Arte realidad imaginativa

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BUCHAR, Inés – Arte autónomo y arte politizado En: Cuestiones de arte contemporáneo.


Durante la primera mitad del SXX, la relación entre arte y política se ha complejizado, debido a la incorporación de técnicas de reproducción masiva. Para abordar este tema, la autora hace referencia a la discusión sostenida entre Theodor W. Adorno y Walter Benjamín.

Benjamín:


El arte reproductible como instrumento para la emancipación de las masas:

En la modernidad, el arte se independiza de su función religiosa para transformarse en el arte autónomo burgués. Pero el aura establece una relación con su origen religioso. Según Benjamín el arte reproductible, al destruir el aura –el aquí y ahora irrepetible- de la obra tradicional, no está ya vinculado a lo religioso sino a lo político. Este, permitiendo el acceso masivo, puede convertirse en un elemento de emancipación de las masas que permitiría establecer una sociedad igualitaria y desideologizada.

Interpreta que los seres humanos se exponen a efectos de shock como el del cine para poder adaptarse a los peligros que lo amenazan en la gran ciudad: el aparato perceptivo ya no funciona de modo contemplativo sino que se caracteriza por la dispersión. Plantea que el arte tradicional es ya convencionalmente aceptado por lo cual no es criticado; las vanguardias son criticadas por incomprensibles, por lo cual no pueden ser gozadas; es entonces el arte reproductible en único que hace posible una actitud crítica (permite valorar la obra) y fruitiva (que causa placer).

El acercamiento del espectador a la obra de arte puede llegar a ser tal que éste quede incluido en ella, y que desaparezca la distinción entre actor y espectador. En el ámbito de la literatura también se desdibuja la distinción entre autor y público (por ejemplo en las cartas de lectores). La generalización de la competencia literaria permitiría que las contradicciones sociales y las relaciones de dominación sean expuestas discursivamente, evitando así la violencia.

El arte reproductible como instrumento de dominación de las masas:

En el cine tanto el aura del actor como la del personaje son reemplazadas por la personalidad, construcción artificial que da culto a la estrella de cine. La radio y el cine no sólo modificaron la función del actor tradicional sino también la de los gobernantes: el escenario tradicional de los teatros y parlamentos ha sido modificado por la pantalla. Explica Benjamín que las crisis de las democracias burguesas y el fortalecimiento de las dictaduras se apoya en la exhibición de la figura del gobernante en los medios de reproducción masiva, a los que accedía un número ilimitado de espectadores.

Los medios técnicos de reproducción masiva permiten a su vez la reproducción de las masas. En la propaganda fascista las masas es público y también, materia objeto de manipulación por parte del gobierno dictatorial.

Estetización de la política vs. Politización del arte:

Benjamín, señala el peligro que puede causar la utilización de estos medios por parte del fascismo. El fascismo recurre a una utilización cultual de los medios técnicos consumando la estetización de la vida política, de este modo permite a las masas manifestarse pero sin hacer valer sus derechos. Dicho esteticismo político culmina en la guerra, que deviene en espectáculo que posee placer estético.

Establece una relación de esta situación con la idea de l´art pour l´art –donde el arte es un fin en sí mismo excluyendo todo lo extra-artístico: ya sea social, moral, político, etc-. Plantea que la absolutización de un criterio estético desinteresado culmina en la negación del interés humano primario, como es la conservación de la vida.

Así como el fascismo propicia la estetización de la política, el comunismo haría posible la politización del arte (el texto no explica por qué).

ADORNO:


La concepción dialéctica del arte autónomo:

Adorno plantea una revalorización del arte autónomo-propio de la obra de arte burguesa- y su poder crítico frente a la postura de Benjamín, que le negaba poder emancipatoria. Adorno objeta a Benjamín el hecho de que enfoque dialécticamente sólo la tecnificación y la alienación social sin tener en cuenta el aspecto dialéctico de la obra de arte autónomo. Considera que la obra de Benjamín peca de un Romanticismo anárquico por establecer una confianza ciega en la autonomía del proletariado en pos de sacrificar la obra de arte.


Propone Adorno que tanto la obra de arte autónoma como los medios reproductibles pueden funcionar como herramienta del capitalismo, así como pueden ser transformadores. Es decir que la transformación del arte se produce a través de la relación dialéctica entre el artista y el material artístico.

Comparte la creencia de la desaparición del aura en la obra de arte reproductible.

Crítica a la industria cultural: Adorno, en el texto Dialéctica de la Ilustración sostiene que la sociedad de masas no constituye una degeneración del sistema liberal burgués sino que es el resultado natural del desarrollo del sistema en una etapa avanzada. Propone que tanto el nazismo, por medio del terror, el disciplinamiento y la propaganda política; así como el gobierno estadounidense, mediante la manipulación de los medios masivos y la cultura de masas lograron el control y la represión ideológica. Desde un aspecto político, considera que el colectivo (la masa)
No piensa: sólo los individuos piensan; de allí que la revolución no es ni una clase, ni la masa, sino que debe darse una relación dialéctica entre los intelectuales y el conjunto de los individuos.

Utiliza el término “Industria Cultural” desde un punto de vista crítico-reflexivo: esta consiste en el sistema conformado por el cine, la radio, las revistas y llega incluso a incluir la estética de las exposiciones industriales y la arquitectura urbana. Este sistema da lugar a una falsa unidad universal anulando particularidades. “Así, la diversidad de áreas particulares de la cultura queda anulada por la identidad de la cultura de masas. En este contexto, el cine y la radio se muestran como simples industrias y negocios, sin que se les exija aparentar ser arte, pues las ganancias que producen justifican la necesidad social de sus productos”. Los productos adquieren un carácter estándar que, en un comienzo surge de las necesidades de los consumidores, pero luego se establece un círculo de manipulación de las necesidades para consolidar la unidad del sistema.

Según Adorno, los productos artísticos son el resultado de la libre actividad de la imaginación, por lo cual contrastan con la actividad planificada de la industria cultural. Entonces, si se recurre a los medios técnicos reproductibles, un producto no podría ya ser considerado artístico por carecer de autonomía respecto al sistema imperante.

El público también ese vuelve un producto del sistema de la industria cultural, se borra en él todo rasgo de espontaneidad, ya que es dirigido autoritariamente para lograr aceptación (por ejemplo, de programas de radio semejantes en distintas emisoras).

ARTE Y POLÍTICA A COMIENZOS DEL SXXI

Está discusión se inserta en la actualidad. Buchar, entonces, analiza la Documenta 11, Kassel, 2002, en la que puede verse aplicada esta discusión. Esta Documenta, tuvo como objetivo registrar a través del arte, los problemas políticos y sociales del mundo: el tema de la exposición no fue el arte mismo, sino el arte como médium de la situación político-social mundial.

Según Peter Bürguer, hubo obras dentro de la Documenta, que superaron la oposición entre la contemplación de la obra única y la recepción dispersa de la obra reproductible, así como también la oposición entre arte politizado y autónomo. Muchas de ellas consistían en series fotográficas, conjuntos de obras, instalaciones, filmes o videos. Pero el espectador no se enfrenta a una sucesión acelerada de imágenes (en los filmes las tomas son lentas) por lo cual no le ocasionan una percepción dispersa.

Toma como ejemplo puntual la obra “Un filme irrealizable” de Alejandra Riera (Buenos Aires) con colaboración de Doina Petrescu (Rumanía), en la cual son incluidos textos escritos, fotografías y la proyección de un documental de tres horas de duración, en distintos idiomas. La obra tiene un fuerte contenido social y político en relación a la situación marginal de la mujer en países no desarrollados. Las artistas explican que su trabajo no puede resolver cuestiones sociales o políticas pero si puede registrar hasta qué punto no están aún resueltas. Lo que se proponen no es transmitir información, sino reflexionar. Se plantean finalmente, de qué modo podrían dejar de contribuir a la “máquina de la (des)información” de los medios masivos de comunicación.

En un siguiente apartado, Inés Buchar cita fragmentos de diversos autores en referencia a estos temas. Uno es “Fascinante fascismo” de Susan Sontag, critica los documentales de Riefenstahl (wikipedia: fue una actriz, fotógrafa y cineasta alemana, célebre por sus talentosas producciones propagandísticas del régimen de la Alemania nazi) acusándolos de ser en realidad propaganda política:”el documento (la imagen) no es sólo el registro de la realidad sino que es una razón por la que la realidad se ha construido”.


Según Sontang, tanto el arte fascista como el comunista tienen la función de inmortalizar a sus jefes y doctrinas. Hace que las masas se vuelvan diseño. Explica que el nacionalsocialismo, no sólo consistíó en brutalidad y terror, sino que también presentaba un ideal de culto a la belleza, de la vida como arte.

Cita también a Paúl Virilio, quien reflexiona sobre la sonorización del cine en la recepción masiva y las implicancias ético-políticas. Durante la gran depresión, se instaura tanto en Europa como en EEUU el

método silencio. Así, explica el autor, el silencio en los filmes representan consentimiento, abstención. Al desembocar en el totalitarismo nazi, imagen y sonido actuaran de modo sincronizado: el cine hablado se convertirá en uno de los instrumentos predilectos de los totalitarismos nacientes.

Un fragmento de Adorno ahonda en la idea de la relación dialéctica entre el artista y su material antes explicada- sujeto y objeto se relacionan recíprocamente. Propone que Schönberg es transformador en el modo de comportarse con su material: “El compositor no alardea ya ser el creador de su material; pero tampoco obedece la regla, dada de antemano de ese material“.


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