Al-Ándalus: Esplendor, Declive y Legado del Califato en la Península Ibérica

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El Califato de Córdoba: Esplendor y Declive (929-1031)

En las proximidades de Córdoba, Abd al-Rahman III ordenó la construcción de la ciudad palacio de Medinat al-Zahra, donde se aisló en exceso y recibía con gran pompa a las embajadas de los monarcas cristianos de la Península y extranjeros. Su sucesor, su hijo Al-Hakam II (961-976), mantuvo el esplendor del califato, viviéndose un gran desarrollo cultural. Tras la muerte de Al-Hakam II, la figura del califa, que ahora es su débil hijo Hisham II (976-1009), desaparece prácticamente ante la imposición de su primer ministro, Al-Mansur (conocido como Almanzor). Este se hizo con el poder y llevó a cabo una serie de campañas contra los cristianos donde obtuvo victorias, botín y prestigio (55 campañas). Estableció una rígida vigilancia en la corte y se enfrentó a los juristas conservadores, que no veían con buenos ojos su excesivo poder. Reforzó el ejército. Almanzor murió en 1002, siendo su puesto ocupado por su hijo Abd al-Malik (1002-1008), pero a su muerte el califato entró en un periodo de descomposición política, con constantes luchas civiles, que supondría la desaparición del califato en 1031.

Los Almohades y el Fin de la Unidad Política (1172-1248)

Los almohades habían establecido un imperio en el norte de África y cruzaron el estrecho para frenar el avance cristiano. En principio, les favoreció también las relaciones económicas establecidas entre el área norteafricana y la península. Llegaron a unificar al-Ándalus bajo su mando en 1172, derrotando a Alfonso VIII de Castilla en Alarcos (1195). Su dominio duró poco, pues Inocencio III predicó una cruzada y el ejército cristiano los derrotó en la batalla de las Navas de Tolosa en 1212, lo que marcó el inicio de su fin. Entre 1223 y 1248, la ofensiva cristiana resultó definitiva. Jaime I de Aragón y Fernando III de Castilla avanzaron hacia el sur conquistando Valencia, Murcia, La Mancha y Andalucía occidental, incluyendo Córdoba (1236) y Sevilla (1248). Al-Ándalus, como unidad política, dejaba de existir, quedando tan solo los nazaríes como vasallos de Fernando III de Castilla y León.

El Reino Nazarí de Granada (1238-1492)

Muhammad I consiguió que Fernando III le admitiera como vasallo a cambio de pagar tributo y de ayuda militar. La notable riqueza del reino se basaba en la producción de seda, azúcar y en un importante comercio. Era esta riqueza la que hacía que se mantuviese como vía de ingresos, junto a los problemas internos de los cristianos y como zona donde mandar a la población musulmana de los territorios recién conquistados. Los años comprendidos entre 1333 y 1394 son los de máximo auge del reino nazarí, correspondiendo con los reinados de Yusuf I y Muhammad V. Es en este período cuando se construyeron los más hermosos edificios de la Alhambra. Granada tuvo una economía floreciente, pero estaba constantemente agobiada por la superpoblación y los elevadísimos tributos que había de pagar a Castilla. Desde fines del siglo XIV, comenzó la crisis política, plagada de conspiraciones palaciegas, rivalidades entre clanes y golpes de Estado que debilitaron enormemente la autoridad de los sultanes. Durante el reinado de los Reyes Católicos se pondría fin a este reino con la conquista en 1492 y su incorporación a la Corona de Castilla.

Economía de Al-Ándalus

La economía de al-Ándalus fue relativamente próspera, su base fue la agricultura, destacando la producción triguero-olivarera de secano en grandes latifundios. Se consiguió el autoabastecimiento de trigo, salvo en hambrunas esporádicas, y excedentes de aceite para la exportación. El desarrollo del regadío, con numerosas mejoras técnicas, permitió la introducción de numerosos cultivos nuevos: cítricos, arroz, azafrán, algodón, etc. La estructura de la propiedad estaba repartida de la siguiente forma:

  • 1/5 de las tierras estaban ocupadas por el Estado.
  • Los 4/5 restantes pertenecían mayoritariamente a la aristocracia.

Los aparceros entregaban normalmente entre 1/4 y 1/2 de la cosecha. La artesanía es, junto con el comercio, donde mejor se aprecian las diferencias con la Europa cristiana. Las artesanías alcanzaron un alto nivel: tejidos, armas, cerámica, papel, cuero, vidrio, etc. Convivían los pequeños talleres artesanales con las grandes factorías del Estado. El comercio y la circulación monetaria se revitalizaron con las antiguas rutas comerciales, sobre todo las marítimas. Las principales eran: la ruta del oro sudanés. Se exportaban tejidos, aceite, cueros y armas. Se importaban esclavos, especias y productos suntuarios. El sistema monetario creado por Abd al-Rahman I se basaba en el bimetalismo, del dinar de oro y el dirham de plata.

Sociedad en Al-Ándalus

Desde el punto de vista étnico, nos encontramos con:

  1. Árabes: verdadera aristocracia, con dominio socioeconómico.
  2. Bereberes: subordinados a los árabes.
  3. Hispanos.
  4. Judíos.

Pero una división más importante sería la religiosa:

  1. Musulmanes: árabes, bereberes y muladíes (cristianos convertidos al islam por diversos motivos).
  2. Cristianos: mozárabes, que mantienen su fe y sus autoridades religiosas.
  3. Judíos: pequeña minoría, con sus barrios, sus lugares de culto, etc.

Los dos últimos pagaban impuestos. En la sociedad, hubo una tendencia hacia la arabización y hacia la sustitución de una nobleza de sangre por otra de servicio adicta al califa.

Legado de la Época Romana en la Península Ibérica

El legado de la época romana en la península ibérica es vasto y duradero, abarcando diversos aspectos de la vida y la cultura:

  • Derecho Romano: reguló la convivencia entre los ciudadanos y entre estos y el Estado, convirtiéndose en la base del derecho actual.
  • Latín: se difundió primero entre las élites y luego entre el pueblo, desplazando a las lenguas prerromanas, a excepción del vasco. Dio origen a las lenguas romances: castellano, catalán, gallego, etc.
  • Religión: primero con el politeísmo y después con el establecimiento del cristianismo.
  • Arte y Arquitectura: los romanos dejaron grandes ejemplos de su labor arquitectónica, destacando obras como anfiteatros, teatros (Mérida, Sagunto), acueductos (Segovia, Mérida), arcos de triunfo (Medinaceli) y puentes (Alcántara). Introdujeron el uso del hormigón como material constructivo.

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