limitaron al comercio silencioso en la costa de Málaga y en la bahía de Algeciras, sin colonias fundadas, hasta que a partir del siglo VIII a.C. aparecieron nuevos asentamientos fenicios como Malaca, Sexi o Gadir. Se trataban de asentamientos protegidos, cercanos al mar o en islas o islotes que también explotaban territorio agrícola y pesquero. La influencia fenicia tuvo un gran impacto en las poblaciones autóctonas, no solo económico, también social y cultural. Los fenicios incentivaron la producción indígena y su principal aportación y más duradera fue la introducción de la escritura en la península ibérica. Esta fue clave para entender el desarrollo de la cultura tartésica, que tuvo su centro geográfico en la Andalucía occidental y que se expandió en gran parte de la actual Extremadura. Los espectaculares hallazgos arqueológicos de Huelva, El Carambolo (Sevilla), o Cancho Roano (Badajoz) evidencian la riqueza alcanzada por esta cultura autóctona que llegó a construir estructuras principescas, fruto de la riqueza comercial, expresada en palacios y túmulos funerarios detallados con piezas de lejana procedencia como oro y cristal de roca sirio. A partir del siglo IV la península ibérica recibe la influencia de la importante ciudad de Carthago (Túnez), una antigua colonia fenicia, responsable de la fundación de Carthago Nova (Cartagena). La herencia fenicia perduró en occidente más allá del final de la fase estrictamente colonial.
Griegos
La colonización griega fue menos intensa que la fenicia. La ciudad que lideró la presencia griega en el extremo occidente mediterráneo fue la ciudad de Focea, que se encontraba en la costa egea de la actual Turquía. A diferencia de los fenicios, la presencia griega en la península ibérica se limitó a fundar pequeños establecimientos comerciales, ubicados principalmente en la costa mediterránea, y a desarrollar el comercio marítimo de navegación costera. No es posible delimitar territorios propiamente fenicios y griegos, prueba de ello es la temprana aparición de cerámica griega en el “mundo fenicio”. Los griegos fundaron polis como Massalia y Emporion. Los colonos griegos impulsaron el desarrollo de la agricultura indígena y su contacto con los pueblos indígenas los transformó. Se produce un sincretismo religioso al entrar en contacto las divinidades fenicias y griegas, de esta manera se identificarían Melkart con Heracles, Astarté con Afrodita y Tanit con Hera.