El Carlismo: Orígenes, Conflictos y Consecuencias en la España del Siglo XIX

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El Carlismo: Un Movimiento Político y Social en la España del Siglo XIX

El Carlismo emergió a finales del reinado de Fernando VII, constituyendo un modelo ideológico y político que defendía fervientemente el Antiguo Régimen. Sus seguidores no reconocían a Isabel II como reina legítima, abogando en su lugar por el derecho al trono de Carlos María Isidro de Borbón, hermano de Fernando VII.

El Estallido de la Guerra Civil

Tras el fallecimiento de Fernando VII en 1833, España se vio inmersa en una cruenta guerra civil. La sociedad quedó dividida entre los partidarios de Carlos y los de Isabel.

Apoyos Territoriales y Razones del Conflicto

El Carlismo encontró un fuerte respaldo en las zonas rurales del País Vasco, Navarra, el Maestrazgo, Cataluña y el Levante. En estas regiones, el movimiento carlista representaba la defensa de sus fueros y privilegios tradicionales. Por el contrario, los centros urbanos mantuvieron un predominio liberal, tanto por razones ideológicas como prácticas. La burguesía y los grandes propietarios veían en el liberalismo y la supresión de las trabas forales un impulso para el desarrollo económico.

Las Tres Fases de la Guerra Carlista

La guerra se desarrolló en tres fases distintivas:

Primera Fase (1833-1835): Iniciativa Carlista

Esta etapa se caracterizó por la iniciativa carlista, gracias a la organización de un ejército bajo la dirección del general Zumalacárregui. El empleo del sistema de guerrillas les permitió dominar el territorio vasco-navarro, a excepción de las capitales, y derrotar en repetidas ocasiones a los ejércitos cristinos.

El general Cabrera unificó las tropas carlistas y extendió el conflicto por tierras aragonesas, catalanas y valencianas.

Don Carlos fue reconocido por las potencias absolutistas como Rusia, Prusia y Austria, mientras que las potencias liberales apoyaron a Isabel II (Francia, Inglaterra).

El ejército carlista sufrió un revés en el sitio de Bilbao, donde falleció Zumalacárregui, marcando un punto de inflexión en la guerra.

Segunda Fase (1835-1837): Equilibrio y Estancamiento

En esta fase se estableció un equilibrio entre los contendientes, caracterizada por un período de estancamiento.

Un nuevo fracaso carlista al intentar tomar Bilbao (victoria de Espartero, general liberal) y los intentos de romper el aislamiento en el Norte y extender el conflicto a otras regiones mediante expediciones hacia el Sur (como la “Expedición Real” de 1837) sembraron el desaliento y la división en las filas carlistas.

Tercera Fase (1837-1840): Crisis y Fin del Conflicto

La última fase de la guerra estuvo marcada por la crisis interna del carlismo. Surgieron dos tendencias principales:

  • Transaccionistas: Moderados, encabezados por Maroto, partidarios de finalizar el conflicto mediante un acuerdo con los liberales.
  • Intransigentes: Exaltados, que se negaban a cualquier negociación y deseaban continuar la guerra, representando la postura mayoritaria en Navarra.

El triunfo de los transaccionistas condujo al fin de la guerra, formalizado en el Convenio de Vergara (1839). Este acuerdo de paz fue firmado por el general isabelino Espartero y el jefe carlista Maroto, aunque no fue aceptado por el carlismo navarro ni alavés.

El convenio representó un compromiso ambiguo que no resolvió completamente el problema carlista. Se prometió el respeto a los derechos forales vasco-navarros dentro del marco de negociación en las Cortes.

La guerra persistió hasta 1840 en el Maestrazgo y Cataluña, donde las partidas armadas del general Cabrera mantuvieron la resistencia.

Legado del Carlismo

Esta paz solo resolvió temporalmente la cuestión carlista, que permaneció latente y resurgiría posteriormente a través de nuevos conflictos, demostrando la persistencia de sus ideales y la complejidad de la España del siglo XIX.

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