La Caída de Atenas: De la Paz de Lisandro al Régimen de los Treinta Tiranos
Enviado por Chuletator online y clasificado en Griego
Escrito el en español con un tamaño de 4,89 KB
Este documento narra los eventos cruciales que marcaron el fin de la Guerra del Peloponeso y el establecimiento del controvertido gobierno de los Treinta Tiranos en Atenas, así como un breve apunte sobre el ascenso de Dionisio en Siracusa.
La Rendición de Atenas y la Paz de Lisandro
Las Negociaciones en Selasia
Teramenes y también los demás legados, cuando estaban en Selasia y preguntados con qué propósito habían llegado, contestaron que tenían plenos poderes para la paz. Después de esto, los éforos ordenaron llamarlos. Y cuando llegaron, celebraron Asamblea, en la cual opinaban Corintios y Tebanos principalmente, y muchos también otros de los Helenos, no pactar con los Atenienses, sino saquearlos.
Las Condiciones de Paz Lacedemonias
Y los Lacedemonios se negaban a esclavizar una polis helena que un gran bien había hecho en los más grandes peligros acaecidos en la Hélade, sino que hacían la paz en estas condiciones: que los Muros Largos y el Pireo fueran destruidos, que las naves, excepto doce, fueran entregadas, y que a los exiliados se les admitiera, considerando enemigo y amigo al mismo que los Lacedemonios, y que los siguieran por tierra y por mar a donde los condujesen.
La Aceptación de la Paz en Atenas
Y Teramenes y los legados con él llevaban estas cosas a Atenas. Y, al llegar ellos, una multitud numerosa los rodeaba, temiendo que regresaran sin éxito, pues no era ya posible aguantar por la multitud de los que morían de hambre.
Y al día siguiente, los legados anunciaban en qué condiciones los Lacedemonios harían la paz. Y hablaba en la Asamblea ante ellos Teramenes, diciendo que era necesario obedecer a los Lacedemonios y abatir los Muros Largos. Y aun habiendo estado algunos en desacuerdo con él, y una gran mayoría habiéndolo aprobado, pareció bien que se aceptara la paz.
La Demolición de los Muros Largos
Y después de esto, Lisandro penetraba en el Pireo, y los exiliados regresaban, y los Muros Largos se demolían al son de las flautistas con mucha alegría, pensando que aquel día para la Hélade comenzaba cierta libertad.
El Ascenso de Dionisio en Siracusa
Y el año acababa, en mitad del cual Dionisio, el de Hermócrates, el Siracusano, fue tirano. Primeramente, en batalla, los Carcedonios habían sido superados por los Siracusanos, y por la escasez de alimento, habiendo capturado Agrigento tras haber abandonado los Siceliotas la polis.
El Establecimiento de los Treinta Tiranos en Atenas
La Elección de los Treinta
Y los Treinta fueron, en verdad, elegidos tan pronto como los Muros Largos y las fortificaciones en torno al Pireo hubieron sido destruidas. Y, elegidos para redactar las leyes según las cuales se deberían gobernar, continuamente demoraban redactarlas y también publicarlas. Y el Consejo y las demás magistraturas las habían establecido como les parecía a ellos.
Las Primeras Purgas y el Terror
Inmediatamente después, a todos los que sabían que en la democracia vivían de la calumnia y eran duros con los ciudadanos nobles y buenos, arrestándolos los condenaban a muerte. Y también el Consejo de buena gana decretaba contra ellos, y los demás, cuantos reconocían de sí mismos que no eran así, en nada se afligían.
La Solicitud de una Guarnición Lacedemonia
Y, cuando comenzaron a deliberar cómo sería posible para ellos servirse de la polis como quisieran, por ello, primeramente, habiendo enviado a Lacedemonia a Esquines y a Aristóteles, convencieron a Lisandro de que hiciera venir con ellos una guarnición hasta que, habiéndose deshecho de los malos, pudieran establecer su constitución. Y ellos se comprometían a cuidarla.
La Llegada de Calibio y el Control de los Treinta
Y él, convencido, hizo que a ellos fuera enviada la guarnición y Calibio como jefe. Y ellos, cuando eligieron la guarnición, a Calibio atendían con toda atención, como aprobara todo lo que hicieran. Y de la guarnición, enviando este a los que querían, reunían ya no a los opositores y poco válidos, sino ya a los que creían que de ningún modo aguantarían rechazados y se opondrían intentando algo, si reunían a la mayoría de los que estaba con ellos de acuerdo.