Caravaggio: La Humanización del Arte Sacro y su Impacto Realista
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Con sus brazos alzados al cielo, hacia la bóveda celestial, la figura nos extrae de la composición, sugiriendo un entierro de resurrección, no de muerte. Los colores y la luz mantienen su estilo característico.
El rostro de las vírgenes es el de una mujer anciana y madura, alejado de la imagen idealizada del Renacimiento. Una de ellas, ¿es la Virgen? Las manos que sujetan a Cristo muestran una diferencia en el tono de las pieles (una comparación, aunque lejana, podría establecerse con la Piedad de Miguel Ángel). El brazo caído de Cristo realza el hombro de forma volumétrica, con la cabeza ladeada, un rasgo típico incorporado por Miguel Ángel y sus seguidores en sus obras.
Virgen de Loreto o de los Peregrinos
Ubicada en la Basílica de San Agustín en Roma.
Desde la figura del peregrino, una diagonal visual nos conduce hacia la Virgen. La Virgen viste una tela usada, sucia y desgastada, de un blanco terroso. Este detallismo y realismo naturalista provocó un gran revuelo entre los peregrinos y plebeyos, quienes se vieron retratados de una manera cruda y auténtica.
La Virgen es un retrato de Lena (la prostituta que en ese momento vivía con él); aunque idealizada, contrasta fuertemente con el realismo de los peregrinos. La figura de Lena se apoya sobre la puerta, lo que no transmite, por otra parte, mucha divinidad. Su altura es desproporcionada, con un cuello largo y recto, y una proporción muy estilizada, resultado de un cuerpo delgado que se extiende, confiriéndole una gran estatura. La forma de los pies sugiere inestabilidad, con un tratamiento corporal propio del Manierismo. El Niño, también retorcido, es de gran tamaño y presenta una forma muy humana, a la vez que ligeramente manierista. Los colores son terrosos, y el Niño, al ser presentado como receptor de la luz, se convierte en el protagonista del cuadro.
La Virgen de los Palafreneros
Es una Virgen muy humana, tanto que viste ropas de la época, con un vestido ceñido, sin ningún aspecto de santidad. El Niño, igualmente, nos recuerda a la representación del Amor Victorioso.
Fue encargada para ser colocada en la capilla de la Basílica de San Pedro. La obra escandalizó, pero aun así, fue guardada para ser vendida posteriormente al cardenal Scipione Borghese.
Este cuadro debió de causar un gran impacto. Santa Ana, representada como una mujer anciana, la Virgen y Cristo aparecen pisando la cabeza de la serpiente. Es gracias a la Virgen que Cristo pisa la serpiente, y a la vez, es Cristo quien permite que la Virgen pise la cabeza de la serpiente, simbolizando el triunfo sobre el pecado. María está sin pecado, y Santa Ana también, pues María fue concebida sin pecado. Es la representación de esa mujer inmaculada, elegida para pisotear el pecado. El Niño, desnudo, nos muestra la verdad; él mismo la representa. En cuanto a la luz del cuadro: la que ilumina a Santa Ana proviene de un foco distinto al de María y el Niño. De nuevo, nos encontramos con un espacio pequeño y oscuro.
La Imagen del Judío (Francesco Rustici)
Se encuentra en el altar de San Juan. Observamos cómo apoya solo los dedos del pie, lo que le permite salirse de la composición y mirar a San Juan. Además, la Virgen de este altar tiene la misma posición de piernas que la Virgen de Caravaggio. Incluso podemos relacionarlo con el Zuccone de Donatello (el calvo). Este Zuccone es la representación de uno de los profetas de Donatello. Su rostro posee un intenso realismo y una individualización gigantesca; la calvicie y autonomía que el aprendiz Rustici proyectó en su 'judío calvo' son notables. Tenemos