El Asombro y la Duda: Fundamentos del Pensamiento Filosófico y la Búsqueda del Saber

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El Asombro: La Chispa Inicial de la Filosofía

Comenta Aristóteles en su Metafísica que el origen de la filosofía conviene buscarlo en la admiración o el asombro. La máxima Primun vivere; deinde philosophare (primero, vivir; después, filosofar) establece la prioridad. El ser humano lucha primero por sobrevivir, por instalarse en el mundo, por asegurar su futuro inmediato. Después, una vez resuelto lo inmediato, es capaz de mirar a su alrededor desinteresadamente, no para satisfacer ninguna necesidad común7, ni con prejuicios o con intereses previos, sino atendiendo a lo que la realidad misma le propone.

La Mirada Desinteresada y el Nacimiento de la Pregunta

Esta mirada desinteresada permite al hombre admirarse por las cosas. Cuando mira así al árbol, ya no lo ve como material de construcción, sino como árbol: descubre entonces lo extraño y maravilloso de esa realidad. La admiración conduce a la pregunta; la pregunta exige respuesta. Surgen interrogantes fundamentales:

  • ¿Cómo es posible que de una insignificante semilla nazca semejante pilar, sólido y poderoso, capaz de generar cientos de semillas durante su prolongada vida?
  • ¿Por qué completa ciclos siempre iguales de crecimiento hacia el verdor, hasta llegar a los ocres y amarillos, terminar deshojado, y vuelta a empezar?
  • ¿Por qué otros árboles no pierden hojas? ¿Por qué algunos se secan definitivamente?
  • ¿De qué están hechos los árboles? ¿Y los animales? ¿Cuántos y qué elementos constituyen la naturaleza? ¿Todo será agua? ¿Agua y fuego? ¿Átomos?

Esto respecto de los seres que habitan la tierra, pero ¿qué hay de los astros y de su eterno y regular movimiento?

La Gratificación en el Saber, Más Allá de la Utilidad

Estas preguntas, y sus respuestas, no eran útiles para el griego. No le resolvían los problemas inmediatos, ni ganaba dinero por derechos de autor. Ya entonces algunos ciudadanos se reían de personajes como Tales de Mileto, por perder el tiempo en cosas inútiles8. Pero las respuestas que se revelaban poco a poco como parcialmente verdaderas, eran satisfacción suficiente. La gratificación estaba en el saber, no en el resultar útil.

El Filósofo y el Poeta: Amantes de lo Maravilloso

Esto, según Aristóteles —pensador cumbre del genio griego—, es lo que tienen en común el filósofo y el poeta: los dos van más allá de lo útil e inmediato, los dos han de habérselas con lo maravilloso9. Esto ocurre gracias a dos tipos de admiración:

  1. Admiración Pasiva: Fruto de la singular belleza o extrañeza de lo que se les presenta, insospechadamente, al poeta o al filósofo.
  2. Admiración Activa: Ejercicio constante y voluntario de la admiración10, como actitud indispensable de quien busca más allá de las apariencias y de la utilidad, más allá de lo que ya sabe y tiene por seguro.

Recapitulemos: El desinterés nos permite admirarnos; y la admiración nos lleva a la pregunta, nos invita a conocer, porque admirarnos es también cobrar conciencia de lo que ignoramos. La pregunta, a su vez, nos pide una respuesta, pues solo en ella descansa, satisfecho, nuestro espíritu. La búsqueda de esa respuesta cierta, la aventura de buscar desinteresadamente el amado saber, es el primer origen de la filosofía y, también, de la palabra filósofo: philo-sopho (amante del saber).

La Duda: El Examen Crítico del Conocimiento

Una vez que he satisfecho mi asombro y mi admiración con el conocimiento de lo que existe, pronto se anuncia la duda, nos recuerda Jaspers11. Los primeros pasos en el conocimiento de la realidad son siempre menesterosos (insuficientes). La realidad resulta mucho mayor de lo que somos capaces de atrapar en nuestras fórmulas, definiciones o teorías.

La Duda como Aliada del Saber

Algunas afirmaciones tomadas por ciertas resultan contradictorias y nuestra razón llega a callejones sin salida. También la interpretación que hacemos de los datos obtenidos por nuestros sentidos —vía de contacto con la realidad— resulta, a veces, engañosa.

Todas estas constataciones nos invitan a repensar, a profundizar, a matizar, a examinar bien nuestras respuestas y su adecuación con la realidad. Aunque parezca enemiga del saber, la duda es, en realidad, fuente del examen crítico. Cuando la duda es sana y no pretende negar lo innegable, se convierte en una aliada del saber humano.

Las verdades filosóficas y científicas afinan así sus instrumentos y metodologías, ganan en precisión, corrección, matices y rigor. Gracias a la duda misma, el ser humano es capaz de, superándola, conquistar el terreno de la certeza.

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