Carlos V y Felipe II: Auge y Desafíos del Imperio Español

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1. La Herencia de Carlos I (1500-1558)

Carlos I nació en Gante en 1500. Era hijo de Felipe el Hermoso, heredero de Maximiliano I de Austria y de María de Borgoña, y de Juana la Loca, la heredera de los Reyes Católicos. La muerte de su padre y la incapacidad de su madre dejaron en sus manos una herencia inmensa que le convirtieron en el monarca más poderoso de su tiempo. De sus abuelos maternos, Isabel y Fernando, recibe la herencia hispánica con las Canarias, las posesiones en Italia (Cerdeña, Sicilia y Nápoles) y la parte americana que se ampliará en este reinado con conquistas desde México hasta el sur del continente. De María de Borgoña, su abuela paterna, recibe los territorios de los Países Bajos y el Franco Condado. De Maximiliano de Austria, su abuelo paterno, las posesiones austriacas. Carlos I llegó a España cuando apenas era muy joven, sin conocer el idioma castellano y rodeado de un grupo de consejeros flamencos. Esto dificultó su aceptación por las Cortes castellanas, donde además se suscitaron problemas de legitimidad al vivir todavía su madre. En este momento llegó la noticia de la muerte de su abuelo Maximiliano I de Austria (1519), lo que le convirtió en candidato a la corona imperial. Inmediatamente reunió las Cortes y les exigió la necesidad de recaudar para sufragar los gastos que garantizaban su elección como emperador del Sacro Imperio. A regañadientes las Cortes aceptaron, pero recordando al monarca la necesidad de vivir en España, respetar las leyes del país, nombrar como consejeros a gentes nacidas en Castilla. Inmediatamente marchó a Aquisgrán para ser coronado como el emperador Carlos V.

2. Política Peninsular: Comunidades y Germanías

Las Comunidades de Castilla (1520-1522)

En Castilla se extendió el malestar porque este reino pagaba la elección de Carlos como emperador y porque el rey nombró a nobles flamencos para los altos cargos. El descontento comenzó en Toledo y se extendió sobre todo por las principales ciudades del reino castellano. Tras el incendio de Medina del Campo por parte del ejército real, se generalizó la rebelión. El movimiento comunero se organizó tras la toma de Tordesillas en la Santa Junta que exigió al monarca la retirada de los impuestos votados en las Cortes, la marcha de los consejeros flamencos y el respeto a las leyes del reino. Trataron de convencer a D.ª Juana, recluida en el castillo de Tordesillas para que apoyara su causa. La nobleza apoyó a Carlos cuyas tropas acabaron con los comuneros en la batalla de Villalar de los Comuneros (1521). Carlos I rectificó, perdonó a los rebeldes, aunque ejecutó a los cabecillas Padilla, Bravo y Maldonado, retiró la confianza a los consejeros flamencos, controló los impuestos y residió habitualmente en España.

Las Germanías

Se inició en Valencia cuando los gremios se hicieron con el poder en la ciudad tras la huida de las autoridades urbanas a causa de la peste en 1519. Fue una pugna entre la burguesía (artesanos) y la nobleza por el control de la ciudad, pero también entre los campesinos y los señores en el mundo rural. Los agermanados obtuvieron una victoria en la Batalla de Gandía (1521). Pero sus acciones los debilitaron como la matanza de moriscos, a los que los agermanados acusaban de colaborar con los nobles. En 1522, los nobles, con la ayuda del refuerzo de las tropas castellanas tras la caída de los comuneros, derrotaron a los sublevados. Su líder, Vicente Peris y sus más directos colaboradores Llorens y Sorolla fueron ejecutados.

3. Hacia las Élites Locales

El resultado supuso la consolidación de la monarquía y forzó una alianza entre ésta y la gran nobleza. Aunque se mantiene la estructura Polisinodial de los Reyes Católicos, el emperador controla la monarquía hispánica. Para mantener el control en sus extensos territorios, Carlos I comprendió la necesidad de contar con la colaboración de las élites locales. Estableció una administración que, aunque centralizaba ciertos aspectos, reconocía los fueros y derechos particulares de sus reinos, incorporando a la nobleza y a las clases altas en la administración del imperio. En Castilla, por ejemplo, delegó en la nobleza y los representantes urbanos la recaudación de impuestos y tareas de justicia, a la vez que obtenía subsidios de las Cortes a cambio de concesiones. En Aragón, Carlos respetó los fueros y las instituciones locales, como el Justicia Mayor y el Consell del Cent, manteniendo la autonomía administrativa que estas regiones tanto valoraban. También en los Países Bajos, mantuvo la autonomía de los Estados Generales, permitiendo a las provincias conservar su independencia en aspectos administrativos y judiciales.

Esta política permitió una gestión más efectiva y la consolidación del poder de la monarquía a través de pactos con las oligarquías locales evitando conflictos mayores. Sin embargo, sentó las bases de problemas futuros, ya que la centralización más estricta que intentaría Felipe II chocaría con la autonomía regional, generando tensiones y conflictos como la rebelión de los Países Bajos.

4. La Política Imperial: De Lutero a la Paz de Augsburgo

La política imperial de Carlos V estuvo basada en la idea de una monarquía universal y cristiana. La ruptura de la unidad católica fue el principal problema de su monarquía. Martín Lutero, había decidido la reforma de la iglesia en las 95 tesis, donde criticaba algunas de las prácticas de esta. Para hacer frente al problema se convocó la Dieta de Worms (1521), que presidió el emperador y en la que se pidió a Lutero que se retractara y éste se negó poniéndose bajo la protección de Federico de Sajonia. Numerosos príncipes alemanes aceptaron la nueva religión con el objetivo de lograr mayor independencia política y de lograr un apropiamiento de las tierras de la Iglesia Católica. El Papa Paulo III convocó en 1545 el Concilio de Trento (Italia) donde se abordó la reforma Católica. Carlos V trataba de mantener la unidad católica y evitar la ruptura con los protestantes, aunque finalmente triunfó la vía militar y se derrotó a los príncipes protestantes, agrupados en la Liga de Smalkalda, en la batalla de Mühlberg (1547). Pero después éstos obtuvieron el apoyo del rey de Francia lo que obligó a Carlos V a firmar la Paz de Augsburgo (1555) por el que reconocía la coexistencia de las dos religiones en el Imperio, aunque se obligaba a los súbditos de cada territorio a profesar la religión de su príncipe. (“cuius regio, eius regio)

5. El Conflicto con Francia y el Imperio Otomano

Francia se encontraba aislada por el Este (posesiones españolas) y por el Oeste (Inglaterra aliada de España). La guerra estalló por dos motivos: el control de la península italiana y la pugna por Flandes y Borgoña. El control del ducado de Milán (Milanesado) era fundamental para el emperador, pues garantizaba las comunicaciones entre los dominios imperiales al norte y sur de los Alpes. El emperador hizo frente a varias guerras con Francia, con significativas victorias como la de Pavía (1525), donde Francisco I fue hecho prisionero por las tropas imperiales. Estos enfrentamientos terminan con la incorporación definitiva del Milanesado al imperio español. Más tarde, la actitud del Papa Clemente VII apoyando a Francia llevó al saqueo de Roma (1527) por las tropas del emperador. Este enfrentamiento tuvo su aparente conclusión con la Paz de Crépy (1544) que no hizo sino aplazar el conflicto hasta el reinado de Felipe II.

El Imperio otomano era una gran potencia en el Mediterráneo oriental desde la caída de Constantinopla en 1453. Tenían aspiraciones en Europa Oriental ocupando Hungría amenazando los territorios austriacos, lo que llevó a que las tropas imperiales frenaran a los turcos a las puertas de Viena. En el mar, los turcos apoyaban la piratería practicada por los berberiscos. Para dominarlos, Carlos I lanzó con éxito un ataque contra Túnez (1535), pero fracasó en la conquista de Argel (1541). Ninguno pudo imponer su poder en el Mediterráneo.

En 1556 Carlos I agotado tras una vida entera en los campos de batalla cedió los títulos de emperador de Alemania a su hermano Fernando y abdicó en su hijo Felipe el resto del Imperio. A continuación, ya enfermo, se retiró al monasterio de Yuste (Extremadura) donde moriría en 1558.

6. Felipe II (1527-1598), su Herencia. La Consolidación del Modelo de Gobierno de los Austrias

En 1556, Carlos I abdicó en su hijo Felipe II, a quien cedió la Corona y todos sus territorios Castilla y Aragón, los territorios italianos, los Países Bajos además de los territorios en América, salvo los dominios del archiducado de Austria y los derechos del título imperial. Desde entonces, la rama austriaca de los Habsburgo ostentó el título imperial. A diferencia de su padre, Felipe II fue un monarca dedicado a su reino centralizando la administración y convirtiéndose en un firme defensor del catolicismo frente a la reforma protestante y la amenaza otomana.

7. La Centralización del Poder Monárquico. Madrid y El Escorial

Felipe II era quien resolvía todos los asuntos y sus viajes fueron escasos, no abandonando prácticamente nunca la Península y estableciendo la capital en Madrid en 1561, convirtiéndose en el centro político y administrativo desde donde se iba a dirigir el sistema de Consejos. El Consejo de Estado se ocupaba de la política exterior, mientras el Consejo de Castilla de los asuntos internos del reino. Otros consejos se encargaban de supervisar los territorios italianos y americanos. El entramado administrativo estaba apoyado en una serie de secretarios reales que servían como intermediarios canalizando las decisiones del rey a los consejos y territorios. Podemos destacar a Antonio Pérez y a Mateo Vázquez. Estableció un entramado para controlar el cumplimiento de sus órdenes y la lealtad de los funcionarios. El símbolo de toda esa centralización de poder se concretó en la construcción del Monasterio del Escorial, que además de ser un centro religioso era la imagen de autoridad y poder del monarca.

8. El Conflicto Morisco y el Mediterráneo

Los moriscos de las Alpujarras eran descendientes de los antiguos musulmanes granadinos. Fueron acusados de connivencia con los berberiscos, y se les aumentaron los impuestos sobre la seda, expropiándoles tierras. Se rebelaron en 1566 ante el mandato que les obligaba a abandonar su lengua, vestidos y tradiciones. Negociaron con la corona un pago a cambio de mantenerlas, pero el rey se negó. Ante la magnitud del conflicto y el peligro de que los 320.000 moriscos rebeldes recibieran ayuda turca, en 1568 Felipe II encomendó sofocar la revuelta de Aben Humeya a su hermanastro Juan de Austria que terminaría en 1570. Tras duros enfrentamientos parte de los moriscos, tuvieron que abandonar la península y el resto se les dispersó por Castilla.

En el Mediterráneo Solimán el Magnífico llevó a los turcos a su máximo esplendor, asediando Malta, reconquistado Chipre y expulsando al soberano de Túnez. A eso se añadía que los barcos turcos y los piratas berberiscos atacaban a los barcos en todo el Mediterráneo y saqueaban las costas de los países cristianos. Felipe II, se alió con Venecia y con el Papa Pio V en la Santa Liga contra los turcos. La victoria espectacular en la batalla de Lepanto (1571) tuvo pocas consecuencias: reparto de poder en el Mediterráneo entre el Imperio turco y España, hasta el debilitamiento de la amenaza islámica en 1585.

9. Los Conflictos en Europa: De Inglaterra a los Países Bajos

La enemistad con Francia se incrementó aún más. La causa fue el apoyo francés a los rebeldes flamencos, hasta la victoria de los tercios españoles en San Quintín (1557) y la renuncia de ésta a los territorios italianos mediante la paz de Cateau-Cambresis (1559). Para sellar el acuerdo de paz, Felipe II se casó con la hija de Enrique II, Isabel de Valois. Lejos de solucionar el conflicto con Francia, se reactivaron las Guerras de Religión, entre católicos y hugonotes (seguidores de Calvino). Felipe II apoyó a los católicos y hasta 1593, no se solucionó el conflicto cuando Enrique IV subió al trono convirtiéndose al catolicismo y firmando la paz de Vervins (1598).

El enfrentamiento con Inglaterra. Inicialmente ambos estados habían sido aliados y Felipe II había estado casado con María Tudor Sin embargo, su muerte en 1558 llevó al trono de Inglaterra a Isabel I, quien instauró el anglicanismo, abriendo una etapa de rivalidad. Las tensiones surgen a causa de la ayuda prestada por Inglaterra a la rebelión de los Países Bajos, interceptando el envío de oro para pagar a las tropas del rey y facilitando tropas de auxilio a los holandeses en su guerra contra Felipe II, además de la protección dada por los ingleses a los Corsarios (Drake y Hawkins) en su asedio a los barcos españoles en el comercio con América. El conflicto se agudizó con el apoyo del rey a María Estuardo, reina católica de Escocia. Su ejecución decidió a Felipe II enviar la Gran Armada (o Armada Invencible) en 1588, para invadir Inglaterra, pero la campaña acabó en un rotundo fracaso para las tropas españolas por el hundimiento de la flota. Esta derrota debilitó la posición hegemónica de España y posibilitó una mayor libertad al comercio inglés y holandés.

La Unión con Portugal. La unión de las coronas peninsulares bajo un mismo rey fue el mayor éxito político y diplomático de Felipe II. Tras la muerte del rey de Portugal, Sebastián de Avis, en 1578, Felipe II maniobra para obtener el apoyo de la nobleza y la Iglesia portuguesas a sus legítimas aspiraciones a la Corona de Portugal. Felipe II impuso su candidatura frente al infante D. Antonio que estaba apoyado por las clases populares. Envió un ejército al mando del Duque de Alba obligando a Antonio I a abandonar el país. Las Cortes portuguesas reconocieron a Felipe II como rey en 1581 a cambio de reconocer las leyes del reino. Se creó el Consejo de Portugal y se eliminaron las aduanas con Castilla. Con este hecho se crea el mayor imperio territorial y marítimo que había existido hasta entonces.

El conflicto con los Países Bajos comenzó a gestarse cuando el monarca quiso gobernar según los principios autoritarios utilizados en los reinos españoles, pero los Países Bajos contaban con una nobleza políticamente poderosa y unas ciudades que gozaban de gran autonomía. El rey se encontró con la oposición de nobleza y ciudades que temían perder sus privilegios. El conflicto se inició por cuestiones religiosas. El calvinismo se había difundido con éxito en las provincias del norte y las medidas del rey para contener su avance fueron inútiles, provocando el descontento de la población y de algunos nobles que se rebelaron contra el monarca. Felipe II respondió enviando tropas al mando del Duque de Alba que sometió duramente a los sublevados y ajustició a sus líderes. La guerra que había comenzado como un enfrentamiento entre católicos y protestantes, se convirtió en una guerra de independencia contra España que duraría 80 años. Pese a las victorias militares de los generales de Felipe II, el territorio se divide en dos: las provincias del Norte, lideradas por Guillermo de Orange, consiguen la independencia y pasaron a llamarse Provincias Unidas y el sur se mantiene católico y bajo el dominio español. Felipe II nombró a su hija Isabel Clara Eugenia gobernadora con derecho a sucesión.

10. Las Conspiraciones en Palacio: Antonio Pérez y la Leyenda Negra

Los motivos del descontento en Aragón estaban relacionados con la crisis económica, el bandolerismo endémico y por el nombramiento de un Virrey castellano. Todo se precipitó con el caso de Antonio Pérez, aragonés, fue el secretario del rey hasta 1579, cuando fue arrestado por conspirar contra el rey y de asesinato. En 1590 logró huir y refugiarse en Aragón, donde se amparó en el derecho foral. Para detenerle, el rey lo acusó de hereje, lo que suponía la intervención de la Inquisición. Los aragoneses lo protegieron, por lo que Felipe II decidió ocupar el reino y sentenciar a muerte a Juan de Lanuza, el Justicia Mayor de Aragón, que se enfrentó al rey amparándose en su potestad para interpretar los fueros aragoneses. Mientras tanto, el perseguido escapó a Francia donde asesoró a los enemigos del rey, Francia e Inglaterra y donde colaboró en extender la leyenda negra.

La leyenda negra fue promovida por los enemigos políticos (Francia e Inglaterra) y religiosos (protestantes) de España, que acusaron al rey español de tirano y de practicar abusos tanto en Europa como en las posesiones americanas. El carácter del monarca, taciturno, distante y autoritario facilitó su creencia. La leyenda surgió de los escritos de Fray Bartolomé de las Casas en su obra “Brevísima relación de la destrucción de las Indias” donde denunció los abusos cometidos por los colonos españoles con los indígenas. Felipe II intentó regular la explotación que sufrían los indígenas a través de las Leyes de Indias. Pero estos escritos fueron tomados como base para extender una imagen negativa de la corte y el monarca. Se proyectó la imagen de un monarca despótico, cruel, modelo de tiranía y opresión.

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