Arquitectura Románica: Catedral de Santiago de Compostela
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Catedral de Santiago de Compostela
Interior
El interior del templo se divide en tres naves. La central posee un ancho de 10 metros y alcanza una altura de 22, cubriéndose con bóveda de cañón. Las naves laterales, de menor altura y unos 5 metros de anchura, lo hacen con bóvedas de aristas. Sobre dichas naves laterales se alzan tribunas que asoman a la nave central mediante arcos geminados. Sus vanos exteriores proporcionan iluminación a la parte superior de la nave central, lo que contrasta con la mayor penumbra de la zona inferior.
Las bóvedas se sostienen mediante pilares compuestos que presentan columnas adosadas, organizadas de forma tal que la columna que mira hacia la nave central se eleva a lo largo de toda la altura de la misma, hasta alcanzar el inicio del arco fajón correspondiente.
Transepto
El transepto se organiza también en tres naves en cuyos extremos se abren sendas portadas al exterior. Por otra parte, en uno de sus lados mayores, este transepto presenta cuatro absidiolos, dispuestos dos a cada lado de la cabecera. Sobre el crucero se alza un cimborrio. En todo este enorme transepto se alzan también tribunas sobre las naves laterales.
Cabecera
La cabecera de la catedral es de amplias dimensiones y dispone de una girola con cinco capillas radiales en los absidiolos. De ellas, la central presenta al interior forma absidada, mientras que al exterior se cierra con testero plano.
Organización del espacio
Todo el espacio interior del templo está organizado de manera que los fieles (tras concluir aquí su peregrinación hasta la tumba del apóstol Santiago) pudiesen acceder a la catedral por la portada de los pies y recorrerla hasta llegar a la girola, en cuyo espacio central se encuentra el sepulcro del citado apóstol. Todo este camino interior del edificio permite que puedan desarrollarse sin interferencias las ceremonias religiosas.
Características de la Arquitectura Románica
Los precedentes hay que buscarlos en la arquitectura carolingia y en la austriana, que recibieron influjos del arte paleocristiano.
Planta
La planta solía ser basilical o de cruz latina, aunque excepcionalmente se utilizó la de cruz griega por influjo bizantino. La de planta basilical tenía una, tres o cinco naves, siendo la central más ancha y más alta que las laterales, lo que permitía abrir ventanas.
Tribuna
Sobre las naves laterales se alza la tribuna que se abre a la nave central por triforios.
Soportes
Como soporte se utilizaban grandes pilares con columnas adosadas.
Muros
Se empleaba el muro de sillería que escondía un muro de mampostería (ripio), lo que producía un considerable grosor y obligaba a que los vanos fuesen abocinados en derrame, para aumentar la recepción de la luz.
Arcos
Los arcos utilizados en los vanos son preferentemente los de medio punto, aunque en ocasiones se utilicen los peraltados y los lobulados.
Arquivoltas
Los vanos, al estar abocinados, están reforzados con sucesivos arcos de medio punto en disminución, dando origen así a las arquivoltas.
Decoración Exterior
La decoración exterior está en las portadas: arquivoltas con figuras radiales, tímpano, parteluz, jambas, canecillos y frisos de ajedrezado, billetes, clavos, besantes, arcos ciegos, dientes de sierra, puntas de diamante... Hay que resaltar los capiteles historiados en el interior de los edificios.
Contexto Histórico del Románico
El románico es el resultado del clima de angustia que invadió a las poblaciones de Europa durante el siglo X. Una serie de circunstancias políticas generaron un clima de desasosiego y miedo, y los hombres del novecientos propagaron por todas partes las oscuras profecías del Apocalipsis, en las que se decía que el mundo desaparecería en el año mil. La temática de la plástica románica apoyaría estas explicaciones con la abundancia de monstruos y visiones infernales y con la insistencia en colocar el Juicio Final como escena que presidía la entrada de muchos templos románicos.
Para la mayoría de los cristianos, el año 1000 no solamente señalaba el fin del mundo, sino también el inicio de una era de calamidades, hambres y enfermedades. Como acción de gracias o como refugio de temores piadosos, se produjo una intensa renovación del arte religioso y florecieron las órdenes religiosas. Cuando se comprobó que ni en este año ni en el 1033 (milenio de la muerte de Cristo) se producía la última hora de la Humanidad, un sentimiento pietista de acción de gracias multiplicó las manifestaciones colectivas de fe. De manera eminente, las peregrinaciones a las ciudades santas, Jerusalén, Roma y Santiago, se consideraban una expresión de fe similar, en otro plano, a las que movían a los cruzados. Así, a lo largo de los caminos, y en concreto sobre los que conducían a los peregrinos a la lejana Santiago de Compostela, surgieron edificios para el culto vinculados por una serie de rasgos comunes. "ARTE DE UN CAMINO".