La Antropología Tomista: Fe, Razón y la Naturaleza Humana
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Para concebir el problema del hombre en Santo Tomás es necesario hablar antes de otros aspectos que influyen en su teoría, como es la Filosofía Escolástica, enseñada en las escuelas monacales por autores como San Isidoro de Sevilla, San Anselmo, Averroes o el propio Santo Tomás. Además, a este autor se le considera Doctor de la Iglesia con su gran aportación, la Suma Teológica.
Enfrentamiento a Averroes y el Aristotelismo Tomista
En esta obra, y enfrentándose a las ideas de Averroes —la existencia de Dios como motor inmóvil que mueve eternamente el mundo, la mortalidad del alma y la existencia de una doble verdad (teológica y filosófica)—, Santo Tomás sintetiza las teorías de Aristóteles con el cristianismo, dando lugar al aristotelismo tomista. Esta corriente se opone al neoplatonismo dominante y, en cuanto a la antropología, se caracteriza, entre otras teorías, por el creacionismo y el hilemorfismo en las criaturas corpóreas.
La Naturaleza Humana según Santo Tomás
Así, este autor medieval establece que el hombre es una creatura, hecha a imagen y semejanza de Dios. Siguiendo al pensador griego, nos dice que la naturaleza humana es un compuesto de materia prima y forma sustancial, siendo el cuerpo y el alma respectivamente. Como solo hay una forma sustancial, se puede hablar de unidad, ya que el alma racional y el cuerpo, juntos, forman la sustancia. Aunque esta sea una unión accidental (esencia y existencia no coinciden), es tan fuerte que se habla de compositum y es tridimensional (cuerpo, alma y espíritu), al igual que el hombre de San Agustín.
El alma única es la que informa al cuerpo y proporciona al hombre sus determinaciones (corporeidad, sensación, intelecto, etc.). Cuando este muere, deja de estar informado y se corrompe; así, en lugar de tener sustancia humana, nos quedamos con multiplicidad de sustancias materiales.
La Inmortalidad del Alma
A diferencia de Aristóteles, Sto. Tomás afirma que el alma es incorruptible y por tanto inmortal, ya que esta es una forma subsistente, es decir, que puede existir sin necesidad del cuerpo. Esta independencia del cuerpo se explica por varias razones:
- El alma es espiritual.
- Puede observar todas las realidades.
- Reconoce la esencia del ser y reflexiona sobre la misma (si fuera materia, estaría determinada a un objeto concreto).
- Tiene un deseo de persistencia, un deseo natural de inmortalidad (ley natural) que proviene de Dios y del que el hombre es consciente, por tanto, no puede ser en vano.
El Conocimiento y la Verdad en Santo Tomás
Siguiendo con el conocimiento del hombre, Sto. Tomás defiende una separación entre fe y razón. Establece que el conocimiento comienza en los sentidos, que nos proporcionan la especie sensible impresa (cosas particulares). De esta imagen se llega a la memoria e imaginación, convirtiéndose en el fantasma o especie sensible expresa. Posteriormente llegamos al entendimiento activo, aquí se lleva a cabo una abstracción separando la esencia del accidente, formando la especie inteligible impresa que a su vez pasará al entendimiento pasivo, en el que se forma el concepto universal (capaz de hacer ciencia), dando lugar a la especie inteligible expresa. Así, este camino se identifica con el empirismo racionalismo y la teoría abstraccionista.
Además, Sto. Tomás desarrolla una teoría de la adecuación de la verdad, donde lo que se piensa y la realidad coinciden en el pensamiento.
Las Causas en la Filosofía Tomista
Tomando el análisis de las causas aristotélico, el autor medieval añade dos causas más extrínsecas (modélica e instrumental) a las que ya desarrolló Aristóteles (material, formal, eficiente y final). Así, estudiando científicamente al hombre, podemos establecer que es el ser más perfecto, después de Dios, ya que es en el que más causas coinciden. Por su parte, Dios es la causa incausada que no proviene de ninguna otra.
Conclusión: La Ética y la Felicidad Tomista
En conclusión, la filosofía tomista, dado que es ontoteológica y eudemonista, establece que todas las dimensiones del hombre, incluida su felicidad, pasan por Dios. El ser humano es libre; hacer el bien es el resultado del uso responsable de esta libertad, guiado por la razón (oposición a San Agustín). Así, se debe preocupar de seguir tanto las virtudes cardinales (prudencia, sabiduría, etc.) como las teológicas (fe, esperanza, caridad, etc.). Esta ética se encuentra basada en la ley natural, que es una expresión de la ley divina y que debe ser concretada por la ley positiva para garantizarnos el pleno desarrollo en sociedad y el alcance del bien común para todos y cada uno de los hombres.