Autoestima, Asertividad y Sociabilidad: Claves para el Bienestar Personal

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Autoestima, Asertividad y Sociabilidad

La Autoestima

A partir del autoconocimiento se conforma la autoestima, que es la valoración (positiva o negativa) que cada persona realiza de sí mismo. Esta valoración se construye a partir de las experiencias y las relaciones con el entorno, en las que ejercen un papel importante las personas significativas, como nuestros familiares y amigos.

Para aceptarse a uno mismo es fundamental disponer de una autoestima ajustada, que tenga en consideración tanto los aspectos positivos como los negativos de nuestra persona:

  • Si la autoestima es excesiva, tendemos a sobrevalorarnos, actuando como si siempre tuviéramos la razón y de manera arrogante.
  • Si la autoestima es baja, tendemos a infravalorarnos y, en consecuencia, actuamos de manera indecisa y con miedo a equivocarnos.

Las personas que tienen una autoestima ajustada tienen mayor capacidad de resiliencia. Es decir, capacidad para enfrentarse y superar o recuperarse de los obstáculos y adversidades que encuentren a lo largo de su vida: en la escuela, en el trabajo, en casa, en la sociedad en general.

La Asertividad

La asertividad es la capacidad de hacer o decir lo que sentimos o pensamos sinceramente, pero sin faltar a los derechos de los demás. Precisamente por eso, está muy relacionada con la sinceridad, con la valentía y con el respeto.

Los desajustes de asertividad se producen cuando nos expresamos de manera agresiva o inhibida.

  • La agresividad supone violencia verbal o física e intentar imponer nuestro criterio sin respetar a los demás. Esta actitud no resuelve los conflictos, pues ocasiona otros nuevos.
  • La inhibición supone cobardía o pereza. Esta actitud no resuelve los problemas, pues no se enfrenta a ellos, por lo que a alguien inhibido se le acumulan las situaciones problemáticas.

La Sociabilidad

Se denomina sociabilidad a la capacidad y tendencia a vivir en sociedad, es decir, a vivir compartiendo con otros individuos de la misma especie tanto un territorio como el trabajo de garantizar la supervivencia de cada individuo y del grupo en su conjunto.

Así pues, el ser humano se completa como persona en la medida en que se relaciona con sus semejantes. El individuo, por consiguiente, debe ser acogido por un grupo humano para proyectarse de manera humana.

Pero vivir en sociedad conlleva establecer reglas o normas para facilitar la convivencia y la estabilidad, pues regulan nuestra conducta y la forma de relacionarnos con los demás. Las normas sociales pueden ser de dos tipos:

  • Explícitas, cuando están formuladas de manera precisa y elaborada (las leyes).
  • Implícitas, cuando pautan los usos sociales, vigentes sin que se formalicen específicamente (las convenciones sociales).

Relaciones entre el Individuo y la Sociedad

La persona puede establecer diferentes tipos de relaciones con la sociedad de la que forma parte. Para simplificar, podemos agruparlos en:

  • Relaciones negativas, basadas en la exclusión y materializadas en actitudes de rechazo o de autoexclusión.
  • Relaciones positivas, basadas en la armonía y manifestadas en la integración entre individuo y sociedad.

Relaciones de Exclusión

Las relaciones de exclusión se establecen cuando existe un rechazo de una de las partes hacia la otra: si la sociedad rechaza al individuo, se produce marginación; si el individuo rechaza a la sociedad, se da la autoexclusión.

Sin embargo, la frontera entre ambas actitudes puede no ser tan clara, pues en ocasiones se entremezclan (como, por ejemplo, en el caso de las personas okupas, que rechazan a parte de la sociedad y, a su vez, son rechazadas por una parte de la sociedad.

Algunas personas tienen predisposiciones negativas hacia determinados grupos de personas, pues consideran que no todos los seres humanos, por ser diferentes, tenemos los mismos derechos.

Los prejuicios sociales consisten en la aplicación de actitudes de rechazo basadas en estereotipos, los más importantes son:

  • Racismo: actitud discriminatoria basada en la creencia de la existencia de razas superiores que se consideran con derecho a tener privilegios.
  • Xenofobia: actitud de rechazo (por recelo, odio, miedo…) hacia personas extranjeras.
  • Sexismo: actitud de discriminación de las personas de un sexo basándose en la creencia de que no existe igualdad entre hombres y mujeres.
  • Homofobia: actitud de rechazo hacia personas homosexuales.

Relaciones de Armonía

Las relaciones de armonía social se establecen cuando existe una integración real entre el individuo y la sociedad. Como consecuencia, se alcanza una situación de convivencia y estabilidad.

Para lograr una efectiva situación de armonía social, se ha de tener presente que se establece una relación recíproca:

  • Por un lado, la sociedad respeta, protege y favorece los intereses del individuo; este respeto y protección se realiza mediante la prestación de servicios a través del Estado. Además, de esta manera, el Estado obtiene satisfacción y reconocimiento por parte de la sociedad, por lo que se produce una mayor identificación social.
  • Por otro lado, el individuo se responsabiliza y es consciente de los intereses generales de la mayoría, por ejemplo, respetando y conservando los bienes públicos, o asumiendo los deberes políticos y sociales como ciudadano; de este modo, se refuerza su actitud cívica.

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