Arte y Arquitectura en la Historia de España: Rupestre, Ibérico y Romano
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El Arte Rupestre Levantino
El Levante español ofrece un arte rupestre distinto, de gran personalidad. Se extiende desde Huesca y el sur de Cataluña hasta Albacete y Murcia, con penetraciones hacia Teruel y Cuenca, y máxima concentración en Castellón y Valencia. Una primera característica es la representación de escenas de muy variable carácter: caza, guerreros en lucha, danza, actos rituales, recolección, etc. El hombre se erige como protagonista principal, ya sea cazador, guerrero, etc.; participa en ciertas escenas la mujer, reconocible como tal por el atuendo o el dibujo de los senos. Célebre es la escena de mujeres bailando en el friso de Cogull (Lérida). El animal representado es el ciervo, seguido de la cabra, el toro y el jabalí. Ciertos detalles, como el lugar que ocupa un animal en determinada escena o la relevancia de su tamaño, hacen pensar en la existencia de cultos zoolátricos del toro y quizás también del ciervo.
El arte levantino se muestra con un estilo desenvuelto y ágil; las figuras, en especial las humanas, se deforman para acentuar la expresividad y reproducen el movimiento. Se habla de un arte expresionista y gestual de gran capacidad comunicativa. Definen también su peculiar estilo la monocromía (rojo, negro y raramente el blanco). En las figuras humanas abundan los complementos para reproducir las armas, el atuendo o los tocados. Los animales suelen ser más realistas y ofrecen el recurso de la perspectiva torcida para representar los cuernos.
Escultura Ibérica: Ídolos, Monumentos y Animales
Los ídolos-placa, algunos de estos ídolos, como los cilíndricos, son creaciones de rara intensidad expresiva. Tienen apariencia humana, como la larga cabellera peinada en zigzag, y traducen con eficacia la idea de un ser superior que inspira temor. Imagen: ídolo placa de Granja de los Céspedes, Badajoz. El más alto escalafón artístico de los ídolos lo ocupan los antropomorfos. Los hay de hueso o marfil, terracota y caliza.
Monumento de Pozo Moro
El Monumento de Pozo Moro es uno de los principales para entender nuestro arte antiguo. Consiste en una tumba turriforme que debió de pertenecer a un alto personaje, quizá divinizado, con un mausoleo de extraordinaria riqueza. El monumento es de clara influencia oriental, con precedentes de Siria, Fenicia y Anatolia. Tiene una decoración escultórica con cuatro leones, mitad en relieve y mitad en bulto redondo, que protegen la tumba echados en las esquinas. Estos leones responden a un prototipo del arte neohitita. Una esquina muestra a un guerrero, quizá un dios, con túnica corta cogida por un ancho cinturón, y armado de casco, escudo y lanza. Otro fragmento del relieve representa una figura alada, sentada en un taburete, con flores en la mano; sobre sus alas derechas hay otra flor y un pájaro.
Los relieves de este género son insólitos en la España antigua. Ilustran una completa mitología con argumentos desconocidos, aunque su lenguaje conceptual y formal es el mismo que encontramos en Oriente. Son propios de allí los seres fantásticos, monstruos híbridos, la diosa alada. Desde el punto de vista artístico, los relieves son bastante toscos, groseros en la forma y poco esmerados en la terminación y los detalles. Estilísticamente parece una producción neohitita de los siglos IX-VIII a.C., pero la fecha que se le da es de 500 a.C. El problema está en que, por lo que se deduce del estilo de los leones y relieves, la fecha resulta demasiado baja. De aceptar la fecha del 500, hay un lapso de tiempo entre los modelos orientales y este monumento. Dado el vacío escultórico, podría presumirse que Tartessos hubiera contado con una producción escultórica propia que ha desaparecido o todavía no conocemos, y que su estilo fuera aproximadamente como la torre de Pozo Moro.
Animales en la Estatuaria Ibérica
Los animales reales y fantásticos figuran entre los temas primeros y más cultivados por la estatuaria ibérica. Los magníficos ejemplares de Nueva Carteya y Baena, en la provincia de Córdoba, superan a Pozo Moro, tanto en la concepción de la anatomía como en la perfección del acabado final. Los detalles de la cabeza y la esmerada composición de la melena lo hacen una obra maestra. Además de los leones, se conocen seres fantásticos como la esfinge de Agost y la de Bogarra, y el toro androcéfalo conocido como la Bicha de Balazote. Este último, una de las más populares esculturas ibéricas, responde al tipo iconográfico creado por los griegos para representar los ríos, particularmente el Aqueloo. No sabemos la función, pero formaba parte de un monumento arquitectónico, y es probable que fuera concebido con una función apotropaica equivalente a los leones de Pozo Moro, sobre todo como un símbolo de vida.
En Porcuna, la antigua Obulco, un centro económico importante en tiempo ibérico, se encuentra un hallazgo riquísimo compuesto por figuras sueltas (guerreros, personajes de ambos sexos con trajes ceremoniales), animales diversos (toros, leones, un águila) y numerosos grupos (divinidad envuelta por los cuerpos de dos cabras, un individuo con un grifo). Destaca la recomposición de grupos escultóricos muy complejos, como el guerrero que, al pie de su caballo, alancea a un vencido caído a sus pies, todo ello en un único bloque.
La Dama de Elche y la Dama de Baza
La Dama de Elche es la obra principal del arte ibérico. Busto de 56 cm de altura, el rostro tiene los rasgos y majestuosidad de las diosas griegas del estilo severo, de la primera mitad del siglo V a.C. Junto a la peineta velada y los demás adornos, destacan dos enormes discos que enmarcan el rostro. Es una muestra extremada de cómo solían arreglarse las mujeres ibéricas de alcurnia. Se encontró en 1897 de casualidad, escondida entre losas de piedra.
La Dama de Baza, descubierta en 1971 en el curso de la excavación de la necrópolis bastetana, se trata de una diosa entronizada que presidía una tumba de fosa cuadrangular, adosada a una de sus paredes (mide 1,30 m de altura). El tipo de la diosa y su característico trono de respaldo alado responde a un modelo difundido en Grecia, la diosa infernal del tipo de Perséfone. Servía de urna monumental; cobijaba cenizas del difunto incinerado en un hueco en el lado derecho del trono. Destacan los pendientes prismáticos y muy voluminosos, así como la bien conservada policromía con abundante uso del rojo, castaño y azul —se aplicó sobre enlucido de yeso que cubre la caliza grisácea de la estatua—.
Ingeniería Romana: Acueductos, Puentes y Anfiteatros
Acueducto de Segovia
El Acueducto de Segovia empezó a construirse con Trajano y se finalizó con Adriano aproximadamente en el año 112. Es importante por su expresividad. Lo primero que hicieron los romanos fue conocer el territorio de manera geográfica, como las vías fluviales, los cursos subterráneos de aguas y la capa freática. Sobre todo, conocer los materiales para seleccionar los adecuados a la construcción. El agua se lleva desde la sierra de Guadarrama y se construyó este acueducto con pilares. La piedra seleccionada fue de gran resistencia, el granito. Hay dos tipos de piedra granítica: una más ruda y resistente que compone el interior, los núcleos de los pilares, y la del exterior, más esbelta. Combinar dos rocas de distinta consistencia lo hace más resistente frente a cualquier hundimiento del terreno. La altura máxima es de 28 metros.
Hay una unión sin argamasa llamada sillares al hueso; están redondeados porque con el paso de los siglos se han erosionado. Requería que los sillares se cortaran al milímetro y así la superficie se uniera a los sillares sin quedar resaltes. Esta construcción se llama opus quadratum. Una segunda manifestación del desarrollo tecnológico de la ingeniería romana es la importancia de los cimientos, excavados hasta 6 metros de profundidad. Si no excavaban, clavaban pilotes, eso es adecuado para zonas lacustres. Pandeo: quiebra o desplazamiento horizontal que sufre una estructura vertical que soporta peso.
Puentes Romanos
Los puentes romanos se construyen con opus quadratum, es decir, prismas de piedras con distintas dimensiones. Para los cimientos y pilares se emplean prismas más grandes; a medida que salimos del agua, en la parte aérea del puente, son prismas más pequeños. Por lo general, los prismas no se dejaban al hueso, por si crecía el río, ya que era fácil que se desprendieran los sillares. Se unían con argamasa o grapas de madera e incluso metálicas. El puente siempre usa el arco de medio punto con roscas y dovelas muy bien encajadas. Esos arcos generan una bóveda de cañón.
Puente de Alcántara
El Puente de Alcántara tiene un ligero peralte, típico de los puentes romanos. Tiene seis ojos de medio punto. Se construyó en época de Trajano pidiendo impuestos durante 10 años en las llamadas siete villas lusitanas, entre el 104 y el 106. En el centro hay un arco de triunfo que hace propaganda; hay una inscripción para Trajano. El ingeniero constructor fue Julio Cayo Lacer, que quedó grabado. Se derribó un arco en época medieval, reconstruida en época de Carlos V. A su vez, se voló un arco para que los franceses no pasaran, reconstruida por Isabel II.
Cáparra: Tetrapylon
Cáparra presenta un Tetrapylon (4 pilares), un arco cuadrifronte. En realidad, es un templete con una bóveda interior, llamada bóveda de arista. Estos arcos se hacían en cruces de vías; su estructura son dos altos pedestales muy alargados. Tenía columnas adosadas en los ángulos, con un sector superior construido en hormigón. La parte alta de los arcos de triunfo con una prolongación se llama ático. Los áticos se utilizaban para poner inscripciones con epigrafía. Este fue construido en época de Vespasiano, a finales del siglo I a.C. Estaba justo en el cruce del cardo y el decumano máximo. El cardo máximo pasaba por la vía de la Plata. Además, el decumano máximo era parte de la vía que se dirigía desde Tarraconensis a Olisipo (Lisboa). Quedó el nombre del matrimonio arquitecto. Había estatuas ecuestres, no se sabe de quién. Los dioscuros son los chicos del dios, llamados Cástor y Pólux, hijos del dios Zeus.
Anfiteatro de Mérida
El Anfiteatro de Mérida fue reconstruido y mejorado, sobre todo, liberado de un arroyo que lo soterraba. Se desvía el arroyo y se mejora la arena en época de Adriano.
Arte Asturiano: Santa María del Naranco y San Miguel de Lillo
Ramiro I mandó construir un palacio con baños, todo él de piedra y mampuesto, del que queda la denominada Santa María del Naranco. Al mismo tiempo, restauró un antiguo santuario que dedicó a San Miguel y a Santa María. De este edificio sólo se conserva el pórtico, con dos cámaras a sus costados, y el primer tramo de las tres naves. Esta basílica presenta como novedoso, frente a sus antecesoras alfonsinas, el abovedamiento de los espacios, columnas sustituyendo pilares y una tribuna de fábrica sobre la puerta. La forma basilical difiere del prototipo carolingio de capilla regia y sigue, aunque con variantes, la disposición basilical de San Juan de Baños.
Otra obra mandada a construir por Ramiro II es San Miguel de Lillo, iglesia de planta basilical, con tres naves, tres ábsides cuadrados, más ancho el central que los laterales, y un pórtico interior que soporta una tribuna a la que se accede por dos escaleras situadas cada una en un compartimento lateral del pórtico. A diferencia de los edificios asturianos anteriores, San Miguel estaba totalmente abovedado y la separación entre las naves era a base de arcos sobre columnas en lugar de utilizar pilares. La nave central disponía de una bóveda de toba, sobre arcos perpiaños reforzados por contrafuertes exteriores, semejante a la de Santa María del Naranco, lo que da una sensación de verticalidad que parece anticipar el arte románico y que resulta completamente opuesta a la tendencia horizontal que domina en las iglesias del periodo anterior, por ejemplo, en San Julián de los Prados. En las naves laterales se utilizó un sistema aún más original: en lugar de disponer de una sola bóveda como la nave central, en éstas cada uno de los cinco tramos tiene una bóveda independiente con la particularidad de que son perpendiculares entre sí y de distinta altura, más altas las perpendiculares a la central, en las que se abrían grandes ventanas con celosías caladas en piedra de magnífica decoración.
Existe una riquísima decoración esculpida desarrollada para este edificio y mucha parte de ella sobre elementos estructurales, como en Santa María del Naranco, lo que demuestra que San Miguel también se construyó según un plan previo perfectamente definido. Santa Cristina de Lena es considerada como la última construcción del periodo ramirense.