Análisis de Obras Maestras del Renacimiento

Enviado por Programa Chuletas y clasificado en Plástica y Educación Artística

Escrito el en español con un tamaño de 5,63 KB

La Gioconda (1503-1505) de Leonardo da Vinci

Rena; Cinco; 1er tercio s. XVI: Retrato de busto prolongado en brazos. Equilibrado en composición, recurre a forma triangular como referencia compositiva. La pose informal y distendida de la modelo fue una innovación; aparece sentada en un sillón, con un singular paisaje de fondo. Se realiza en óleo sobre madera.

Tema: Posiblemente sea la esposa del comerciante florentino Francesco del Gioccondo, Monna Lisa. La mujer acaba de dar a luz a su segundo hijo y era costumbre encargar un retrato para celebrar este acontecimiento.

Elemento plástico: El típico tratamiento leonardesco de la luz: el sfumato rodea la figura y difumina sus perfiles, quedando así envuelta en un aura de misterio. El paisaje que la enmarca es consecuencia directa de la perspectiva aérea, incluyendo acumulación de azules al fondo. Es también un elemento de inquietud formal, primero porque el paisaje parece independiente del rostro, pero también porque la línea de horizonte no coincide a la derecha e izquierda, lo que engaña la composición creando dos planos de visión y aumentando el sentido enigmático. Las tonalidades de color son frías, dominando negros, marrones y gamas azules. El color se difumina para marcar la lejanía y proximidad del paisaje. Destaca el dominio leonardesco de la expresión, que alcanza su fama universal por el trabajo del claroscuro en ojos y comisura de labios, elementos básicos de esta obra. Esta obra posee características propias del Cinquecento: naturalismo en la representación, idealismo en búsqueda de belleza y perfección, uso de claroscuro, preocupación por el volumen, uso de perspectiva que dota de corporeidad a la figura, dominio de dibujo sobre color y composición piramidal.

Virgen del Jilguero de Rafael

Rena; Cinco; 1er tercio s. XVI: Pertenece a la agrupación de cuadros de tema religioso en los que desarrolla una tipología nueva y original: las Madonnas, famosas maternidades compuestas por la Virgen con el niño y, en ocasiones, con San Juan niño. Es óleo sobre tabla.

Representa a la Virgen sosteniendo un libro, lo que permite identificarla como Sede Sapientiae. El jilguero es símbolo de la futura muerte violenta de Cristo. San Juan le ofrece el jilguero a Cristo como advertencia de su futuro.

Composición: Rafael colocó tres figuras (Virgen, Jesús y San Juan) dentro de un dibujo geométrico. Las posiciones son naturales y juntos forman un triángulo casi regular. Esta estructura piramidal concebida por Leonardo era la mejor forma de jerarquizar y representar a los personajes del primer plano. Predomina la línea curva, lo que dota a la obra de movilidad y ritmo.

Elemento plástico: Influencia del autor en el tratamiento de luz difuminada o en transparencias reflejadas y en tonos azulados del plano de fondo. El modelado de figuras deriva del estudio de la obra de Miguel Ángel; prueba de ello es la rodilla de la Virgen, prominente, voluminosa y sobresaliente hasta el punto que rompe el plano-límite del cuadro. La obra conserva el encanto poético del primer Rafael, en los rostros y poses de figuras; en el tratamiento mesurado del color, alternancia clasicista de rojos y azules, que contrasta tonos cálidos con fríos; y en la luminosidad del cuadro, uniforme, alegre y clara, que guarda valor simbólico, pues es luz cenital que induce a la identificación de lo divino.

David (1501) de Miguel Ángel

Rena; Cinco; 1er tercio s. XVI: De vuelta a Florencia en 1501, Miguel Ángel esculpe a David, que plasma la visión del Renacimiento clásico sobre el ideal heroico de la Antigüedad. Encargada por los administradores de la catedral de Florencia, que le cedieron un bloque de mármol abandonado por otro escultor. Cuerpo entero y bulto redondo.

Representa a David, que tiene fama por destruir a Goliat y por ser un buen gobernante. Representa el triunfo de la inteligencia y habilidad contra la fuerza bruta. Su actitud muestra el instante anterior a lanzar la piedra; su mirada mide la fuerza de su rival. Miguel Ángel consigue una mezcla de serenidad y grandeza clásica junto al vigor de la decisión e ímpetu desafiante; el rostro revela orgullo y fuerza moral. Con una mano sostiene la piedra y con la otra apoya la honda en su hombro.

Toda la obra respira aire clásico: curva inigualable, preocupación por la musculatura y propia orientación temática. No obstante, sus rasgos corporales ponen al descubierto el apasionamiento de un hombre sometido a gran tensión. La terribilitá traduce la tensión interior del personaje a una tranquila calma aparente. Destaca el cabello rizado y trabajado al trépano (como los ojos). La profundidad del tallado propicia el claroscuro.

En el torso se diferencia un perfil estirado y otro en curva, consecuencia del contraposto que realiza la cadera con distinto movimiento de piernas. Sigue ideales de la Grecia clásica, respondiendo a un punto de vista frontal. Pero esta frontalidad es aparente, pues un leve giro de cabeza obliga al espectador a cambiar el punto de vista. El estudio anatómico es el protagonista, con un cuerpo vigoroso y todos los miembros en tensión. El autor creía que el cuerpo varonil desnudo era divino, existiendo una correspondencia entre belleza exterior e interior. El David supone la recuperación de formas de la escultura antigua y también un alejamiento del clasicismo en favor de la expresividad. Se aleja de los cánones clásicos para dotarlo de terribilitá. Es "una de las más claras vulneraciones de la normativa clasicista".

Entradas relacionadas: