La casa de Bernarda Alba: Tensión dramática y conflicto en el último acto

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Nos hallamos ante el fragmento final del tercer y último acto de La casa de Bernarda Alba, obra que se terminó en 1936, meses antes del fusilamiento de su autor.

Federico García Lorca fue poeta, dramaturgo y prosista español, autor más influyente adscrito al movimiento de la Generación del 27. Perteneciente a una familia acomodada, muere fusilado un mes después del golpe de Estado del 36, por sus ideas políticas y su declarada homosexualidad.

Como dramaturgo, lleva a cabo un concepto renovador del arte escénico. Experimentó diversos modos de escritura dramática: vanguardista (Bodas de sangre), trágica (Yerma) y principalmente, dramática como (La casa de Bernarda Alba).

En este fragmento, la tensión dramática alcanza su punto más elevado. El conflicto surge cuando Martirio y Adela se encuentran en el patio después de que esta última haya permanecido con Pepe el Romano. Acto seguido, discuten por él y llegan incluso a luchar. La tragedia de descendencia con la erupción de Bernarda, que ya no puede negar la evidencia. Adela confirma su amor por Pepe ante todas y se rebela contra su madre. Está, en un arrebato de locura, dispara contra Pepe el Romano, que se halla fuera de la casa. Adela, que lo cree muerto, se suicida.

Como podemos comprobar, en el texto aparecen fuerzas contrarias del teatro lorquiano: conflicto entre el principio de autoridad y principio de libertad; el choque entre el deseo de libertad y el autoritarismo, la rebeldía frente a la represión. La tradición y la honra social donde lo único importante es mantener las apariencias, predominan sobre los sentimientos (no importa, al final, si no que Adela ha muerto virgen). Este mundo conflictivo se desarrolla sobre la base del tema del amor. Se trata, pues, de un amor imposible y frustrado.

Además del tema principal anteriormente descrito, en la obra aparecen otros motivos temáticos como la condición de la mujer en la sociedad española de la época.

En cuanto a la caracterización de los personajes, hay que destacar que la mujer es la protagonista del teatro lorquiano, ya que representa el ansia de libertad en una sociedad patriarcal y machista.

En esta última escena intervienen todos los personajes relevantes de la obra. Destacan como personajes principales Bernarda, Adela y Martirio en la acción dramática. Los demás personajes (La Poncia, la criada, Amelia, Angustias y Magdalena) apenas tienen peso en este fragmento.

Bernarda:

Es una mujer dominante, fría, dictadora o tirana dentro de la casa, además está profundamente preocupada por el “qué dirán” (“Nadie dirá nada!”, “Las lágrimas cuando estés sola”). Bernarda se apoya sobre un bastón que simboliza el poder. Lorca la fija como símbolo del sistema y la sociedad española.

Adela:

Es un personaje romántico, se opone y lucha contra el régimen establecido por Bernarda y encarna la tragedia que representa la obra. En este fragmento parte el bastón de Bernarda, siendo así la única heroína que lucha con el deseo de todas las mujeres de la casa contra la madre. Muriendo voluntariamente en un acto suicida final, da razón a Ma Josefa cuando anteriormente en la obra ésta afirma que como única vía de escape de la autoridad están la locura o la muerte.

Angustias:

La mayor de las hermanas, hija del primer marido de Bernarda y heredera de su dinero, está prometida a Pepe a pesar de saber que él solo la quiere por su dinero.

Martirio:

Se resume en su actitud envidiosa hasta el punto de la crueldad que demuestra continuamente (su última intervención: dichosa ella mil veces que lo puedo tener).

Pepe:

Aunque no es un personaje de reparto, su intervención desde el exterior es muy relevante en la obra. Es el hombre objeto de deseo de Angustias, Adela y Martirio, y es el símbolo de la sexualidad y la libertad. En este fragmento, Bernarda atenta contra su vida con la escopeta, logra escapar en su jaca (correr a caballo, otro símbolo de la libertad).

La casa:

Es a la vez el espacio en que se desarrolla la obra y un personaje. Para Lorca, es a la vez la seguridad (desde el punto de vista de Bernarda) y una prisión (desde el punto de vista de Adela) que aísla a las mujeres del exterior, de la realidad.

En cuanto al tiempo, su tratamiento en la obra es complejo. Los tres actos dan la impresión de ajustarse a la unidad clásica de tiempo (desarrollan solo un día), aunque en realidad abarcan varios años.

El tiempo externo no se especifica, pero se deduce que la acción transcurre durante la primera mitad del siglo XX. Sin embargo, en cuanto al tiempo interno de la obra, este fragmento es la última escena de la obra (que dura un día) y ya es de noche.

En cuanto al espacio externo de la obra, está ambientado en un pueblo español indeterminado, donde se hacen varias referencias a una típica casa con un corral, muros gruesos, etc.

Por otra parte, en cuanto al espacio interno, se hace alusión al interior de una vivienda en todo momento, descrita por sus muros blancos y gruesos. Concretamente en esta escena están en el patio interior de la casa. También hay una breve mención hacia el exterior cuando Bernarda sale con la escopeta y también al corral contiguo al espacio.

Si nos detenemos en la justificación del carácter literario, Lorca utiliza aquí un lenguaje más realista, un estilo sencillo, haciendo uso de frases cortas y tajantes. ¡Con qué ganas te has quedado de ocuparlo!, ¡Calla! Por otra parte, en cuanto al léxico del fragmento, podemos destacar los campos semánticos de agresión (rayo, escopeta, martillo…), entre otros.

Pero a la sencillez formal, Lorca incorpora con naturalidad un lenguaje poético, rico en recursos retóricos. En primer lugar, observamos el uso de símil o comparación (ahí fuera está respirando como si fuera un león), que, junto con la hipérbole (¡Por ella! Hubiera volcado un río de sangre sobre su cabeza), intensifican aún más el sentimiento de los personajes. Por otra parte, destacamos también el uso de la personificación (La muerte hay que mirarla cara a cara) y de las metáforas (¡Nos hundiremos todas en un mar de luto!), referidas a la “muerte” y a la “soledad”. También es importante mencionar el uso de epanadiplosis empleada por Adela: ¡Pepe! ¡Dios mío! ¡Pepe!, que recalca que el sexo (que simboliza Pepe) es el principio y la finalidad de todo.

A ello debemos sumarle la selección de palabras con un elevado valor connotativo y simbólico: ¡Mira esas enaguas llenas de paja de trigo!, así como también el uso de símbolos como el “fuego” y el “calor”, que representan el poder del deseo sexual (Adela) o el infierno en el que se encuentran las hijas, como sucede en la intervención final de Bernarda. No olvidamos, por supuesto, la sexualidad y la libertad que representa Pepe el Romano cuando escapa en su jaca (correr a caballo).

Por otra parte, el “mar”, supremo símbolo de la libertad en esta obra, se muestra de modo incompatible con Bernarda, que encarna la dominación y el poder (símbolo del “bastón”): ¡Nos hundiremos todos en un mar de luto!

Del mismo modo, el granadino explora con maestría la expresividad en las formas orales a través de oraciones de modalidad exhortativa y exclamativa: ¡Silencio, silencio he dicho! ¡Silencio!

En este sentido, destacamos el empleo de imperativos (para restituir el orden de pedido): ¡Descolgarla! ¡Mi hija ha muerto virgen!

Las acotaciones transmiten una información escénica muy precisa en las que predominan los movimientos de los personajes (sujetándola, con la cabeza sobre la pared…), los tonos de voz (en voz baja) y los sonidos (suena un disparo, se oye como un golpe…).

Finalmente, el creciente carácter dramático del conflicto humano se observa, sobre todo, en la nocturnidad de la escena (pasiones ocultas e ilícitas) y en el enfrentamiento silencioso entre Adela y Martirio.

“Porque tú crees que el tiempo cura y las paredes tapan. Y no es verdad. No es verdad.” Federico García Lorca.

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