Arquitectura cisterciense en Galicia: austeridad y funcionalidad

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Arquitectura cisterciense en Galicia

Los monjes cistercienses, provenientes de la orden benedictina, se distinguían por su estricto apego a la regla de San Benito. Además de su vestimenta blanca (en contraste con la negra de los benedictinos), la elección de lugares aislados para sus monasterios reflejaba su búsqueda de pureza espiritual. Su vida se centraba en el campo, la instrucción y la oración, buscando la autosuficiencia a través del trabajo agrícola.

Características de la arquitectura cisterciense

La construcción de un monasterio cisterciense solía tomar alrededor de 30 años. El diseño arquitectónico se basaba en la iglesia como edificio principal, con el claustro adyacente y las dependencias monásticas alrededor. Aunque no existían normas estrictas, las sugerencias de San Bernardo influyeron en la austeridad de los edificios, considerando que la ornamentación distraía de la oración. Se priorizaba la funcionalidad y la eficiencia, utilizando elementos arquitectónicos innovadores para la época, como el arco apuntado, que permitía muros más delgados y espacios más luminosos. Esta búsqueda de la luz y la simplificación de las formas sentó las bases para el posterior desarrollo del estilo gótico.

Elementos de la iglesia cisterciense

La iglesia cisterciense se caracterizaba por:

  • Disposición de varios altares, con una capilla mayor amplia.
  • Capillas laterales más pequeñas (hasta cuatro), destinadas a misas privadas sin asistencia de público.
  • Capilla aneja para forasteros.

Ejemplos de arquitectura cisterciense en Galicia

Monasterio de Sobrado dos Monxes

Fundado en 1142, aunque sus edificios actuales datan del último tercio del siglo XII. La iglesia, de estilo barroco, presenta una planta de cruz latina con tres naves en el brazo mayor y una en el crucero. Conserva elementos medievales como la capilla de los forasteros, la sala capitular (un espacio cuadrado con cuatro columnas que lo dividen en nueve compartimentos) y la cocina con su gran lareira.

Monasterio de Montederramo

Destaca por su iglesia manierista de finales del siglo XVI, que alberga en su interior la estructura medieval original. Presenta una planta de tres naves con cinco capillas cuadrangulares, siguiendo el plan Bernardino, con un muro unitario para las capillas laterales.

Monasterio de Oia

Su ubicación junto al mar es excepcional. La iglesia, casi intacta, sigue el esquema de tres naves, crucero y una sola nave en la cabecera, con cinco capillas. Los volúmenes exteriores, con las naves laterales más bajas, son característicos del estilo cisterciense. La sobriedad decorativa es notable, con pilares que soportan arcos formeros ligeramente apuntados y una bóveda apuntada en la nave central. La iluminación se logra a través de ventanas en los extremos de las naves. Las capillas laterales no tienen cierre unitario, a diferencia de otros ejemplos.

Monasterio de Meira

Impresiona por las grandes dimensiones de su iglesia, comparable a una catedral. Planta de cruz latina con tres naves en el cuerpo principal, una en el crucero y cinco capillas que se abren al crucero. Las capillas laterales mantienen el plan Bernardino, mientras que la capilla mayor presenta una cabecera semicircular. Grandes ventanales, casi lunetos, se abren en los muros perimetrales, especialmente en el lado norte. Arcos formeros apuntados con ventanas en la parte superior. La presencia de columnas que no llegan al suelo, quedando a la altura del arranque de los arcos formeros, es un elemento singular. La bóveda de crucería cuatripartita de la nave central no estaba prevista en el diseño original, por lo que sus nervios se insertan detrás de la capilla mayor mediante la técnica del enjarjado de los arcos.

Interacción con el estilo románico

La presencia del románico en Galicia durante el auge del estilo cisterciense propició una inevitable interacción entre ambos estilos. La influencia mutua entre maestros cistercienses y románicos se refleja en algunos elementos de los monasterios gallegos.

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