Arte y Arquitectura del Siglo XIX: Corrientes, Innovaciones y Obras Emblemáticas

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La Arquitectura del Siglo XIX: Transformación y Nuevas Corrientes

En el siglo XIX, la Revolución Industrial transformó profundamente la sociedad europea, especialmente en el ámbito urbano. El crecimiento de las ciudades generó nuevas necesidades habitacionales, de transporte e infraestructura, lo que impulsó el surgimiento de una arquitectura adaptada a estos cambios. En este contexto, convivieron distintas corrientes: unas miraban al pasado, mientras otras exploraban los avances técnicos y materiales del presente.

El Historicismo y el Eclecticismo

Por un lado, se desarrolló el Historicismo, una corriente que recuperaba estilos arquitectónicos de épocas anteriores, estrechamente vinculada al auge de los nacionalismos en Europa. Se buscaba reforzar las identidades nacionales a través de estilos del pasado, especialmente medievales. Esta tendencia dio lugar al Eclecticismo, una mezcla de estilos según la función del edificio. Un ejemplo representativo fue el conjunto del Ring de Viena, donde cada edificio adoptaba un estilo distinto según su simbolismo: neogriego para el Parlamento, neorrenacentista para la universidad, neogótico para la iglesia votiva. Dentro del Historicismo, el Neogótico fue particularmente importante, con arquitectos como Pugin en Inglaterra y Viollet-le-Duc en Francia.

Innovación en Materiales y la Escuela de Chicago

Al mismo tiempo, el progreso técnico introdujo materiales como el hierro colado y el vidrio, que permitieron nuevas formas constructivas. Estos materiales respondían a las exigencias de la nueva sociedad industrial: estaciones de tren, puentes, fábricas, bibliotecas, y especialmente las grandes instalaciones para las Exposiciones Universales. Obras como el Palacio de Cristal (Paxton, 1851) o la Torre Eiffel (Eiffel, 1889) simbolizaron esta nueva era técnica. A finales de siglo, el cemento también comenzó a incorporarse como material estructural clave, anticipando la arquitectura del siglo XX.

En paralelo, en Estados Unidos, el incendio de Chicago en 1871 obligó a reconstruir la ciudad, y allí se dieron las condiciones para una revolución arquitectónica. La falta de espacio y el alto valor del suelo llevaron a construir en altura, dando origen a los primeros rascacielos, gracias al uso de estructuras metálicas internas. Este desarrollo marcó el nacimiento de la Escuela de Chicago, encabezada por Louis Sullivan, quien sentó las bases del Funcionalismo con su célebre principio: “la forma sigue a la función”. Este enfoque práctico y racional influiría decisivamente en la arquitectura moderna del siglo XX.

El Impresionismo: Características y Artistas Clave

Características del Impresionismo (Siglo XIX)

  1. Captura del momento fugaz: Los impresionistas buscaban representar instantes efímeros de la realidad, especialmente los efectos cambiantes de la luz y la atmósfera.

  2. Interés por la luz natural: Pintaban al aire libre (plein air) para observar directamente cómo la luz influía en los colores de los objetos a distintas horas del día.

  3. Colores puros y brillantes: Rechazaban los tonos oscuros y el negro. Usaban colores vivos aplicados en pinceladas sueltas que, desde lejos, se mezclaban ópticamente en el ojo del espectador.

  4. Técnica de pincelada suelta: Utilizaban pinceladas rápidas y visibles, sin difuminar, para dar sensación de movimiento y espontaneidad.

  5. Temas cotidianos y modernos: Se alejaron de temas históricos o religiosos. Preferían escenas urbanas, paisajes, momentos de ocio, personas comunes y naturaleza.

  6. Enfoque subjetivo: No pretendían copiar la realidad tal cual, sino transmitir la impresión personal del artista frente a lo que veía.

  7. Innovaciones en la composición: Influenciados por la fotografía y el arte japonés, experimentaron con encuadres asimétricos, diagonales y cortes abruptos.

  8. Rechazo académico: Fueron rechazados por los salones oficiales de arte, por lo que organizaron sus propias exposiciones. El nombre “Impresionismo” viene de una crítica burlona a la obra Impresión, sol naciente de Claude Monet (1874).

Artistas Impresionistas Destacados

  1. Claude Monet: Impresión, sol naciente (1872)

  2. Pierre-Auguste Renoir: El almuerzo de los remeros (1881)

  3. Edgar Degas: La clase de danza (c. 1874)

Obras Maestras de la Pintura del Siglo XIX

La libertad guiando al pueblo de Eugène Delacroix (Romanticismo)

Descripción y Composición

Delacroix estructura la obra en un triángulo donde la bandera de Francia ocupa el vértice superior, y los cuerpos muertos, en primer plano, ocupan la base. La figura femenina se convierte en el eje central, alrededor del cual se distribuyen el resto de personajes. Al fondo se intuye la silueta de las dos torres de Notre-Dame, un detalle que permite situar geográficamente la acción. Un aspecto destacable de la obra es la gran movilidad que Delacroix imprime a la escena, dando más importancia a la línea curva y elevando ligeramente la figura principal, de manera que ningún obstáculo visible puede detener su progreso.

La obra está dominada por tonalidades oscuras y ocres. Delacroix rompe esta monotonía con la inclusión de los colores de la bandera francesa: blanco, rojo y azul. Estos colores son iluminados por un foco irreal que el artista dispone para destacar estas zonas. Todo indica que Delacroix ha supeditado las funciones naturalistas del color y de la luz a su voluntad de crear un dinamismo interno que refuerce el carácter combativo del cuadro.

Temática y Simbolismo

Hemos de enmarcar esta obra dentro de la tradición del género que constituye la pintura histórica. El cuadro muestra, de modo alegórico, los hechos revolucionarios que se produjeron en París en julio de 1830 y tiene como finalidad remarcar el espíritu batallador y de rebelión que unió al pueblo francés. En él están representadas varias clases sociales: la burguesía, en la figura que lleva chistera; los artesanos, con camisa blanca, y la gran masa popular que ocupa el fondo de la obra. Guiando a todos, la personificación de la libertad ondeando la bandera de la nación.

El 3 de mayo en Madrid de Francisco de Goya (Neoclasicismo/Romanticismo)

Descripción Formal y Expresividad

La composición se articula en dos grupos: a la izquierda, una hilera de personas que ha sido, es o será ejecutada; a la derecha, el pelotón de soldados alineados en diagonal, sin mostrar el rostro. La luz, que ilumina a los personajes de la izquierda y deja en la penumbra a los soldados de la parte derecha, refuerza la diferenciación de los dos grupos. La figura que tiene los brazos alzados y parece encararse a los soldados se convierte en el foco central de la obra, alrededor del cual se distribuyen el resto de figuras. Una línea alta del horizonte convierte al espectador en un protagonista más y, al mismo tiempo, potencia el realismo del tema representado.

Goya muestra la expresividad de los personajes a partir de escorzos violentos y con una sabia descripción de sus actitudes: miedo, terror, resignación, heroísmo, etc. Por el contrario, los soldados franceses parecen autómatas, figuras no humanas que representan máquinas de matar. Goya abandona el heroísmo del Neoclasicismo para forjar un camino propio; se aparta de las convicciones pictóricas vigentes y se vincula a la iconografía tradicional del martirio en la pintura española. La gama cromática es muy reducida —ocre, negro, blanco, amarillo y rojo— y sus pinceladas largas y abiertas potencian el dramatismo. El historiador de arte Kenneth Clark dice sobre el cuadro: «Es la primera pintura que puede llamarse revolucionaria en toda la extensión de la palabra, en su temática, en su género y en su intención».

Contexto Histórico y Simbolismo

El cuadro pertenece al género de la llamada pintura histórica, en la que se narran acontecimientos reales o literarios. Este tipo de pintura llegó a constituir la ocupación más importante para un pintor de la corte. El 24 de febrero de 1814, seis años después de los hechos representados, Goya escribe al regente, el cardenal Luis de Borbón, para ofrecerse a «perpetuar mediante el pincel las más notables y heroicas acciones o escenas de nuestra gloriosa insurrección contra el tirano de Europa», refiriéndose a Napoleón.

Madrid se enfrentó al ejército francés ante la imposición por parte de Napoleón de coronar Rey de España a su hermano José Bonaparte, ocupando el lugar de Fernando VII. La implacable persecución de los civiles que se sublevaron conllevó la muerte por fusilamiento en distintos sitios de Madrid. La acción se sitúa en la Montaña del Príncipe Pío, desde donde es visible, presumiblemente, el cuartel del Conde-Duque, cuya arquitectura se dibuja al fondo de la composición. La inclusión de una mujer y de un fraile en la escena es un rasgo de verosimilitud en la construcción de la escena, porque las mujeres se habían unido a la lucha y fueron también víctimas de la represión, y porque aquella noche fue fusilado el clérigo Francisco Gallego y Dávila.

La figura del hombre con los brazos en cruz se relaciona con la crucifixión de Jesús, mientras que los colores amarillo y blanco, divisas heráldicas del Papa, simbolizan la Iglesia, y la luz es una metáfora de la asistencia divina a los condenados a muerte. Se desconoce cuál era la función de estos cuadros pintados por Goya. Algunas hipótesis sugieren que debían servir como decoración de un arco de triunfo levantado con motivo del regreso de Fernando VII al trono de España, o bien para conmemorar el Dos de Mayo. El 3 de mayo, también conocido como Los Fusilamientos, formó pareja con La carga de los mamelucos.

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