Arquitectura Barroca y Escultura de Bernini

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IGLESIA BARROCA

IGLESIA BARROCA

La arquitectura religiosa concibe las iglesias como representación del poder religioso, pretende potenciar la liturgia como vehículo de las ideas de la Contrarreforma. La iglesia del Gesú, por Il Vignola, es el ejemplo más significativo.

El edificio barroco tiene una concepción unitaria; no está formado por módulos sencillos, sino que trata de dar forma arquitectónica a un espacio único, como si de una escultura se tratase. Las iglesias son al mismo tiempo el espacio para la liturgia, la Eucaristía, la palabra, la penitencia y la oración. Con este objetivo, se buscan soluciones como la nave única de gran amplitud para acoger un gran número de fieles y capillas laterales dedicadas a la devoción de los santos y a la oración. El modelo del Gesú es seguido por los arquitectos franceses, italianos y españoles.

Otra tendencia arquitectónica pretende obtener un espacio especulativo. Esta línea intenta romper con el mundo clásico y liberar las estructuras de las soluciones rígidas.

En esta tendencia, las fachadas de los edificios no se entienden ya como un hecho aislado. La fachada es la parte del edificio que se ve desde el exterior y que se relaciona con el entorno. Así, los elementos de la fachada se superponen y los muros se ondulan y crean una sensación de movimiento y de juegos lumínicos que potencian la teatralidad barroca y conducen al fiel, de manera sucesiva, desde el exterior hasta el altar.

Otra característica de la tendencia arquitectónica especulativa es la ruptura con la planta tradicional, pasando a ser una planta flexible con pared ondulante. En el caso español, se añadirá el decorativismo barroco, centrado, sobre todo, en la portada.

Las plantas de las iglesias se centralizan y ofrecen múltiples soluciones para conseguir un espacio unitario: circular, elíptica transversal, elíptica longitudinal u octogonal y esquemas derivados de complejos trazados geométricos. Esta centralización espacial conlleva la integración de la cúpula, que se adapta también a la planta.

APOLO Y DAFNE

APOLO Y DAFNE

La obra trata de la escultura de “Apolo y Dafne”, esculpida por Bernini en el Siglo XVII, siendo una escultura exenta, hecha de mármol, de estilo barroco y un tema mitológico.

En cuanto a su descripción formal, la escultura trata sobre una base rocosa se elevan los cuerpos juveniles de Apolo y Dafne. El primero, captado justo en el momento de tocar a su amada, y ella, sorprendida en el preciso instante de su metamorfosis en laurel. El conjunto tiene una composición dinámica y helicoidal, visible sobre todo en la curvatura que adquiere la anatomía de Dafne en el momento de la transformación.

Es una imagen de gran tensión y movimiento, pudiendo destacar la ninfa, cuyos pies, piernas y manos van adquiriendo una morfología vegetal y por otro lado una buena captación de la expresividad de los rostros y en la magnífica diferenciación de texturas a partir del mismo material: ásperas para representar las rocas y el laurel que crece, y suaves y pulimentadas para reforzar la sensualidad de las anatomías de los dos personajes. Además, Bernini trabajó el potencial dramático de la luz creando numerosas zonas de claroscuros.

En cuanto a su temática, según narra Ovidio en las “Metamorfosis”, Eros, enfadado con Apolo por haberse burlado de su pericia con el arco, disparó al dios una flecha del amor con la punta de oro y la ninfa Dafne una flecha de rechazo con la punta de plomo. Apolo, herido de amor por Dafne, persiguió a la ninfa por los bosques hasta que esta, acorralada, pidió ayuda a su padre, el río Peneo, que la transformó en laurel (daphne en griego). Apolo, obligado a renunciar a la joven, tejió una corona de laurel con las hojas del árbol y decidió llevarla siempre consigo para coronar a los poetas y a los militares victoriosos.

La iglesia vio en ellos un símbolo de castidad, y ahora esta estatua está ubicada en el palacio del cardenal Borghese.

En cuanto a sus modelos e influencias, Bernini consiguió, de la herencia del Renacimiento, el punto de vista único y la recuperación de temas mitológicos, y lo combinó, como había hecho antes Giambologna, con el uso manierista de la composición concebida para dotar a las figuras de un mayor dinamismo. Bernini marcó una buena parte del devenir de la escultura occidental durante todo el siglo XVIII hasta el Neoclasicismo.

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