Antonio Gramsci: Hegemonía Cultural y Transformación Social

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Introducción a Antonio Gramsci y el Socialismo

Con relación al pensamiento socialista, encontramos la figura de Antonio Gramsci, quien nació en Cerdeña (Italia) en 1891 y falleció en Roma (Italia) en 1937. El socialismo es una corriente ideológica que surge, como doctrina emancipadora y social, para construir una nueva sociedad en el siglo XIX.

Contexto Histórico: El Siglo XIX

En términos históricos, el socialismo es un conjunto de reflexiones y propuestas que sirvieron para la transformación de la sociedad. Hasta el siglo XIX, la filosofía se había utilizado para pensar sobre el mundo, hasta que Marx plantea que se utilice para transformar el mundo. En 1848, se cierra el ciclo de revoluciones burguesas, donde se configuran una serie de demandas que trascienden el liberalismo doctrinario y se exigen una serie de demandas como el sufragio universal. El Antiguo Régimen es liquidado completamente de Europa, aunque siga existiendo en otros países.

Esto también tiene sus reflejos en el otro lado del Atlántico, con la burguesía como clase dominante, creando así lo que hoy en día conocemos como Estados Unidos y las nuevas repúblicas latinoamericanas. Hacia 1848, tenemos un mundo occidental que ya aparece configurado bajo la hegemonía de la burguesía. Esto significa la expansión del capitalismo industrial y la consolidación de los Estados-nación, así como el propio dominio de los valores burgueses.

El Surgimiento del Socialismo

Por otro lado, junto a las transformaciones de la sociedad burguesa, aparece el proletariado industrial. Sobre esta dinámica o proceso histórico surge el socialismo. Inicialmente no surge como ideología homogénea, sino como un conjunto de reflexiones en torno a un cambio social, reflexionando sobre cómo la burguesía se había convertido en la nueva clase explotadora sobre el propio proletariado.

Este proceso de construcción de la hegemonía burguesa y del dominio del capitalismo industrial ha dejado en una situación de precariedad material a buena parte de la clase trabajadora, de este proletariado. Esta clase trabajadora tiene que vender su fuerza de trabajo, por lo que lo que se va a imponer en esta nueva fase de trabajo es el salario. El proletario o trabajador que no es poseído por la propiedad de los medios de producción, solo tiene la alternativa de vender su fuerza de trabajo a cambio de un salario.

Relaciones de Producción y Plusvalía

Estas relaciones de producción, como señaló Marx, son desiguales, ya que la parte que tiene la capacidad de explotar es la burguesía y el obrero es el explotado. Aquí aparece el concepto marxista de plusvalía, es decir, a través de la explotación de la fuerza de trabajo, la burguesía obtendría un beneficio de las horas de trabajo del trabajador en la fábrica, una ganancia que surge de la relación entre los costes de producción y el valor generado. Hay una parte del valor que produce el trabajador que se adjudica directamente el propietario.

Cuanto más precaria sea la situación del trabajador, más se afianza esta ganancia. Todo lo que representaría costes para el propietario en forma de beneficios para el trabajador, la burguesía lo reduce o elimina para generar más plusvalía. Esto deriva en la precariedad de la clase obrera, creando la imagen de una burguesía en niveles de élite que cada vez acumula más renta sobre la miseria del proletariado, que está en una situación de opresión. Esto tiene que ver con una dinámica relacionada con el propio capitalismo.

El Movimiento Obrero y el Socialismo

Esta situación de miseria y explotación hizo que el proletariado se movilizara durante décadas, organizándose en sindicatos y así ir arrancando a los propietarios esa hegemonía. Esta clase trabajadora organizada contra la explotación es lo que llamamos movimiento obrero. Este asume como ideología propia el socialismo para transformar este sistema en una nueva sociedad donde los obreros se conviertan en la clase dominante sobre la burguesía.

El socialismo prende en el movimiento obrero. Busca la supresión de clases y la dominación de la clase trabajadora. En 1848, con la aparición del Manifiesto Comunista, se produjo un cambio en la manera de concebir el socialismo. De esta manera, llegamos a lo que se denominó socialismo utópico o precientífico. Son términos que usaron de manera peyorativa Marx y Engels. Era un socialismo primitivo, con propuestas que no comprendían la dinámica del sistema capitalista y, por tanto, eran incapaces de plantear una estrategia para superar ese sistema.

Del Socialismo Utópico al Socialismo Científico

El año 1848, además de ser un año de ruptura, fue el año en que se publicó el Manifiesto Comunista. Los pensadores del socialismo de la primera mitad del siglo XIX, a quienes se llamó “socialismo utópico pre-científico” de forma peyorativa, creían en el voluntarismo: consideraban que la sociedad se autotransformaría hacia el socialismo gracias al voluntarismo. Eran pensadores como Owen, Fourier, Cabet, Saint-Simon…

La mayoría de estos pensadores utópicos creía que una mayoría de la sociedad se daría cuenta de que existían mejores soluciones para repartir los beneficios y eliminar las grandes brechas de desigualdad; y que, por ese autoconvencimiento y al ver que esas alternativas eran mejores, la sociedad cambiaría. No se planteaban un cambio revolucionario, ni la teoría de la lucha de clases.

A partir de esa fecha, se dio lo que Marx y Engels llamaron el “socialismo científico”. Durante esa segunda mitad del siglo, el marxismo fue la corriente principal del socialismo, llegando a serlo incluso hasta nuestros días, aunque surgieron varias corrientes ideológicas. Hubo competencia entre ideologías, como, por ejemplo, con el anarquismo, en los siglos XIX y XX.

La Dialéctica: De Hegel a Marx

Según Hegel, la realidad se construye con el choque de contrarios: la dialéctica. Esta dialéctica se produce en el plano de las ideas: dos ideas entran en contacto y en ese choque se genera un nuevo pensamiento/idea, ya sea porque una sustituye a la otra o porque se fusionan. Cuando esto ocurre se denomina tesis/antítesis, y cuando la idea pasa al plano de la realidad se define como fenómeno. Una sucesión de fenómenos es lo que construye la historia, una línea de progreso constante donde se busca la libertad (el Absoluto).

Las ideas de Hegel fascinaron a Marx. Según Marx, la dialéctica de Hegel se despliega en la base material: pasa de lo ideal a la realidad. Es el choque de las fuerzas productivas (quién tiene el dominio y quién está dominado) lo que crea las relaciones sociales de producción.

Materialismo Histórico y Lucha de Clases

Estas relaciones tienen que ver con la formación social determinada: la propiedad, las infraestructuras económicas, las formas políticas y jurídicas, y las formas de organización y conciencia. Cuando una formación social entra en crisis, significa que las fuerzas productivas y las relaciones de producción han chocado hasta el punto de generar una lucha de clases. Es realmente el choque entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción lo que cambia la sociedad. Las relaciones sociales de producción, la formación social determinada y las subyacentes luchas de clase forman parte de la creación de nuevos modos de producción. El cambio de un modo a otro depende de las luchas por el cambio social.

El elemento central del cambio histórico es la lucha de clases. Otro de los objetivos del marxismo es plantear una teoría para provocar la revolución, acabar con el capitalismo burgués. Lenin llevó a cabo esto y organizó una fuerza con las herramientas para hacer la revolución.

Marx defiende que el proletariado tenía que conquistar el poder, establecer la dictadura en defensa de sus intereses y a partir de ahí construir el socialismo. La dictadura del proletariado es vista por Marx y Engels como un trámite para construir una democracia social. Esta idea con el tiempo se fue desvirtuando hasta llegar al término de dictadura del siglo XX, como la dictadura de un partido, y no como la de una clase social.

El Marxismo Tras Marx y Engels

Contexto Histórico. La figura de Antonio Gramsci no se puede entender sin introducir alguna precisión sobre el desarrollo del materialismo histórico tras la desaparición de Marx y Engels. Sufre una ruptura durante el primer tercio del siglo XX en el socialismo marxista y la irrupción de los partidos socialdemócratas y comunistas de la II y de la III Internacionales obreras.

Crítica al Marxismo Dogmático

La eclosión de un tipo de marxismo dogmático se dio por especulaciones teóricas, científicas y economicistas que apuntaban al materialismo como el “método definitivo” para el análisis social y para predecir hacia dónde evolucionaría el género humano. Del mismo modo, por la reducción de la explicación del cambio social a factores económicos o a la creencia determinista de que el capitalismo estaba condenado a dar paso al socialismo.

Por otro lado, el marxismo crítico también busca recuperar al individuo, dotado de conciencia y voluntad como realidad empírica que no se desvanecía en la Historia a causa del desarrollo mecanicista de las fuerzas productivas. Además, el marxismo crítico se ve como una herramienta para el cambio social que se hallaba en permanente construcción.

Gramsci, uno de los fundadores del PCI (1921), fue uno de esos marxistas críticos cuyos escritos teóricos contribuyeron a enriquecer enormemente las reflexiones sobre el materialismo histórico. Defiende que hay que distinguir entre leyes económicas y leyes científicas. La complejidad de los mecanismos de la dialéctica, la autonomía de los hechos políticos respecto a las luchas sociales y a las estructuras económicas, y el fracaso de la izquierda revolucionaria italiana y el triunfo del fascismo como movimiento de masas, le llevaron a preguntarse por las causas profundas de esos fenómenos, contrarios a una interpretación ortodoxa del marxismo.

El Pensamiento Político de Antonio Gramsci

«El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos».

El cambio social no tiene que ver con la base material o con las fuerzas productivas. Es más, el principal agente transformador de las sociedades es el factor político-cultural. Se refiere a que, si no cambiamos las bases culturales de una sociedad, no podemos cambiar la propia sociedad. No comparte la mecánica determinista de las relaciones sociales de producción, cuyas contradicciones internas no provocarán por sí mismas la ruptura revolucionaria. La revolución consiste en romper culturalmente con la forma de conciencia social que ha impuesto el capitalismo burgués.

Más Allá de la Infraestructura: La Hegemonía Cultural

A esta forma de conciencia colectiva la llamó hegemonía cultural, y opera bien por consentimiento o bien por coacción. Gramsci explica que la clase dominante hace que interioricemos una forma de pensar común. Es decir, que nos domina desde el punto de vista cultural.

Consentimiento y Coacción

Según Gramsci, la hegemonía cultural por consentimiento hace que se acepten esos valores impuestos sin resistencia; y si se les pone resistencia a esos valores, termina siendo una hegemonía cultural por coacción. Esto era explicado con la metáfora de Maquiavelo, quien decía que todo principado, para ejercer el poder de forma eficaz, tenía que tener una parte opresiva y otra comprensiva.

La Metáfora del Centauro de Maquiavelo

Maquiavelo había propuesto la metáfora del centauro, quien de cintura para arriba tiene una parte racional, pero por otro lado, de cintura para abajo se encontraría la parte más salvaje y animal. Esto luego se aplicaba al Estado.

El Fracaso de la Revolución en Italia

Esta hegemonía cultural, según Gramsci, explicaba en parte el fracaso de la revolución obrera en Italia. Las clases dominantes conformaban un bloque histórico capaz de conservar su hegemonía e intereses de grupo, escudándose en la retórica populista del régimen fascista de Benito Mussolini. Mientras, las clases subalternas no pudieron o supieron hacer lo mismo, existiendo una desunión entre el campesinado pobre del sur de Italia y el nuevo proletariado industrial del norte. El fascismo habría vencido porque había logrado “la unidad por arriba”, al haber aglutinado a las élites en torno a su proyecto de conquista del poder.

Crítica al Cientifismo y el Economicismo

Gramsci hace una crítica del culto al progreso del llamado cientifismo socialista. Defiende que es un vehículo de transmisión de la ideología burguesa a la clase trabajadora. Del mismo modo, el marxismo vulgar difundía una visión lineal, etapista y evolutiva de la Historia, que no se correspondía con los hechos empíricos observables de la trayectoria política de Italia tras su unidad nacional.

Habla de que la construcción del socialismo no era solamente un problema económico, sino también una ardua batalla cultural. Además, estas visiones dogmáticas crean un rechazo del economicismo y obstaculizan toda lucha que exceda lo material e inmediato: salarios, horarios o condiciones laborales.

Intelectuales y Pueblo

Estamos en una época donde se buscaba que las luchas sociales y obreras no se aislaran, sino que tuvieran un objetivo común: superar el capitalismo. Para ello, decía Gramsci, era necesario que los intelectuales vinculados a las necesidades del pueblo diseñaran ese proyecto de lucha común, esa unión entre intelectualidad y acción comunitaria. Esto era llamado el intelectual orgánico, y así creaban su propio pensamiento hegemónico.

Avanzar en la conciencia socialista era caminar hacia la unidad del pueblo: obreros, campesinos, grupos intermedios… Esto significa que el sujeto revolucionario, que en el marxismo obrero era la clase obrera mitificada, tiene que construirse mediante la unidad, el pensamiento colectivo, mediante la fijación de objetivos comunes, etc. No aparece porque sí en la Historia, sino que se tiene que ir construyendo. Gramsci cree que este sujeto revolucionario no es la clase obrera, sino el propio pueblo.

La Construcción del Sujeto Revolucionario

La idea de unidad popular sería el bloque histórico de los subalternos, representando un giro sustancial en la teoría marxista clásica. El sujeto histórico colectivo pasará del concepto de clase al concepto de pueblo. Esto ampliaría el campo de la participación política.

Para conseguir la unidad del pueblo hay que tener en cuenta que no existen la burguesía pura ni el proletariado en estado puro, sino que son abstracciones. Las clases sociales no son homogéneas ni compactas, sino que se muestran fragmentadas en situaciones materiales y condiciones subjetivas muy diversas.

La Construcción del Demos Revolucionario

Como solución, Gramsci propone promover alianzas entre las diversas fracciones de las clases subalternas. El sujeto colectivo de la lucha de clases no viene dado, hay que construir ese demos revolucionario.

Instituciones de la Hegemonía Burguesa

Esta conceptualización del pueblo se relaciona con la teoría de la hegemonía. Organizar la revolución social equivale a romper la hegemonía cultural burguesa, pues las clases subalternas no son inmunes a la influencia de la escuela, la religión, los medios de comunicación y las tradiciones burguesas. Estas instituciones o dispositivos del poder son funcionales a la dominación de clase y fabrican el consentimiento o pensamiento único. En la vida cotidiana, se interiorizan los valores de la cultura dominante, construyéndose el sentido común de cada periodo histórico.

Violencia y Consenso en la Dominación

El capitalismo es hegemónico porque convence a la gente de que no hay otra manera de vivir sino bajo este sistema económico; es hegemónico también culturalmente, aunque no resuelva los problemas colectivos.

La forma por la que se reproduce el dominio de la burguesía tiene que ver con una combinación de violencia y consenso. Por un lado, la guerra, la política, la ideología y la cultura son aristas de un mismo conflicto de clases. Por otro lado, con la metáfora del centauro tomada de Maquiavelo, el poder se nos manifiesta con una mitad humana y humanista (el consenso) y con una mitad animal y salvaje (la violencia del Estado).

La Lucha por la Hegemonía

Para conquistar el poder, o el Estado, habría que cambiar esa correlación de fuerzas. Hay que construir una nueva hegemonía o contrahegemonía, de forma que se altere la dirección política, ideológica y cultural de un bloque social sobre otro.

El Papel del Intelectual Orgánico y el Consenso

Además del uso de la violencia política, la lucha de clases necesita de la construcción de un consenso, de la dirección ideológica, entre el pueblo y los intelectuales para el convencimiento general. El consenso es esencial para reproducir el sistema capitalista, pero no resulta totalmente efectivo en estado puro, apareciendo siempre combinado con el ejercicio de dosis de violencia.

El Estado moderno es la combinación de sociedad civil, sociedad política y una hegemonía cultural que actúa más por consenso que por coacción. Todo ejercicio de hegemonía lleva implícito el intento de generalizar los valores particulares de un sector social al conjunto de la población.

De esta manera, la escala de valores de toda sociedad siempre está en disputa. Terminan dominando los valores del sector que ejerce la hegemonía. Si toda realidad es dialéctica, todo intento de hegemonía se enfrenta siempre a un intento de contrahegemonía que pretende neutralizar a la primera.

La Relevancia Actual de Gramsci

La noción de hegemonía cultural, que perfila al capitalismo como un sistema civilizatorio de dominación más allá de lo económico, ha vuelto a la primera línea del debate público en la actualidad.

Hegemonía en la Era Digital

En la época de Gramsci, el mayor agente de producción de consenso era la escuela; hoy en día son los mass media y las redes sociales digitales. Por eso, es un teórico político cuya obra se ha puesto de nuevo en valor y despierta ahora mismo un gran atractivo.

En la mejor tradición de Maquiavelo, ningún gobierno, por poderoso que sea, se puede imponer únicamente por la violencia; precisa de un grado mínimo de legitimación y aprobación populares. El Estado es un instrumento para adoctrinar a las masas en el servilismo.

El Propósito Humanista de la Revolución

Así, los intelectuales contrahegemónicos pueden existir en todos los niveles de la sociedad, en el pueblo, y no solamente como élite. Del mismo modo, desarrollar esa competencia forma parte de la tarea de un revolucionario. El objetivo de cualquier revolución no es solo cambiar las relaciones sociales, sino cambiar el ser humano. La revolución debería tener un propósito humanista, constituyendo una gran transformación intelectual y moral.

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