Análisis de "Nada" de Carmen Laforet

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Análisis de Nada de Carmen Laforet

El espacio físico

El espacio físico de la novela Nada no es un simple decorado, sino un entorno existencial que condiciona a todos los personajes, especialmente a Andrea. Podemos dividirlo en dos bloques:

  • El contraste entre los espacios interiores, oscuros, claustrofóbicos y llenos de personajes opresivos.
  • Los espacios exteriores luminosos y llenos de novedades para una chica que venía de las Islas Canarias.

Este contraste ofrece un marco lleno de protagonismo para los lectores. El entorno físico es a la vez el espejo en el que se contempla el alma de Andrea, en plena crisis existencial. La casa de la calle Aribau puede considerarse como una representación simbólica de la vida, una especie de escuela de la naturaleza humana. Los personajes que la pueblan representan los instintos y pasiones humanas básicas. Por otra parte, la ciudad constituye el contrapeso y la evasión, el acceso a la cultura y a la clase alta. El contraste en forma de claroscuro desemboca finalmente en la huida y en la aparición de un nuevo paisaje -apenas mencionado en la novela- con un entorno económico favorable.

El tiempo

Toda la novela transcurre en un año, concretamente en el curso 1939-40. Se trata de un relato lineal con algunas pequeñas analepsis (retrocesos en el tiempo) en las que la protagonista recuerda ciertos veranos en casa de los abuelos y el pasado inmediato a la llegada a Barcelona. El choque entre sus recuerdos felices y el estado presente de la casa de la abuela le produce una decepción que marcará toda la novela. No es la de una escritora realista, no plasma los hechos con una visión fotográfica o testimonial, sino como un ejercicio de introspección. En el relato aparecen aquellos sucesos que su memoria selectiva y su criterio emocional han escogido. Parece como si al escribir, la novelista quisiera recordar el tiempo transcurrido en Barcelona para aprender de sus experiencias a través de la reflexión.

Los personajes principales

Andrea

Es la narradora, personaje protagonista y testigo. Su historia es la de una huérfana de dieciocho años que abandona el pueblo en el que vivía con su prima Isabel y va a la casa de sus abuelos –para estudiar en la Universidad de Barcelona- cargada de ilusiones. El tiempo y las circunstancias se encargarán de desvanecerlas. Es observadora de la realidad, de la arquitectura, de las personas, de las calles, de los ambientes..., y sabe transmitir con frases cargadas de sensibilidad sus impresiones más íntimas. Carmen Martín Gaite la definió como "chica rara", es decir, personaje fuera de los estereotipos marcados por las protagonistas de novelas. Su aspecto físico no queda definido más que por la delgadez y por la ausencia de coquetería. Su personalidad se corresponde con la de una chica tímida pero fuerte de carácter, que valora su independencia y busca la libertad. Al final, angustiada por los acontecimientos del último año vivido, ve en la oferta de su amiga Ena la tabla de salvación y abandona Barcelona aparentemente sin llevarse nada, aunque sí lleva en su “equipaje” una serie de duras vivencias que forjan su madurez.

Román

Es su tío, un pintor, aventurero, donjuán, capaz de fascinar a las mujeres –Gloria, Ena, la madre de Ena y la propia Andrea- y que ejerce un papel de dominio psicológico sobre el resto de familiares de la casa. Parece vivir apartado de la casa, en la buhardilla del edificio, donde mantiene largas conversaciones con Andrea. Pero posee un lado oscuro en su personalidad de conquistador, se comporta como un tirano capaz de humillar, ningunear o de pelearse con su propio hermano. Es un personaje controvertido y clave en la novela, por cuanto su muerte precipita el final de la misma.

Ena

Es la gran amiga de Andrea. Su inteligencia y seguridad en sí misma atraerá a Andrea, que verá en ella un modelo de conducta. Si bien su relación atraviesa por altibajos y por interferencias –relación con Román-, Ena será la puerta abierta a las clases sociales altas y al futuro lejos de la angustia familiar.

Angustias

Tía solterona de Andrea, desempeña un papel opresivo, censor de las costumbres y con una doble moralidad. Su imagen está teñida de desequilibrio hasta el final de su aparición, cuando se recluye en un convento. Algunos críticos la relacionan con la madrastra de Carmen Laforet, mujer al parecer histérica que chocó con su hijastra y provocó la salida de Canarias.

Juan

También tío de Andrea, es pintor pero sin el talento, ni el atractivo de su hermano Román. Muestra una frustración por su fracaso matrimonial, familiar y económico. Sus relaciones conyugales –con presencia de maltratos- y fraternales son tortuosas, muestran un carácter violento, brutal, despiadado y a veces repulsivo.

Gloria

Es la mujer de Juan. Se asemeja a Andrea en sus ansias de libertad, aunque no tiene voluntad suficiente para romper con la familia, las ataduras, los maltratos y mantiene una vida apática en una casa en la que se siente atrapada.

La abuela

Aparece como una figura maternal que acoge con ternura a Andrea, capaz de sacrificios por la familia, religiosa y llena de fervor sincero, pero también es un ser atormentado que calla ante las injusticias familiares y que muestra las crudas cicatrices de la miseria, de la guerra y de la pérdida de su marido. La madre de Ena, Margarita, aparecerá en escena con una sorprendente relación con Román y con una charla que inspirará confianza a Andrea. Junto con su marido y la voluntad de Ena, serán los agentes positivos de la novela que motivarán la partida de Andrea hacia Madrid.

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