El Auge y Caída del Imperio Romano: De Augusto a la Tetrarquía
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El Alto Imperio
Augusto y la dinastía Julio-Claudia
En el año 27 a. C., el Senado otorgó a Octavio Augusto los títulos de augustus (del latín 'venerable') y princeps ('el más importante del Senado').
- Creó dos órganos administrativos nuevos, que dependían directamente del emperador: el Consejo del príncipe, una cámara paralela al Senado; y el alto funcionariado, cargos paralelos a las magistraturas pero dotados de poder ejecutivo. Esta estrategia limitaba el poder de las instituciones anteriores, sobre todo el del Senado, y reforzaba significativamente el suyo.
- Instituyó la guardia pretoriana, un cuerpo de escolta personal del emperador, y las cohortes urbanas, con el cometido de vigilar la ciudad.
- Clasificó las provincias en dos grupos. El Senado conservó el control de Roma, de la península itálica y de las provincias más romanizadas y pacíficas, que recibieron el nombre de provincias senatoriales. En cambio, las provincias fronterizas pasaron a ser gobernadas por legados, nombrados y controlados directamente por Augusto (llamadas provincias imperiales).
- Mejoró los ingresos del tesoro público introduciendo nuevos impuestos. Estableció, por ejemplo, derechos de aduana en las fronteras del mundo romano (un 25%) y en las fronteras provinciales (un 2%), o tasas sobre las manumisiones de esclavos y sobre las herencias (un 5%).
- Embelleció Roma con templos, basílicas y pórticos, y utilizó los nuevos edificios como propaganda del nacimiento de una nueva era de paz y prosperidad (la llamada Pax Augusta).
- Quiso restaurar la moral y las costumbres y la integridad del matrimonio: favoreció a las personas que tuvieran tres hijos e impidió que los solteros o los casados sin hijos dispusieran libremente de sus bienes.
A Augusto le sucedió Tiberio en el año 14 d. C. Tiberio conquistó la Germania y dio mucho poder a la guardia pretoriana, sobre todo a Sejano, el jefe de esta, que se convirtió en su mano derecha y que estuvo a punto de derrocarlo.
A Tiberio le sucedió Calígula (37-41). Los soldados le apreciaban porque había participado en muchas campañas militares desde pequeño, y le habían puesto el sobrenombre de «botitas» por las caligae de legionario con las que se calzaba. No obstante, al cabo de poco tiempo en el poder, Calígula empezó a hacer extravagancias y a cometer todo tipo de crueldades: así, por ejemplo, condenó a muerte o al exilio a varios miembros de su familia, o tuvo relaciones incestuosas con sus hermanas. Una vez muerto Calígula, el título imperial pasó a Claudio, cuyo mandato incluyó la conquista de Britania y la continuación de las obras públicas y de las reformas administrativas iniciadas por César y Augusto. Claudio fue envenenado por su esposa Agripina, que quería que gobernara su hijo Nerón.
Dinastías de los Flavios y de los Antoninos
La dinastía Flavia (69-96 d. C.) está formada por Vespasiano, Tito y Domiciano. Los Flavios resucitaron la sencillez de los primeros emperadores e intentaron restaurar la autoridad del Senado. Durante el reinado de Tito se produjo la erupción del Vesubio, que destruyó las ciudades de Pompeya y Herculano. La dinastía Antonina comienza con Nerva (96-98), el primero de los llamados «cinco emperadores buenos» junto a Trajano, Adriano, Antonino Pío y Marco Aurelio. Todos ellos fueron elegidos por su predecesor. Trajano llevó a cabo una campaña contra los dacios, los armenios y los partos, tras la cual el Imperio alcanzó su mayor extensión territorial. Los veintiún años de gobierno de Adriano también fueron un periodo de paz y prosperidad; después de renunciar a algunos de los territorios más orientales, consolidó el resto del Imperio y estabilizó sus fronteras. Adriano era un hombre culto que pasó unos años en Atenas y codificó la legislación. El reinado de su sucesor, Antonino Pío, se caracterizó igualmente por el orden y la paz. En cambio, las incursiones de los pueblos germánicos sobre varias zonas del Imperio agitaron el reinado del siguiente emperador, el filósofo estoico Marco Aurelio, autor de unas reflexiones de tipo filosófico y moral llamadas Meditaciones. A Marco Aurelio le sucedió su hijo Lucio Aurelio Cómodo, tirano sanguinario que se consideraba, entre otras cosas, reencarnación de Hércules. Fue asesinado por la guardia pretoriana en el año 192 y con él finalizó la dinastía de los Antoninos (96-192).
El Bajo Imperio
La última etapa de la civilización romana corresponde al denominado Bajo Imperio, que comienza con el advenimiento del emperador Diocleciano (284).
La tetrarquía
En el año 284 subió al trono Diocleciano. Este emperador consiguió controlar la situación en el vasto Imperio romano estableciendo un sistema llamado dominado, una monarquía absoluta de carácter oriental. A partir de entonces el emperador se convirtió en la encarnación personal de la divinidad, no su representante. Diocleciano instauró una nueva forma de gobierno llamada tetrarquía, que consistió en repartir la administración del Imperio entre dos emperadores: Diocleciano se hizo cargo del Oriente del Imperio y Maximiano, del Occidente. Los emperadores recibían el nombre de augustos y cada uno de ellos era asistido por un subemperador o césar, escogido por los augustos como sucesor: Galerio fue el césar de Diocleciano y Constancio Cloro, el de Maximiano. Residían en diferentes ciudades del Imperio para administrar y defender mejor cada zona, aunque siempre bajo el mando de Diocleciano y sin poner en peligro la unidad del conjunto.
Diocleciano llevó a cabo también un buen número de reformas sociales, económicas y políticas:
- Eliminó los privilegios económicos y políticos de los que habían disfrutado Roma e Italia a expensas de las provincias.
- Intentó regular la inflación y el encarecimiento de los productos mediante el control de los precios de los alimentos y otros productos básicos.
- Controló el salario máximo de los trabajadores. Se puede decir que el sistema de Diocleciano creó una maquinaria administrativa más sólida, pero aumentó tanto la burocracia (el número de funcionarios se multiplicó a raíz de la división en cuatro sectores imperiales) que el coste de mantenerla resultó excesivo para los recursos imperiales.
Diocleciano y Maximiano abdicaron en el año 305 y, tal como estaba previsto, los dos antiguos césares (Galerio y Constancio Cloro) pasaron a ser augustos; pero en el momento de escoger nuevos césares, los militares y el Senado presentaron candidatos propios. Esto provocó una guerra civil, que acabó con el ascenso del emperador Constantino I el Grande en el 312. Constantino unificó el Imperio de Occidente bajo su mando y, más tarde, en el 324, tras derrotar al emperador de Oriente Licinio, quedó como único gobernante del mundo romano. Se convirtió al cristianismo, religión que había surgido durante el reinado de Octavio Augusto y que, a pesar de las numerosas persecuciones de las que había sido objeto, se había difundido.
Promulgó el Edicto de Milán (313), que legalizaba el cristianismo, y convocó el primer Concilio de Nicea (325), que unificó las distintas corrientes que había dentro de esta religión. Constantino estableció la capital del Imperio en Bizancio, ciudad que rebautizó con el nombre de Constantinopla (la actual Estambul). Al morir Constantino, en el 337, el Imperio fue escenario de luchas entre rivales que competían para controlarlo, de forma que se escindió y reunificó varias veces hasta que en el 395 se dividió definitivamente: al morir el emperador Teodosio el Grande, que había adoptado el cristianismo como religión oficial del Imperio, su hijo Arcadio se hizo cargo del Imperio de Oriente, y Honorio, su otro hijo, del Imperio de Occidente.
El Imperio romano de Occidente
A lo largo del siglo V, las provincias del Imperio romano de Occidente se empobrecieron debido a los impuestos, al alto coste de mantener el ejército, a la burocracia y a las invasiones de los pueblos germánicos, que emprendieron gradualmente la conquista de los territorios occidentales. Visigodos, vándalos, suevos y alanos fueron conquistando las provincias romanas y constituyendo reinos durante todo el siglo V. De entre los bárbaros invasores, es especialmente famoso Atila, el rey de los hunos, que fue vencido por los romanos en la batalla de los Campos Cataláunicos, tal vez la última gran batalla de la historia de Roma. Rómulo Augústulo, considerado el último emperador romano de Occidente, fue depuesto del trono por Odoacro, el jefe de los hérulos, en el año 476. En Oriente el Imperio romano pervivió y fue conocido como Imperio bizantino. El Imperio bizantino duró hasta que los turcos tomaron Constantinopla en 1453.
La decadencia del Imperio
Entre el 192 y el 235, el emperador más importante fue Caracalla (211-217). En el año 212 otorgó la ciudadanía romana a todos los hombres libres del Imperio. Le sucedieron Heliogábalo y Alejandro Severo. El periodo comprendido entre la muerte de Alejandro Severo y la llegada de Diocleciano, es decir, entre el 235 y el 284, fue de gran confusión y se suele denominar un periodo militar o «Anarquía militar». En los treinta y tres años iniciales, por ejemplo, se sucedieron doce emperadores: casi todos murieron violentamente, en general, a manos de sus propios soldados.
La fundación de Roma
Los mitos cuentan que cuando los griegos se apoderaron de Troya, Eneas -hijo de la diosa Venus y del mortal Anquises- logró salvarse de la destrucción de la ciudad junto a su padre y su hijo. Eneas huyó hacia Italia y desembarcó en la región del Lacio, cerca de la desembocadura del río Tíber. Allí se alió con el rey aborigen Latino, se casó con su hija Lavinia y fundó la ciudad de Lavinio. Ascanio, hijo de Eneas, fundó Alba Longa. Numitor, decimotercer rey de la ciudad, fue destronado por su hermano Amulio. Para evitar que los hijos de Numitor le arrebataran el poder, Amulio convirtió a su sobrina, Rea Silvia, en una virgen vestal, obligándola así a vivir en castidad. A pesar de ello, Rea Silvia, poseída por el dios Marte, engendró dos gemelos: Rómulo y Remo. Para protegerlos de Amulio, los abandonó a orillas del Tíber. El río creció y se los llevó al pie de una colina: el monte Palatino. Allí los acogió y alimentó una loba y, finalmente, los recogió un pastor. Al hacerse adultos, Rómulo y Remo, que conocían su origen, reunieron un ejército y mataron a Amulio para restablecer a su abuelo Numitor en el trono de Alba Longa. Ellos se instalaron en el emplazamiento de la futura Roma. Para establecer cuál de los dos constaría como fundador de la ciudad, recurrieron a la observación del vuelo de las aves. Estas designaron a Rómulo como fundador, en una fecha mítica que se ha fijado en el 753 a. C. Entonces los hermanos se pelearon. Rómulo mató a Remo y se convirtió en el primer rey de Roma. También cuenta la leyenda que en la Roma de aquellos primeros tiempos escaseaban las mujeres. Para resolver esta situación, Rómulo invitó al pueblo vecino de los sabinos a una fiesta, con la intención de que cada romano raptase a una mujer sabina y se la llevara a Roma. Rómulo mató al rey y se quedó con su mujer, Hersilia. Este crimen debería haber desencadenado una guerra entre ambos pueblos, pero las mujeres lo impidieron: romanos y sabinos firmaron la paz y dispusieron que Roma sería gobernada alternativamente por un romano y un sabino.
La monarquía
A partir de Rómulo (753 a. C.) y hasta el año 509 a. C., el gobierno de Roma fue monárquico. En total, durante la etapa monárquica hubo siete reyes, que se dividen en dos grupos: los latinosabinos (los cuatro primeros) y los etruscos (los tres últimos). A partir del quinto rey, Lucio Tarquinio Prisco, la monarquía se convirtió en hereditaria. Los reyes tenían en exclusiva el derecho de auspicium, es decir, la capacidad de interpretar los designios de los dioses en nombre de Roma. El rey también disponía de imperium, un amplio poder público de carácter militar y judicial. Correspondía al rey, igualmente, designar a los miembros del Senado. Los símbolos del poder de los reyes de Roma consistían en: un cortejo de doce lictores que llevaban las insignias, el derecho a sentarse en la silla curul (su trono), la toga picta -una túnica púrpura-, un calzado rojo y una diadema plateada.
Los siete reyes de Roma
- Rómulo (753-715 a. C.). Nombró un Senado.
- Numa Pompilio (715-673 a. C.), estableció los fundamentos de la religión.
- Tulio Hostilio (672-641 a. C.). Inició un periodo bélico que llegó a su punto álgido con la destrucción de Alba Longa.
- Anco Marcio (640-617 a. C.). Expandió el poder de Roma en dirección al mar.
- Lucio Tarquinio Prisco (616-578 a. C.). Llevó a cabo grandes reformas políticas y urbanísticas.
- Servio Tulio (577-535 a. C.). Instauró el primer padrón.
- Lucio Tarquino, el Soberbio (534-509 a. C.). Empezó su reinado asesinando a Servio Tulio, con la ayuda de la hija de este, Tulia. Durante su reinado se produjeron tensiones importantes con el Senado, el cual consiguió finalmente exiliarlo.
La expansión por Italia
El periodo republicano se caracterizó por una expansión territorial muy importante, que llevaría a la ciudad de Roma a dominar todo el Mediterráneo. Hay que recordar que, en sus inicios, Roma era una pequeña aldea que apenas dominaba la región del Lacio. La expansión comenzó por Italia, con algunos episodios importantes:
- Las guerras samnitas (343-290 a. C.). Varios pueblos italianos se unieron para oponerse a la expansión de Roma. En el marco de estos enfrentamientos, en el año 338 a. C., Roma logró disolver la Liga Latina, de la que formaban parte los pueblos latinos y volscos. Más tarde, en el año 283 a. C., fue derrotada la confederación de los pueblos itálicos del norte (etruscos, umbros y galos), y poco tiempo después lo fue la de los pueblos del sur.
- En el 281 a. C., la colonia griega de Tarento, situada al sur de la península itálica (Magna Grecia), se sublevó contra Roma y para ello solicitó ayuda a Pirro, rey de Epiro. Aunque Pirro ganó numerosas batallas, sus campañas no detuvieron a los romanos y el rey regresó a Grecia. Durante los diez años siguientes, Roma completó la conquista del sur de Italia.
El control del Mediterráneo
Una vez dominada Italia, Roma se propuso expandirse por el Mediterráneo. El episodio más conocido de esta etapa son las guerras púnicas, que enfrentaron a Roma y Cartago (Cartago controlaba el norte de África y buena parte de la península ibérica). Comprenden tres etapas:
- La Primera Guerra Púnica (264 a. C.-241 a. C.) se libró inicialmente en Sicilia, pero después llegó a Hispania, territorio que se repartieron romanos y cartagineses. Los cartagineses estuvieron comandados por Amílcar Barca y después por Asdrúbal Barca.
- La Segunda Guerra Púnica (218 a. C.-202 a. C.) es la más famosa, sobre todo por la expedición del ejército de Aníbal contra Roma, cruzando los Alpes. Esta guerra provocó la derrota de Aníbal en la batalla de Zama, a manos de Publio Cornelio Escipión el Africano, y la llegada de los romanos a Ampurias en el año 218 a. C.
- La Tercera Guerra Púnica (149 a. C.-146 a. C.) tuvo lugar íntegramente en territorio africano, y significó la destrucción completa y definitiva de la ciudad de Cartago por parte de Publio Cornelio Escipión Emiliano.
Los conflictos internos
Los principales beneficiarios de la expansión territorial romana fueron las grandes familias patricias, que recibieron inmensos latifundios trabajados por esclavos. En cambio, la guerra arruinó a los campesinos pobres, que se vieron obligados a emigrar a Roma. En este contexto de desequilibrio y descontento social, tuvieron lugar -desde el siglo II a. C.- las guerras sociales, que tuvieron tres hitos:
- Los intentos de reforma agraria de los hermanos Graco. A mediados del siglo II a. C., el reparto de la tierra era muy desigual, ya que algunos propietarios tenían grandes latifundios que a menudo mantenían abandonados, mientras que el pueblo se moría de hambre porque no podía cultivarlos. Los hermanos Graco propusieron distribuir el suelo público entre los pobres y repartir trigo al pueblo. Los senadores no vieron con buenos ojos estas reformas y ambos hermanos murieron asesinados.
- El levantamiento de los pueblos itálicos para reclamar el derecho completo de ciudadanía (91-88 a. C.). El tribuno Marco Livio Druso había prometido tierras a los plebeyos y la concesión de la ciudadanía romana a los pueblos itálicos. Este último punto no fue bien visto por los senadores y en el año 91 a. C. Druso fue asesinado. Entonces, los ejércitos aliados itálicos se rebelaron e iniciaron la Guerra Social (91-88 a. C.). Aunque estos pueblos fueron derrotados, finalmente lograron la plena ciudadanía romana.
- La revuelta de esclavos de Espartaco (73-71 a. C.). Espartaco era un gladiador tracio sometido a la esclavitud. En el año 73 a. C., Espartaco y unos setenta compañeros escaparon de la escuela de gladiadores y encabezaron una revuelta de esclavos que derrotó varias veces a los ejércitos romanos. Finalmente, Craso los sometió y Espartaco murió. Gran parte de sus hombres fueron crucificados a lo largo de la vía Apia, a las afueras de Roma.