Caciquismo y Partidos Políticos en la España de la Restauración
El triunfo del partido se conseguía gracias al falseamiento de los resultados, esto permitía la creación de una mayoría parlamentaria al partido gobernante.
Los caciques eran personas notables, podían ser abogados, profesionales de prestigio o funcionarios de la administración, que controlaban los ayuntamientos, hacían informes y certificados personales, dirigían el sorteo de las quintas, proponían el reparto de las contribuciones y podían resolver o complicar los trámites burocráticos y administrativos. Los caciques manipularon las elecciones de acuerdo con los gobernadores civiles. El conjunto de trampas que ayuda a conseguir la adulteración de los resultados electorales se conoce como pucherazo.
El Desarrollo del Turno de Partidos (1876-1898)
A lo largo de 1876 y 1898 el turno funcionó con regularidad: 6 fueron ganadas por los conservadores y 4 por liberales. El partido conservador se mantuvo en el gobierno cuando Sagasta formó un primer gobierno liberal que introdujo el sufragio universal masculino. En 1884 Cánovas volvió al poder pero impulsó un acuerdo entre conservadores y liberales, el llamado Pacto del Pardo.
Durante el gobierno largo de Sagasta los liberales impulsaron una obra reformista para incorporar derechos asociados a los ideales de la revolución del 68. Se aprobó la Ley de Asociaciones, se abolió la esclavitud, se introdujo la celebración de juicios por jurados, se impulsó un nuevo código civil y se llevaron a cabo reformas militares. Pero la reforma de mayor trascendencia fue el sufragio universal masculino.
En 1890 los conservadores volvieron al poder, en 1892 regresaron los liberales, y en 1895, Cánovas asumió el gobierno hasta su asesinato. Sin embargo, el personalismo deterioró a los partidos, que dependían de sus líderes. En el partido liberal surgieron personajes como Germán Gamazo y Antonio Maura y en los conservadores destacó Francisco Silvela.
Las Fuerzas Políticas Marginadas del Sistema
La Evolución del Republicanismo
El republicanismo tuvo que hacer frente a la represión de los monárquicos. La adaptación más rápida la protagonizó Emilio Castelar, que evolucionó hacia posturas más moderadas y creó el partido republicano posibilista. El político progresista Ruiz Zorrilla fundó el partido republicano progresista, que llegó a tener influencia entre militares y protagonizó un fracasado alzamiento. Las insurrecciones provocaron la ruptura de Salmerón con el partido de Ruiz Zorrilla y la creación del partido republicano centralista. El republicanismo más fiel fue el partido republicano federal que tenía como líder a Pi y Margall.
El sufragio universal masculino estimuló la formación de alianzas electorales (Unión Republicana). A pesar de aumentar los escaños parlamentarios, el republicanismo perdió parte de sus bases sociales y tuvo que luchar en competencia con el obrerismo representado por el partido socialista obrero español (PSOE) fundado por Pablo Iglesias.
La Reconversión del Carlismo
Tras la derrota carlista se prohibió la estancia en España de Carlos de Borbón y el carlismo entró en crisis. La dirección del carlismo tardó en redactar su actividad. Carlos VII depositó su confianza como jefe del carlismo en Cándido Nocedal. Los carlistas mantuvieron su fuerza en Navarra, el País Vasco y Cataluña. La renovación del partido corrió a cargo de Juan Vázquez de Mella, quien propuso un programa adaptado a la nueva situación política el cual se conoce como el Acta de Loredan. La propuesta carlista aceptaba el nuevo orden liberal capitalista.
Una parte del partido acusó a Carlos VII de no apoyar la política católica impulsada contra el liberalismo. El líder de esa corriente fue Ramón Nocedal que fundó el Partido Católico Nacional y se convirtió en un partido católico integrista.
El partido carlistas no olvidó su traición insurreccional y mantenía las jerarquías militares de la última guerra y fundó una milicia llamada el Requeté.