Aquino y Scoto: Desafíos a la Unidad de la Filosofía Medieval y su Impacto en la Modernidad
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Parecería que la exposición de la doctrina de Tomás de Aquino debería anteceder a la de Juan Duns Scoto, ya que Aquino vivió en el siglo XIII y Scoto en el siglo siguiente. Pero el desarrollo doctrinal de los grandes problemas filosóficos se adapta mal a la cronología. Scoto y sus seguidores se hicieron fuertes en el sentido común dominante que ya existía antes del siglo XIII y que siguió dominando hasta la Edad Moderna, a la que prestó sus principales bases intelectuales, que siguen siendo las nuestras hoy. El tomismo no se ajustó a lo que exigían los tiempos nuevos: la doctrina aristotélico-tomista constituyó, por decirlo así, un apósito en nuestra cultura, mal entendida por los propios tomistas de los siglos XV y XVI. La condenaron a la muerte histórica tanto la metafísica de Luis de Molina como las confusas explicaciones de Francisco Suárez, porque ambos autores fueron los maestros de las corrientes no materialistas de la Modernidad. Aquino ha sido el mejor teórico, tanto por su extensión como por su profundidad, de la jurisprudentia romanista y de las nociones del derecho natural que se encuentran en ella. No haríamos justicia a la historia si lo mencionáramos de pasada, como el autor más importante de la Escolástica, entre otras cosas porque Tomás fue poco escolástico en el sentido usual del término.
Él bebió indistintamente en fuentes griegas, escolásticas y romanas, y la suya es una síntesis de bastante más amplitud que las de los juristas que reflexionaron sobre el método del Jus Commune, como hicieron, en la segunda mitad del siglo XVI, Joachim Hopper, François Conan, Albertus Bolognettus o Pierre de la Grégoire, y de distinta naturaleza que las de los escolásticos tardíos, como Molina o Suárez.
¿Un Orden Metafísico Medieval?
Está extendida la idea de que los teólogos medievales creían en la existencia de un orden armonioso y universal que el ser humano solo tenía que descubrir mediante su razón. Entre otros muchos la expresa Cassirer, quien explica que la revolución de la Edad Moderna consistió en que, «Junto a la verdad de la Revelación se nos presenta ahora una verdad de la naturaleza, autónoma, propia y radical. Esta verdad no se nos ofrece en la palabra de Dios, sino en su obra... Es legible tan solo para aquel que conozca los rasgos de la escritura en que se expresa, y se pare a descifrarlos».
Por el contrario, «La misión del pensamiento medieval consistió sobre todo en copiar la arquitectónica del ser, describiéndola en claras líneas fundamentales. En el sistema religioso de la Edad Media, como lo formuló la Escolástica, cada realidad tiene su lugar fijo e inconfundible y, con este lugar, con la distancia mayor o menor a que se halle del ser de la causa primera, se determina también su valor».
Si aceptamos la idea que expuso Cassirer, hay que suponer que la Filosofía y Teología medievales formaron una unidad. Pero la Escolástica de la Baja Edad Media estuvo lejos de formar una unidad: en ella más bien observamos tensiones entre las Escuelas de Derecho y las de Artes, luchas entre filosofías diversas que frecuentemente se oponen, como sucedía entre Tomás y Scoto, por citar solamente a los dos rivales por antonomasia. Es opinión extendida que Tomás de Vio (el Cardenal Cayetano), el primer gran comentador de la obra tomista, se apartó del espíritu del texto que comentaba. Los Salmanticenses, los más fieles a Tomás en el interior de la Segunda Escolástica, introdujeron un talante que no sabría cómo llamarlo (¿más racionalista?), que era algo ajeno a la enseñanza tomista. Y los últimos escolásticos españoles del siglo XVI, Vázquez, Molina y Suárez, se apartaron toto caelo del espíritu de la Edad Media. Si completamos este cuadro con el seminominalismo de Guillermo de Ockham y las aportaciones de Gerson, Conrado, Biel y Almain —cuatro escolares cuya importancia en el marco de la Filosofía escolástica difícilmente se exagerará—, carece de fundamento la tesis que mantiene que desde el siglo XI al XVI las Escuelas construyeron un edificio sistemático, dominado por la Teología.