Aristóteles y la Búsqueda de la Felicidad: El Camino de la Virtud Ética

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Las virtudes éticas y el término medio según Aristóteles

Según Aristóteles, el ser humano es feliz cuando actúa y vive de acuerdo con aquello que le es propio. Como lo característico y peculiar de los humanos es la racionalidad, su máximo bien y felicidad consiste en practicar la actividad intelectual.

Sin embargo, el ser humano no es solamente intelecto. También forma parte del reino animal y, como el resto de los animales, tiene necesidades, deseos, etc. Recordemos que el alma humana no solo cumple una función racional, sino que además tiene una función sensitiva y otra vegetativa. Por ello, para llevar una vida de acuerdo con el bien, los humanos, además de cultivar las virtudes dianoéticas (relacionadas con el intelecto), necesitan desarrollar las virtudes éticas.

La Función de las Virtudes Éticas

Si las virtudes dianoéticas tienen que ver con nuestra manera de reflexionar y conocer, las virtudes éticas están relacionadas con el modo de actuar en el mundo, con el control de las pasiones y los deseos. El ser humano actúa correctamente y es virtuoso si sus deseos y costumbres se enmarcan en lo racional. Esta racionalidad, en cada circunstancia, le permite escoger el término medio óptimo entre dos extremos de conducta, ambos negativos.

La Búsqueda del Término Medio

Ante la variedad de factores y circunstancias, y la imposibilidad de dictar reglas para cada momento o reglas generales que sean válidas en cualquier situación, la pauta ética más adecuada es buscar siempre el término medio: la moderación en todos los aspectos del comportamiento. Cuando me pregunto qué he de hacer, la respuesta correcta es evitar tanto el exceso como el defecto.

Por ejemplo:

  • Una persona posee la virtud de la valentía si su comportamiento es un término medio entre la cobardía (incapacidad para hacer frente a situaciones difíciles) y la temeridad (falta de comprensión y evaluación de las dificultades y posibles consecuencias de la acción).
  • La persona que siempre está de juerga no lleva una vida virtuosa, pero tampoco lo hace aquella que no se permite ningún tipo de placer: la templanza o el dominio de uno mismo es el término medio entre estos dos extremos.

Aristóteles aplica la norma del término medio a un gran número de virtudes, como:

  • Amabilidad
  • Veracidad
  • Buen humor
  • Justicia

Como es consciente de que este término medio depende de cada caso y de cada situación, considera que solamente la prudencia (phrónesis) y la razón de cada uno garantizan la elección correcta del término medio.

El ideal de vida aristotélico

Aristóteles sabía muy bien que alcanzar la felicidad no es tarea fácil. Reconocía la importancia de factores externos:

«La felicidad no puede prescindir de los bienes externos. Es asimismo imposible, o por lo menos difícil, hacer el bien si se está falto de recursos, ya que podemos realizar muchas cosas si tenemos, como instrumentos, amigos, dinero o influencia política. Y, por otra parte, hay quien ve quebrantada su fortuna si le faltan algunas satisfacciones, como proceder de una buena familia, tener hijos educados o gozar de buena presencia».

Por ello, su ideal de vida feliz implica, entre otras cosas, tener solucionados los problemas inmediatos. Es necesario disfrutar de tiempo libre para poder dedicarse a la actividad científica, a la búsqueda teórica, a la contemplación de lo universal y necesario. Solo la vida contemplativa (bios theoretikos) genera la felicidad suprema, aquella que nos hace semejantes a la divinidad.

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