El Arte Figurativo Románico: Simbolismo, Expresión y Narrativa

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Artes Figurativas en el Románico

El centro gravitatorio del arte románico lo constituye el edificio. Así, las iglesias románicas configuran un espacio interior mágico, que busca colmar todo el componente simbólico y espiritual del ser humano del medioevo. En sus fachadas y en los capiteles se ubica la escultura; mientras que la pintura ocupa los muros y domina los ábsides. La pintura, pues, se subordina a la fábrica, pero tiene una gran significación teológica. Cristo irradia respeto y temor.

Debe además ilustrar a ese hombre de la época sobre el contenido esencial de las sagradas escrituras, de una forma clara, contundente y expresiva, para que sea la imagen el vehículo de transmisión intelectual, sustituyendo de esta forma a la palabra escrita, apenas accesible al vulgo.

Esta pintura se ofrece en tres variedades: frescos murales, frontales y miniaturas. Respecto a la pintura mural, es preciso advertir que se conserva mínimamente, habiendo sido objeto de sistemáticas destrucciones. Pero es evidente que los grandes monumentos del románico tuvieron en su día una pintura a la altura de las circunstancias. También se suele olvidar la gran difusión, ya que alcanza a Dinamarca (por ejemplo, en Skibet, Jutlandia), Suecia, Hungría y Yugoslavia.

La pintura mural tiene una gran relación con la miniatura, pero ésta constituye un arte más rico y propio de gente letrada, con una iconografía más amplia y un repertorio formal más abundante. En cambio, la pintura mural acredita un mayor carácter popular. Se trata de un arte anónimo, que reconoce dos clases de autores: eclesiásticos (en especial, monásticos) y laicos, los cuales tenderían a prevalecer en la época gótica. Además, los fresquistas románicos dispersaron su estilo en los largos desplazamientos a que sometieron su actividad. Hecho que prueba la internacionalidad de su estilo.

Conceptos Esenciales del Arte Románico

  • Profunda religiosidad del mundo medieval europeo, común a todos los cristianos de la época.
  • Predominio de lo espiritual sobre lo terrenal.
  • El templo como microcosmos religioso.
  • Arte para la eternidad: mundo divino inmutable, eterno y ordenado.
  • Concepción jerárquica y simbólica del arte.

En cuanto al estilo, puede decirse que se constituye como una continuación de lo carolingio, otónico, copto y bizantino. Sin desconocer la influencia poderosa que la miniatura española tiene, sobre todo la de los beatos.


La expresión plástica, y por lo que se refiere a los interiores de la iglesia, es la pintura la principal protagonista. Une a su valor simbólico y narrativo el efectismo del color, cuyo impacto contribuye decisivamente a recrear el ambiente de misticismo sobrenatural que envuelve al cristiano de la época.

El arte persigue la restitución de un entorno ajeno al mundo cotidiano, lleno de mensajes que enlacen al espectador con la divinidad, que lo lleven de «camino hacia Dios» y lo distancien por un tiempo del mundo real. Con la finalidad de separar lo divino de lo terrestre, el artista románico prescinde casi por completo del paisaje. No interesa la perspectiva, aunque se gradúa la profundidad de la pintura mediante franjas paralelas de diversos colores.

Por ello, en la pintura románica prevalecerá su valor expresivo, su valor narrativo y su valor simbólico, principalmente. Y en aras de conseguirlo se perfilan las figuras con gruesos trazos, y se aplican colores planos y llenos de vigor. Tanto, que del propio color surge una intensa luminosidad pictórica. No hay movimiento real en las imágenes, que además están tocadas de un hálito divino que las hieratiza. Se desentienden de cualquier vinculación realista de proporcionalidad o de perspectiva; se busca la grafía clara y descriptiva; se simplifican las imágenes en un esfuerzo magnífico de sintetización y se enfatizan los símbolos con efectos de color, expresivos o de desproporción. Incluso, con todo tipo de convencionalismos, tan propios de un arte ideográfico: recursos esquemáticos; pies en «V»; economía de trazos; pliegues simétricos; idea de profundidad transmitida por medio de la superposición de cabezas; sensación de movimiento a través de la repetición paralela de los gestos de varias figuras, etc.

Nada debe confundir su lectura y por ello las composiciones son simples y regulares, predominando las simétricas, y por eso mismo también se tiene un especial cuidado en localizar los temas con una estricta jerarquización espacial. En el ábside central, Pantocrátor o la Virgen; en los muros laterales, narraciones del Antiguo y del Nuevo Testamento, cuya lectura debe hacerse habitualmente de izquierda a derecha y de arriba abajo. De ahí que al templo románico se le considere con razón una auténtica Biblia en imágenes.

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