Al-Ándalus: Etapas Clave de la Presencia Musulmana en la Península Ibérica
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La Conquista Musulmana (711-718)
Algunos aristócratas visigodos prefirieron pactar con los musulmanes el sometimiento a su autoridad y el pago de tributos a cambio de conservar su señorío y practicar su religión.
El Emirato Dependiente (714-756)
Al-Ándalus estuvo inicialmente sometido a la autoridad del califato Omeya de Damasco, centro político y religioso del mundo musulmán de esta época.
El Emirato Independiente (756-929)
Desde Córdoba, los emires ejercieron el poder político y militar de forma autónoma, aunque se siguió respetando la autoridad religiosa del califa Abasí de Bagdad, nueva capital del mundo islámico tras la caída de los Omeyas.
Una vez lograda la victoria, el príncipe omeya Abd al-Rahmán I atrajo a al-Ándalus a otros partidarios omeyas y logró también la adhesión de ciudades importantes. Este respaldo le sirvió para instaurar su propia dinastía al frente del emirato.
El nuevo emirato consolidó el poder del islam en la Península. Se reformó la organización administrativa para hacerla independiente y se reorganizó y mejoró la recaudación de impuestos. El aumento de esta permitió la creación de un ejército mercenario y permanente, compuesto por tropas de diversas etnias, además de esclavos extranjeros. Se realizaron frecuentes aceifas o razzias (incursiones de saqueo) contra los reinos cristianos del norte.
El Califato de Córdoba (929-1031)
A principios del siglo X, Abd al-Rahmán III se proclamaba califa, lo que significaba desligarse de la sumisión religiosa y el fin de cualquier dependencia del califato de Bagdad. Esto marcó el apogeo político y cultural de al-Ándalus.
Abd al-Rahmán III consiguió pacificar el territorio de al-Ándalus, lo que le posibilitó fortalecer la estructura del Estado.
- Su nombramiento como califa le otorgaba la supremacía religiosa, que se sumaba a la política y la militar.
- Reorganizó la recaudación fiscal y centralizó su gestión.
- Los impuestos le permitieron el pago de un potente ejército mercenario, formado especialmente por bereberes y esclavos.
Abd al-Rahmán III también contuvo el avance reconquistador de los reinos cristianos del Norte y aumentó igualmente su influencia en el Magreb, donde consiguió conquistar algunas plazas importantes.
Almanzor y la Crisis del Califato
A finales del siglo X, destacó la figura de Al-Mansur, conocido como Almanzor, un hayib (chambelán o primer ministro) que concentró un enorme poder político y militar, relegando a los califas a un papel simbólico.
Almanzor creó un nuevo ejército integrado por bereberes y mercenarios cristianos, que le permitió asegurar su poder a nivel interno y realizar numerosas y devastadoras razzias contra los territorios cristianos.
A la muerte de Almanzor (1002), se inició un periodo de conflictividad (conocido como la fitna) —en apenas veinte años fueron proclamados siete califas— que se caracterizó por una verdadera guerra civil entre distintos grupos: los mercenarios bereberes, los árabes andalusíes y los mercenarios eslavos (saqaliba). Como consecuencia, el califato se desintegró en 1031, dando lugar a los reinos de taifas.
Las Taifas y las Invasiones Bereberes (1031-1246)
La desintegración del califato dio lugar a una veintena de pequeños Estados independientes, llamados taifas (bandos o facciones). Estas se hallaban frecuentemente enfrentadas entre sí, y las más pequeñas fueron absorbidas progresivamente por las más poderosas.
Los reinos cristianos del norte aprovecharon estas rivalidades y, a cambio de apoyo militar o protección, las obligaron a pagar cuantiosos tributos (parias).
Los Almorávides y los Almohades
Los almorávides (y los almohades, después) eran bereberes del norte de África, pertenecientes a movimientos religiosos rigoristas que profesaban los principios más estrictos del islam y aspiraban a unificar políticamente a los musulmanes.
En 1086, ante el avance cristiano (conquista de Toledo en 1085), varias taifas pidieron ayuda a los almorávides. Estos cruzaron el estrecho de Gibraltar, derrotaron a los castellanos en la batalla de Sagrajas, e iniciaron la ocupación de amplias zonas del centro y sur de la península, unificando al-Ándalus bajo su mando. Su dominio se basó en la ocupación militar y en la imposición de una estricta ortodoxia religiosa.
En el siglo XII, la debilidad almorávide llevó a algunas taifas a pedir ayuda a los almohades, que dominaban el Magreb. Estos constituían otro movimiento de carácter religioso y rigorista con aspiraciones de dominio político. La invasión almohade comenzó en 1146, y lograron reunificar al-Ándalus e incluso obtener victorias significativas contra los cristianos.
Sin embargo, la decisiva derrota almohade en la batalla de Las Navas de Tolosa (1212) frente a una coalición de reinos cristianos encabezada por el rey castellano Alfonso VIII, marcó el inicio de su rápido declive y abrió la puerta a la conquista de la mayor parte de al-Ándalus por los cristianos.
El Reino Nazarí de Granada (1246-1492)
Tras la caída de los almohades, el reino de Granada se mantuvo como la única entidad política andalusí en el territorio peninsular durante más de dos siglos. Estaba gobernado por la dinastía de los nazaríes. Esta dinastía mantuvo la independencia de Granada gracias a tres factores principales:
- Una hábil gestión diplomática, que incluyó pactos y el pago de vasallaje al reino de Castilla.
- Las minorías cristianas y judías en su territorio eran muy reducidas, lo que contribuía a una mayor cohesión interna.
- La llegada masiva de andalusíes procedentes de otros reinos conquistados por los cristianos, lo que reforzó su población y capacidad de defensa.
A principios del siglo XV, la estabilidad política del reino nazarí comenzó a declinar debido a frecuentes luchas internas por el poder.
Finalmente, los Reyes Católicos, Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, pactaron con el último rey nazarí, Muhammad XII (conocido como Boabdil), la rendición de Granada el 2 de enero de 1492. Con este hecho, desaparecía el último vestigio del dominio musulmán en la Península Ibérica, poniendo fin al periodo conocido como la Reconquista.