Carlo Maderno y el Palacio Barberini: Arquitectura Barroca y Continuidad Renacentista
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Carlo Maderno y la Continuación de la Visión de Miguel Ángel
Carlo Maderno continuó la articulación iniciada por Miguel Ángel, replicando el modelo decorativo. La diferencia principal radica en la cubierta, donde se mantuvo la bóveda de cañón. Para iluminar la parte central, se abrieron ventanas, transformando la bóveda en una bóveda de cañón con lunetos, una característica típica del Barroco.
En el crucero, se observan las entradas flanqueadas por grandes pilares que soportan la cúpula. Estos pilares, junto con el muro que generan, se articulan como en el exterior, con pilastras pareadas de orden gigante, creando espacios estrechos y anchos que permiten la disposición de ventanas y hornacinas.
Maderno introdujo esta misma articulación en el interior, utilizando capiteles corintios y un fuste estriado con la parte interior formada por bastones. Sobre las pilastras, se encuentra un entablamento clásico con un friso corrido que permite la inclusión de una leyenda, una decoración epigráfica. Sobre la cornisa, se aprecian bóvedas de cañón con casetones, que también aparecen en el pasillo con capillas, un espacio continuo e ininterrumpido. Los casetones varían según su ubicación en la basílica, siendo hexagonales en los ángulos.
El pseudoábside y los tres brazos de la cruz se cubren con bóvedas de cuarto de esfera, con una decoración nervada que aporta profundidad.
En el crucero, las pechinas sirven de anillo, marcando el inicio de la perspectiva barroca. Maderno intentó seguir la obra de Miguel Ángel, manteniendo la continuidad, como se evidencia en las parejas de pilastras pareadas y las hornacinas con imágenes de santos.
Posteriormente, la decoración fue dirigida por Bernini y finalizada a lo largo del siglo XVII e incluso el XVIII. Sin embargo, si se omite esta etapa, se aprecia la continuación del proyecto de Miguel Ángel. La intención era que el fiel, al entrar en la basílica, tuviera una visión clara y unificada del espacio, aunque en la actualidad el Baldaquino de Bernini, con sus dimensiones imponentes y el óculo de luz detrás, atrae la mirada hacia el altar mayor. Este es un ESPACIO DINÁMICO.
El luneto es el espacio abovedado que sirve de transición entre el vano y la bóveda de cañón.
En las naves laterales, coincidiendo con las arquerías, se crean tramos que simulan capillas, compartimentando la nave, como ya se había visto en el Gesú y en San Andrés de Mantua.
Detrás de los pilares, hay tramos cubiertos con bóveda de cañón donde se colocan altares con sepulcros. Se alterna el tramo abierto con el pilar. Detrás del pilar, se encuentra un tramo que remata en una bóveda de cañón rebajada, todo en mármol. Esto marca la transición al Barroco pleno, aunque Maderno mantuvo el matiz renacentista y la limpieza de Miguel Ángel. Con Bernini, la basílica se convierte en un museo de escultura.
En la entrada, antes de la nave, hay una ventana termal, un arco de media circunferencia dividido por dos pilares, que crea una ventana rectangular y dos triangulares que se adaptan a la curva. El luneto es claramente visible en este punto. Este es el pórtico de ingreso.
El resultado final es una planta de cruz latina, gracias a los tres tramos añadidos por Maderno y las pequeñas capillas que rodean el crucero, manteniendo el espíritu del espacio centralizado del Martyrium.
El Palacio Barberini: Una Colaboración Barroca
Contexto Histórico
Palacio Barberini. 1623-1644.
El Palacio Barberini fue encargado por el Papa Urbano VIII y diseñado en colaboración con Bernini. Maderno falleció en 1629, y el palacio se comenzó a construir en 1628 en un terreno de la familia Barberini, en la Colina del Quirinal. En 1628, se le solicitó a Maderno un proyecto para el nuevo palacio. La idea inicial era un proyecto que continuara el palacio urbano y que se relacionara con el Palacio Farnese de Sangallo y Miguel Ángel. Las dos grandes alas siguen la misma organización del Palacio Farnese: atrio porticado, patio principal, escaleras que conducen a la planta noble, etc. El segundo proyecto fue el que permitió una parte de la fachada en altura. Bernini se hizo cargo de la obra desde 1629 hasta 1633, cuando se terminó; contó con la colaboración de Borromini, lo que resultó en la confluencia de tres maestros. Esta ruptura con el palacio anterior se debe a Bernini, quien transformó el palacio.