El Arte Gótico: Vidrieras y el Gótico Manuelino
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El Gótico Manuelino en Portugal
Este estilo, desarrollado durante el reinado de Manuel I (1495-1521), presenta características similares al gótico isabelino español: un gusto decorativista propio del gótico flamígero, estructuras arquitectónicas simplificadas y una fusión con elementos renacentistas. Aunque principalmente arquitectónico, también se manifestó en la escultura y las artes decorativas. Se caracteriza por la exuberancia decorativa y el mantenimiento de las estructuras y espacios góticos.
Su peculiaridad reside en la naturaleza del imperio portugués de la época. Mientras otros estilos utilizaban motivos vegetales, la vocación marinera de Portugal y la expansión de su imperio ultramarino influyeron en la adopción de motivos marinos: conchas, corales, olas, anclas, instrumentos náuticos y, sobre todo, nudos de cuerda que decoran arcos, florones, pináculos y lóbulos.
Ejemplos destacados son el Monasterio de Batalha (finales del siglo XIV), el Monasterio de los Jerónimos de Belém y la Torre de Belém, centro de recaudación de impuestos proyectado por Francisco de Arruda y ejecutado por Diego Boitaca, quien también trabajó en el Monasterio de Jesús de Setúbal.
La Vidriera: Simbolismo, Técnica e Historia
Simbolismo
La vidriera en el arte gótico se entiende a través del simbolismo de la luz en la tradición cristiana. La luz se asocia con la divinidad: lux spiritualis (Dios) y lux corporalis (luz natural, manifestación de Dios). La vidriera filtra y transforma la luz natural en una luz no-natural, símbolo de Dios, que traslada el espacio arquitectónico a una dimensión trascendente.
Técnica
La técnica vidriera, descrita en Schedula Diversarum Artium del monje Teófilo (c. 1100), se basaba en:
- Un boceto a pequeña escala.
- Un cartón a tamaño real para guiar la colocación y emplomado de los vidrios.
- Dibujo con soldadura de estaño o polvo de vidrio con virutas de hierro sobre los vidrios.
- Cocción para fundir la pintura con el vidrio.
Posteriormente, se introdujo la grisalla para efectos de claroscuro y, a principios del siglo XIV, el amarillo de plata para crear diversas tonalidades.
Los Grandes Conjuntos de Vidrieras
La vidriera gótica tuvo su mayor esplendor en el norte de Francia. En Le Mans, Poitiers y Saint-Denis se conservan ejemplos del siglo XII. Estilísticamente, parte de la recuperación de formas antiquizantes del estilo 1200, como en las vidrieras de la Catedral de Canterbury.
La Catedral de Chartres (1190) posee uno de los conjuntos mejor conservados, con una iconografía centrada en la Virgen, Cristo, pasajes bíblicos y escenas cotidianas. Destacan tres rosetones y el contraste cromático entre azules y rojos en la decoración, y verdes, púrpuras, amarillos y blancos en las figuras.
La Sainte-Chapelle de París (c. 1240) representa la culminación de la vidriera gótica en la creación de un espacio trascendente. Su programa iconográfico narra la historia bíblica y la llegada de las reliquias de la Pasión a París, con alusiones a la monarquía francesa. Aunque con rasgos del estilo de Chartres, se observa una evolución hacia el gótico pleno.
Con el tiempo, las vidrieras se volvieron más luminosas mediante vidrios más finos y traslúcidos, enriquecidos con grisallas. Estrasburgo y Colonia difundieron el estilo francés en las regiones germanas, mientras que en Inglaterra se incorporaron a las tracerías caladas (York, Exeter, Gloucester).
En España, destacan las vidrieras del Monasterio de las Huelgas (Burgos, 1200-1220) y, sobre todo, la Catedral de León (1270-1277), con influencia francesa y una iconografía dedicada a la Virgen, Cristo, santos y Alfonso X el Sabio. En el siglo XIV, destaca el rosetón de la Catedral de Toledo, con influencia italiana. En el siglo XV, se completaron las vidrieras de León y se creó el rosetón de Santa María del Mar (Barcelona).