Al-Ándalus: Historia, Política y Sociedad de la España Musulmana
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La Irrupción Musulmana: Al-Ándalus
La Desaparición del Estado Visigodo
La desaparición del Estado visigodo y la formación de al-Ándalus supuso la integración de parte de la Península Ibérica en la cultura árabe-islámica durante casi ocho siglos.
Ocupación Musulmana y Formación de Al-Ándalus
En el año 711, el reino visigodo se encontraba sumido en una crisis interna provocada por años de hambre y epidemias, y por la guerra civil entre el rey Rodrigo y los familiares del anterior monarca Witiza. Los ejércitos musulmanes ocuparon las principales ciudades visigodas y tomaron su capital, Toledo. La conquista islámica de la Península fue rápida y fácil.
A partir de la llegada de los musulmanes, los territorios peninsulares se fragmentaron en dos espacios diferentes desde el punto de vista político, social y cultural.
Los territorios controlados por los musulmanes, básicamente los del antiguo reino visigodo, pasaron a integrarse en el Imperio islámico bajo la denominación de al-Ándalus.
Sin embargo, los musulmanes no ocuparon toda la Península. En los núcleos del norte, fuera de su dominio, como Gallaecia o la zona pirenaica, surgieron nuevos poderes reales no dependientes del Islam.
Evolución Política: Emirato, Califato y Taifas
El Emirato Dependiente (718-756)
Una vez concluida la fase de la conquista y asentados en el territorio, los árabes organizaron políticamente al-Ándalus, que se convirtió en una provincia del Califato omeya. Los gobernantes establecieron la capital en Córdoba.
La población musulmana peninsular estaba formada por diferentes grupos étnicos:
- Los árabes: constituían la aristocracia del ejército y se instalaron mayoritariamente en las ciudades.
- Los bereberes: formaban el grueso del ejército y se asentaron en las zonas rurales.
- Los grupos llegados de Siria como soldados de refuerzo.
El Califato de Córdoba (929-1031)
Abd Al-Rahman III heredó el trono a comienzos del siglo X, cuando el poder omeya estaba muy debilitado. Durante su mandato logró la pacificación completa de al-Ándalus. En el 929, Abd Al-Rahman III se proclamó califa, concentrando así no solo el poder político y militar, sino también el religioso. Logró detener los intentos de expansión de los reinos cristianos del norte y mantuvo contactos políticos y comerciales.
El Califato fue el período de mayor esplendor económico y cultural: florecieron las artes y las ciencias, y Córdoba se convirtió en la ciudad más importante de Europa.
Los Reinos de Taifas y las Invasiones Norteafricanas (XI-XII)
A partir del siglo XI, la inestabilidad política y las guerras civiles acabaron con el sólido estado fundado por los omeyas. Durante los primeros años (1031-1045) asistimos a la progresiva independencia de taifas como las de Almería, Granada, Toledo, Valencia o Zaragoza. Aunque los reinos de taifas gozaron de una gran riqueza y cultura, la falta de un poder centralizado y de la necesaria organización militar fue aprovechada por los cristianos del norte, que lograron avanzar sobre territorio musulmán (toma de la taifa de Toledo, 1085).
Ante la presión de los reinos cristianos sobre al-Ándalus, los reyes andalusíes pidieron auxilio a los almorávides, que habían formado un Imperio unificando territorios en el Magreb (actuales Mauritania, Argelia y Marruecos). Esto supuso la incorporación de al-Ándalus como un territorio periférico del Imperio creado al norte de África.
Desde comienzos del siglo XII se sucedieron diversas rebeliones contra el dominio almorávide en al-Ándalus, apareciendo territorios musulmanes con gobiernos independientes denominadas segundas taifas (segunda mitad del siglo XII). Pero en el año 1147 los almohades, otro grupo bereber procedente de las montañas del Atlas, tomaron la capital almorávide, Marrakech, y conquistaron al-Ándalus, quedando esta de nuevo bajo un imperio del norte de África: el imperio almohade. La derrota que sufrieron los almohades a manos del rey cristiano Alfonso VIII (Batalla de las Navas de Tolosa, 1212) marcó el comienzo de su declive.
El Reino Nazarí de Granada (1238-1492)
El reino nazarí de Granada fue el último estado musulmán de la Península durante la Baja Edad Media. Ibn Nasr logró en 1238 controlar los territorios de Almería, Málaga y Granada, y proclamarse emir, convirtiéndose en el fundador de la dinastía nazarí. El reino atravesó un período de esplendor como punto de intercambio comercial entre el Magreb y la Europa cristiana.
Economía, Política y Sociedad
Una Economía Urbana
Aunque durante la Edad Media las principales actividades económicas eran la agricultura y la ganadería, en al-Ándalus destacó la importancia de la economía urbana y el comercio. La agricultura experimentó un gran desarrollo en el mundo andalusí, como revelan la cantidad de tratados y calendarios agrícolas. En las ciudades se desarrolló una floreciente artesanía que aprovechó los circuitos comerciales con el oriente islámico.
Organización Social
En al-Ándalus se formó una sociedad muy compleja debido a la diversidad de culturas, religiones y grupos sociales:
- Musulmanes: eran el grupo dominante y disponían de plenos derechos. Distinguimos:
- Árabes: minoría que acaparaba el poder político, económico y social.
- Bereberes: grupo más numeroso. Tenían una condición más humilde y se dedicaban al pastoreo o a servir en el ejército.
- Muladíes: eran hispano-visigodos convertidos al islam.
El Poder Político y las Instituciones
El emir, y más tarde el califa, concentraban todos los poderes del Estado: político, financiero, judicial y bélico. En el caso del califa, el soberano era también jefe religioso de la comunidad islámica (imán), lo que reforzaba su poder político.
Emires y califas delegaban algunas tareas de la administración. Contaban con asesores y consejeros denominados visires, entre los que destacaba el hachib, de mayor categoría, que actuaba como un primer ministro y que con el tiempo llegarían a acumular un gran poder. La administración de justicia correspondía a un cadí que seguía los preceptos coránicos.
En cuanto a la administración del territorio, los musulmanes establecieron la división en provincias denominadas coras, a la cabeza de las cuales se situaba el valí. Este aparato estatal y el poderoso ejército se sustentaba gracias a un eficaz sistema de cobro de impuestos (décimo, contribución al ejército o los que pagaban las minorías no musulmanas).