Antropología Filosófica: Una Mirada a la Esencia Humana
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Antropología Filosófica
El Problema de la Esencia Humana
Las ciencias tienen éxito porque limitan su campo de acción: parten de unos datos que consideran últimos. La física, por ejemplo, estudia las propiedades de la materia, pero no se pregunta por qué existe. La antropología filosófica, en cambio, parte del cuestionamiento de su objeto de estudio —el ser humano—. El objetivo de las ciencias naturales es explicar los fenómenos de los que se ocupan, es decir, dar cuenta de la ley universal por la que se rigen. Así, por ejemplo, la ley de gravitación universal de Newton explica el movimiento de la Tierra alrededor del Sol. Sin embargo, el mundo de lo humano no puede ser explicado tan «fácilmente» porque el hombre es libre e inteligente.
La libertad hace que las acciones humanas no estén sometidas a leyes deterministas. La capacidad de predicción de las ciencias naturales no es trasladable al ámbito de lo humano.
La inteligencia nos permite interpretar la realidad y dotar nuestras acciones con un sentido, un para qué del que adolecen los fenómenos naturales.
La antropología filosófica no aspira a explicar, sino a comprender todo aquello que es específicamente humano. La comprensión requiere interpretar el sentido y esto se hace siempre desde el horizonte particular de quien la realiza y que no puede dejar de influir en aquello que comprende. En la antropología filosófica no es posible la objetividad, sino la conexión entre distintas subjetividades.
El Origen de la Antropología Filosófica
Hasta el Renacimiento, nos habíamos visto a nosotros mismos como seres superiores hechos a la imagen de Dios. De ahí en adelante, el ser humano ha tenido que soportar tres humillaciones que han tambaleado aquella seguridad y confianza.
- La humillación cosmológica fue infringida por Copérnico como consecuencia de su propuesta de un universo heliocéntrico. La Tierra dejó de ser el centro del universo y el ser humano dejó de ocupar un lugar privilegiado.
- La humillación biológica vino de la mano de Darwin y su teoría de la evolución. Con ella quedó claro que no hay ningún abismo que separe al ser humano del resto de especies biológicas.
- La humillación psicológica fue obra de Sigmund Freud y consistió, básicamente, en derribar el mito del carácter esencialmente racional del ser humano a favor del componente irracional dominado por instintos incontrolables.
El desconcierto provocado por esta triple humillación hizo surgir con más fuerza que nunca la necesidad de responder a las preguntas: ¿Qué es el hombre? ¿Cuál es su verdadera esencia? La respuesta es la tarea de la antropología filosófica.
El Positivismo y el Historicismo
- El positivismo, partidario del monismo metodológico, sostiene que el método científico debe ser siempre el mismo, con independencia del objeto de estudio, es decir que, si nos salimos de la senda trazada por Galileo y Newton, abandonamos las posibilidades de alcanzar un conocimiento fiable y seguro sobre cualquier tema.
- El historicismo defiende la necesidad de desarrollar un método diferente del que se utiliza en las ciencias de la naturaleza. El ser humano es un objeto de estudio especial y, si no atendemos a su peculiaridad, no lograremos una verdadera comprensión de su esencia singular.
Marxismo Mejora de las condiciones de vida en el seno de la sociedad La lucha de clases Una sociedad sin clases donde no exista la propiedad privada.
El Racionalismo y el Empirismo (S. XVII)
El racionalismo y el empirismo (S. XVII) son las dos corrientes de pensamiento herederas del Renacimiento y del nacimiento de la ciencia moderna. Para el racionalismo la clave de todo conocimiento (incluido el ser humano) se encontraba en el correcto uso de la razón. Para los empiristas, en cambio, lo fundamental era no traspasar los límites de la experiencia sensible.
Para Descartes, padre del racionalismo moderno, el ser humano no es una sustancia única, sino un compuesto de dos sustancias radicalmente distintas. El cuerpo es una máquina sometida a leyes mecánicas que determinan todas sus acciones. El alma es pensamiento que se despliega de forma autónoma e independiente.
Esta distinción permitió a Descartes explicar la existencia de la libertad humana al tiempo que mantenía el carácter determinista del mundo material exigido por la nueva ciencia. La realidad pues queda dividida en dos ámbitos diferenciados, el material y el espiritual. Pero... ¿Cómo se comunican? ¿Cuál es la conexión del cuerpo con el alma? Descartes no encontró una respuesta a estas preguntas.
Para los empiristas (Hobbes, Locke y Hume) la pregunta teórica por el ser humano fue sustituida por intentar resolver el problema práctico de determinar los límites y posibilidades de nuestro conocimiento de la realidad y de nuestra acción moral y política.
Thomas Hobbes planteó que el ser humano, en su estado de naturaleza previo a la organización social, es un ser egoísta y violento, y existe una lucha de todos contra todos (“el hombre es un lobo para el hombre”). De este modo, el ser humano busca en la sociedad la paz y seguridad para poder desarrollarse.
Locke se interesó principalmente en el problema de la libertad humana, pero con un enfoque distinto al de Descartes. En términos morales, el ser humano es libre y puede decidir entre cumplir sus deseos o contenerlos, tras examinar las consecuencias negativas al respecto. En términos políticos, Locke defiende la necesidad de que el individuo no renuncie a la libertad que le corresponde por naturaleza, con la excepción del caso en que tenga que defender sus derechos, en la que entrega esa parcela a la sociedad. Es decir, para evitar enfrentamientos violentos individuales, es la sociedad la que debe defender los derechos y resolver los conflictos de sus ciudadanos.
Hume por su parte llegó a la conclusión de que en el ser humano tienen mayor importancia los elementos irracionales que los racionales. Con respecto al ámbito del conocimiento, Hume sostuvo que los fundamentos últimos del conocimiento humano se basan en la creencia de que la naturaleza se comporta de manera uniforme. Según este filósofo, esta creencia carece de base racional y se fundamenta en la costumbre. Con respecto al ámbito de la acción (ámbito práctico, moral), los juicios morales surgen del agrado o desagrado que nos produce algún hecho y son los que orientan la acción. Ergo el fundamento de las valoraciones morales no reside en la razón ni en los hechos, sino en las emociones.
La Antropología en la Antigua Grecia
En la mitología griega, antes de la aparición de la filosofía, ya se observa el interés por comprender al ser humano. Pero el mito no trata de hacer una reflexión sobre la condición humana para comprenderla, sino de ofrecer un modelo que sirva de referente.
Homero, en la Ilíada y la Odisea, nos presenta a un ser humano concebido como un héroe, capaz de afrontar todo tipo de riesgos y liderar a los suyos (por ejemplo Ulises, Hércules, Perseo o Aquiles). El objetivo al que aspira este hombre mitológico es el éxito en aquello que emprende, y el mérito y el reconocimiento son los valores supremos de este modelo de ser humano.
Sócrates
Para Sócrates, a diferencia de los filósofos de la naturaleza, el único universo que merece atención es el humano. En lugar de proponer modelos humanos, este pensador nos anima a seguir la inscripción del templo de Apolo en Delfos: “Conócete a ti mismo”. Al conocernos a nosotros mismos, descubrimos lo humano que hay en nuestro interior y así podemos conocer al ser humano en general. El método para esta investigación acerca de lo humano es el diálogo filosófico o mayéutica (en griego dar a luz), y consiste en ayudar por medio de preguntas a alumbrar un saber auténtico. La verdad está en nuestro interior y la manera de buscarla es el diálogo, con uno mismo y con los demás. Sócrates no llega a ninguna conclusión acerca del ser humano, pero nos señala el camino para lograrlo por nosotros mismos.
Platón
Para Platón, los seres humanos somos un conjunto de alma y cuerpo. El alma tiene una naturaleza racional y es inmortal; el cuerpo, en cambio, es material y mortal. El alma humana vive atrapada en el cuerpo y su función principal es controlar las pasiones y tratar de purificarse. Tras la muerte del cuerpo, el alma podrá ascender a una realidad superior donde se encuentran los modelos perfectos (ideas o formas) de todos los seres naturales que captamos por los sentidos. Para este discípulo de Sócrates, el alma está dividida en tres partes:
- Alma racional: encargada del conocimiento y del gobierno de las otras partes del alma. Es inmortal y reside en la cabeza.
- Alma Irascible: origen de pasiones nobles (p.e. la valentía) y puede ser aliada de la razón. Es mortal y reside en el pecho.
- Alma sensible: origen de las pasiones innobles (lujuria, gula, pereza…). Debe ser controlada por la razón, es mortal y reside en el vientre.
Aristóteles
Para Aristóteles, las características principales de la esencia humana son la racionalidad y la sociabilidad. Por la primera el ser humano tiende al conocimiento de la realidad y a la búsqueda de la verdad. Por la segunda el hombre necesita convivir con otros de su misma especie en una comunidad estructurada y organizada. No es posible ser plenamente humano si no se vive en sociedad.
Aristóteles aceptó en principio la distinción entre una parte material (el cuerpo) y otra inmaterial (el alma) en el ser humano, pero rechazó la idea de que existan por separado. El alma es lo que da forma a la materia de la que está hecho cuerpo, que es informe e inerte. Esta concepción del alma implica su mortalidad; si el alma es lo que da vida al cuerpo, la muerte del ser humano implica la muerte de su alma.
El Helenismo
Tras la conquista de Grecia por Alejandro Magno, comienza el periodo conocido como El helenismo. En este periodo los griegos pierden su capacidad para participar en la sociedad, en la vida pública, y esto los dejó totalmente desorientados, y surgieron escuelas de pensamiento de corte individualista como el epicureísmo y el estoicismo. Ambas escuelas rechazaron la distinción platónica y Aristotélica entre la parte material e inmaterial del ser humano. El alma es tan material como el cuerpo. También coincidieron en entender la labor del filósofo como aquel que ofrece una guía para alcanzar la felicidad.
Para los epicúreos, la felicidad se identificaba con el placer. El hombre se basta a sí mismo para alcanzarla, y por ello debe apartarse de la vida pública. En cambio, los estoicos consideraron que la felicidad se logra viviendo acorde con la naturaleza. Al ser la naturaleza humana esencialmente racional, la felicidad debe consistir en vivir conforme a la razón.