Alimentación Infantil: Claves para una Nutrición Saludable de 0 a 6 Años

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Trastornos Infantiles Relacionados con la Alimentación

En el proceso de alimentación se pueden producir desajustes que generan enfermedades o bien que sea el propio organismo el que reacciona manifestando diversos modos de rechazo ante la ingestión de determinadas sustancias nutritivas que no puede absorber (Cepeda, P, Fernández, P y Vélez, R, 2010, p. 91). Así pues, con la denominación de Trastornos de la Conducta Alimentaria se hace referencia a las rutinas que se alejan de la forma normal de alimentarse y de las pautas de una dieta saludable.

Trastornos Alimentarios Comunes en Niños de 0 a 6 Años

En la escuela infantil, es común que algunos niños presenten anomalías a la hora de comer. Es posible que se produzcan desajustes que afecten a su salud o que su propio cuerpo rechace algunos alimentos.

Aunque el pediatra es el responsable de adoptar las medidas necesarias, es conveniente que los educadores tengan conocimientos sobre los trastornos más importantes para actuar de modo preventivo o tomar medidas para su pronta solución. La familia también debe observar las conductas alimenticias del niño, ya que es el primer lugar donde se detectan.

Cualquier tipo de malnutrición provocada por trastornos alimenticios durante este periodo puede tener graves repercusiones para la salud, tanto a largo como a corto plazo. Por eso, estos deben detectarse rápidamente para poder actuar cuanto antes.

Los principales trastornos son inapetencia, vómitos, pica, rumiación, bulimia y anorexia del lactante (Cepeda, P et al., 2010, p. 93).

A. Inapentencia

La inapetencia consiste en la pérdida de apetito en determinados momentos. Es de tipo pasajero.

B. Vómitos

Los vómitos consisten en la expulsión más o menos brusca de una cantidad considerable de alimentos. Es posible que, de manera esporádica, los lactantes vomiten después de mamar o tomar el biberón.

Cuando son mayores, suele aparecer después de un desayuno rápido, cuando los niños han de incorporarse a la escuela con posterioridad. Si son frecuentes, es posible un retroceso somático, pero sin desarrollar una enfermedad específica.

C. Pica

La pica consiste en el deseo de ingerir de manera persistente sustancias no naturales o no alimentarias, no nutritivas (pintura, yeso, papel, arena, piedras, etc.). No hay aversión para comer cualquier cosa. Suele aparecer entre los 18 y 24 meses. El trastorno remite pronto; si persiste, hay necesidad de un tratamiento específico.

D. Rumiación

La rumiación consiste en la regurgitación repetida de alimentos ya ingeridos de forma voluntaria y placentera, desde el estómago hasta la boca, con el fin de volver a masticarlos y tragarlos. Aparece entre los 3 y 12 meses.

E. Bulimia

La bulimia es la ingestión compulsiva de grandes cantidades de alimentos, con la posterior expulsión de los mismos. Este trastorno va asociado a episodios alternados de anorexia-bulimia.

F. Anorexia del Lactante

La anorexia se manifiesta por una falta anormal de apetito o desgana permanente. Puede aparecer de un modo progresivo o súbito entre los 5 y los 8 meses de edad. Si se detecta que es una llamada de atención, debemos mostrar una actitud de aparente indiferencia.

Causas de los Trastornos Alimentarios en Niños de 0 a 6 Años

Todos los trastornos alimentarios en niños de 0 a 6 años son causados por diversos motivos que mostramos a continuación. Según la asociación Accent:

1) Un proceso de aprendizaje inadecuado:

  • La ansiedad del padre/madre ante uno o varios episodios de inapetencia, que pueden llegar a angustiar a todos los miembros de la familia y dar lugar a rechazo a la hora de la comida, provocando gritos, regañinas, etc.
  • Compaginar la hora de la comida con otras actividades (ver la televisión, juegos, etc.).
  • La sobrevaloración que los adultos hacen en ocasiones de la comida, relacionándola con la salud de sus hijos; lo que da lugar a una excesiva atención e insistencia, que incrementa la inapetencia, convirtiéndose en un círculo vicioso difícil de corregir.
  • La ausencia total de una estructura en los horarios de comidas o el picoteo o comida entre horas.
  • El “picoteo”: el abuso de alimentos dulces, chucherías, zumos envasados, refrescos y otros alimentos de escaso valor nutritivo.
  • El hecho de comer una misma clase de alimento con mucha frecuencia es también un factor que incide en una repulsión o una disminución considerable del apetito.

2) Causas físicas: Brote dentario, convalecencia, exceso de calor, enfermedad intercurrente, accidentes, etc.

3) Acontecimientos familiares o sociales, como: el nacimiento de un hermano, el inicio de la escolarización, un cambio de domicilio, el fallecimiento de un familiar, etc. Muchas veces se niega a comer porque es su manera de expresar que precisa de la atención de sus padres. Es decir, el niño tiene un problema de relación con los padres que manifiesta de esa manera. En este apartado inciden aspectos emocionales.

4) Sin embargo, hay otros trastornos que ocurren por otros factores más relacionados con el desarrollo cognitivo, como puede ser retraso mental, autismo o problemas neurológicos graves. Como se puede detectar en el trastorno de pica, rumiación, esta es la causa más común.

Niños Inapetentes

La inapetencia consiste en la pérdida de apetito. Esta se manifiesta por la falta de interés o incluso rechazo del alimento que se repite de forma continua a las horas de la comida.

Cabe añadir que es de tipo pasajero. Es decir, no hay que preocuparse de que el niño no coma, hay que preocuparse de las causas que inciden en que tenga este trastorno alimenticio. Normalmente no hay que dar ningún tipo de “estimulante del apetito” o de “reconstituyentes”. La mayoría de las veces, al recuperarse y superar este trastorno, el niño come mucho más que antes, por lo que si ha perdido peso lo vuelve a recuperar rápidamente.

“La hora de comer, además de la propia ingestión de alimento, es un acto afectivo que debe complacer y reforzar la relación padres-hijo” (Cabezuelo, G & Frontera, P, 2007, p. 292). Así que una relación sana y equilibrada entre el adulto y el niño es la mejor garantía para evitar la inapetencia selectiva.

Cabe señalar que la actuación que se podría llevar a cabo sería observar a los niños, determinar la causa que lo provoca y no presionarlos sistemáticamente para incitarles a comer. Dependiendo de la causa, “sería interesante variar la alimentación y la presentación de la misma, observar un horario riguroso, disminuir la cantidad de comida, etc.” (Cepeda, P et al., 2010, p. 93).

Niños que Comen a Cualquier Hora

En el ámbito escolar, hay una distribución de alimentos a lo largo del día que permite que el escolar haga una alimentación saludable. Sin embargo, existe una mala costumbre que, por desgracia, va creciendo: el “picoteo”, que se practica a cualquier hora y a base de alimentos que, generalmente, contienen grasa, azúcar y sal en exceso.

Los niños que “picotean” consumen dulces, zumos, refrescos, chucherías, pasteles, bollos, helados, etc. Este hábito contribuye a que aumente de peso, incorpore calorías vacías a su dieta y, a la larga, pueda convertirse en un problema de obesidad. Al valorar estos alimentos, se observa que, en la mayoría de los casos, contribuyen ampliamente a cubrir las necesidades energéticas, pero carecen de otros nutrientes indispensables para el equilibrio de la dieta.

“El peso y la estatura son indicadores excelentes de un estado nutricional adecuado, y la opinión del pediatra es esencial para valorar si la situación puede calificarse de normal o de preocupante”. Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN).

Los Conflictos Infantiles

“Entendemos como negativismo o conflictos durante la comida el rechazo persistente de determinados alimentos o comidas. Normalmente son llamadas de atención y reclamo del adulto; coincide con la apetencia hacia alimentos preferidos y la tendencia de los padres y educadoras a ceder ante la conducta del hijo. Suelen ser niños dominantes, consentidos, con sobreprotección y que pueden trasladar estas conductas a otros ámbitos de su vida social.” (Escuela de Animadores, Accent). Cuando un niño se niega a comer, muchas veces es su manera de expresar que precisa de la atención de los padres. Es una llamada de atención para obligarles a que le atiendan.

Como pautas a tener en cuenta para la prevención y el tratamiento de las conductas negativas, proponemos las siguientes:

  • Procurar que el niño pruebe todo tipo de alimentos desde las primeras edades.
  • Procurar que esta prueba de alimentos sea motivadora, nunca con imposición fuerte, sino con sosiego, aceptando en ciertas ocasiones un rechazo (debemos invitar al niño a probar todo, pero no a obligarlo).
  • Por parte del adulto, no perder los nervios, no gritar ni amenazar; en definitiva, no convertir la comida en una lucha o relación de poder en la que frecuentemente “gana” el niño.
  • Desde muy pequeños, negociar la cantidad mínima de “cada plato a comer”. De esta forma, favoreceremos su autonomía, independencia y la responsabilidad de su elección.
  • No sustituir nunca un alimento rechazado por otro de mayor agrado, porque este es el inicio de un negativismo progresivo que se puede extender a otras conductas y situaciones.
  • En los casos en que rechace el primer plato por la preferencia del segundo, se condicionará la toma del segundo a una mínima cantidad del primero.
  • Valorar cualquier aproximación a la conducta deseada por el adulto mediante refuerzos preferentemente afectivo-sociales (alabanzas, valoración, compartir tiempo y juego, etc.).

Cuando el niño o la niña adopte una conducta inadecuada a la hora de comer, los adultos no deberán manifestar gritos, enfado, ansiedad ni castigar. No debe reforzarle esa conducta inadecuada con la llamada de atención. Al contrario, si no se premia con la consecuencia, será la no repetición.

Los padres y las madres, además, deben tener el mismo criterio, la misma actitud, ante las conductas desarrolladas por su hijo; es decir, no debe haber actitudes “duras” de uno y “blandas” de otro. Existirán unas normas, como puede ser la retirada del plato si vemos que el niño no come, y en la próxima comida se mantendrán las mismas normas. Las pautas se adecuarán a las fases madurativas del niño. Pasado un tiempo, no inmediatamente, se debe enseñar y encauzar una alternativa, la conducta adecuada.

La Actuación Familiar

Para empezar, destacar la necesidad de que exista una relación entre la familia y la escuela en torno a las necesidades básicas propias de esta edad. La alimentación es uno de los aspectos destacables en los que se ha de llegar a acciones coordinadas. Ya que la familia “es el primer agente de socialización del niño, por lo que los componentes del núcleo familiar serán los primeros modelos a seguir por él y será en este entorno donde la adquisición de hábitos y conductas de salud tenga su mayor influencia” (Paz Lugo, P., 2015, p. 32).

Respetando los criterios y orientaciones, se evitará entrar en situaciones de conflicto o contradicción, para lo que deben establecerse entre la familia y la escuela una serie de aspectos básicos comunes a través de una estrecha colaboración. Según Cepeda, P et al. (2010):

A. El intercambio de información.

Las familias deben aportar información sobre el niño o la niña que escolarizan en el centro desde que ingresa y a lo largo de su permanencia en él, ya que son quienes más conocen a los niños.

Los procedimientos e instrumentos más efectivos para canalizar este intercambio de información son: la entrevista, el cuestionario, el contacto informal diario, las notas informáticas, los informes individuales o, de un carácter más general, el tablón, las reuniones o la información escrita.

B. Informes de hábitos de alimentación.

El equipo educativo de cada centro elabora los documentos mediante los que facilita información periódica sobre el estado y la evolución de los niños a las familias. Por tanto, las familias deben recibir los menús semanales, quincenales o mensuales por escrito, para que se establezcan las dietas equilibradas, las complementen en el hogar cada día para que resulten completas y variadas.

Es recomendable que se les envíe un boletín diario de hábitos de alimentación en el que se refleje la cantidad de comida consumida, el grado de autonomía del niño y su comportamiento en la mesa, así como el desarrollo general de la actividad. En este documento se incluyen apartados como: lo que necesita, observaciones e información, y sugerencias de las familias. Este último apartado se destina a aportaciones y anotaciones con las que se le informa al centro, por parte de la familia, de otros aspectos que sean de su interés.

En conclusión, es conveniente que el centro, mediante los educadores, observe y preste atención a los posibles errores o desajustes que el niño puede tener con respecto a la comida, para actuar de modo preventivo o tomar medidas para su pronta solución. Al igual que la familia debe estar observando e informando a las escuelas de las conductas alimenticias de sus hijos, porque, como he mencionado anteriormente, es el primer lugar donde se detectan las conductas.

Las Horas de Comer como Momento Educativo

Según Cepeda, P et al. (2010), los momentos de la comida son importantes para que los niños adquieran hábitos saludables y adecuados relacionados con la alimentación, la higiene y la salud. Para conseguirlo, los educadores deben respetar una serie de normas. Asimismo, el desayuno, el almuerzo y la merienda en la escuela son ideales para la enseñanza de las normas básicas para una educada nutrición y también de higiene en relación con los alimentos.

El niño es educable desde su nacimiento. En la escuela infantil, todo, incluso la atención y asistencia al niño en sus primeros días, debe estar enfocado a su educación. No se puede entender la atención y asistencia sin nombrar el componente educativo, que son fuente de aprendizajes imprescindibles para que vaya desarrollando su autonomía y satisfaciendo sus necesidades básicas.

Las actividades que se realicen con el niño deben propiciar una participación activa del niño.

Aspectos Generales

En primer lugar, nombrar que la intervención educativa se centrará en:

  • La planificación del periodo de adaptación, que dará respuestas a sus necesidades afectivas, relacionales y sociales.
  • Respecto a las figuras y objetos que reciben la atención del niño y el tratamiento adecuado para colaborar en la generalización del apego y evitar así conductas no adaptativas o regresivas.
  • Planificación secuencial de su inserción en los grupos, espacios y en el uso de los objetos y materiales.
  • Establecimiento de rutinas y horarios en los que se realizarán las actividades referidas a higiene, alimentación, descanso y actividad. Respetar a los más pequeños sus horas de hambre, sin horarios excesivamente rigurosos, hasta que se vayan adaptando a las diversas tomas.

Estos aspectos constituyen el eje metodológico, que son básicos para dar respuestas a las necesidades de los niños, tanto de higiene y sueño como de alimentación.

Por otro lado, durante este periodo educativo también resulta especialmente interesante y eficaz realizar actividades de juego simbólico y talleres. Ya que utilizamos el juego como recurso para: transmitir hábitos de alimentación, elaborar patrones de comportamiento y detectar malos hábitos. En cuanto a los talleres, se necesita mayor desarrollo de habilidades y madurez; por eso, se realizan en edades comprendidas de 3 a 6 años.

Para finalizar, destacar que el momento de la comida tiene que hacerse en una atmósfera agradable, libre de tensiones, en la que se sientan que están haciendo algo positivo y que les permita disfrutar de sensaciones placenteras relacionadas con los sabores, olores, texturas, la compañía de otros, etc.; en resumen, que permita a los niños disfrutar de la misma.

De esta manera, los niños podrán desarrollar buenos hábitos de salud, unas relaciones positivas con sus compañeros y con los adultos, y conseguir una buena imagen de sí mismos. Es más, la comida es un momento privilegiado de la relación con la persona adulta y, más tarde, de los pequeños entre sí.

En un clima positivo, la interacción se establece fácilmente, despertando, según Cepeda, P et al. (2010):

  • El desarrollo de la figura de apego, despertando en ellos la confianza en el adulto y en sí mismos.
  • Desarrollo del lenguaje y la sociabilidad.
  • Se crean oportunidades de exploración y descubrimiento del mundo de los objetos.

De igual modo, los profesores o la familia le suministrarán las ayudas adecuadas a las necesidades del niño, dependiendo de sus características sensoriales, de su diversidad y de sus posibilidades de acción. Además, la actuación del adulto deberá evitar errores alimentarios y vigilar los posibles trastornos alimentarios que pueden aparecer para intervenir adecuadamente según cada caso, como puede ser la adecuación de los menús a los casos particulares, la puesta en contacto con los familiares en caso de detección de algún problema, la estimulación del apetito del niño, la actuación como modelo de comportamiento social en la mesa, etc.

Condiciones Alimentarias en Función de la Edad

“El primer ciclo, respecto a las condiciones u organización de espacios para la adquisición de hábitos de alimentación, hay que incluir: el aula de los bebés, las aulas de 1 a 2, las aulas de 2 a 3 y el comedor” (Cepeda, P et al., 2010, p. 75).

Aulas de bebés

En ellas suelen encontrarse los niños menores de un año durante toda la jornada escolar, excepto cuando están durmiendo en el dormitorio o salen a la zona de patio. El educador debe procurar que la zona sea cálida y confortable, cuidando la estética con una decoración relajante.

Otra zona estará destinada para darles la comida y en ella se podrán encontrar una mesa para poner el biberón o el plato de la papilla, servilletas, babero y cuchara; es decir, estarán al alcance los utensilios de alimentación necesarios para cada etapa. El mobiliario específico adaptado a estas edades, como es la trona o en brazos.

La zona de comidas para los bebés de seis meses a un año dispondrá de mesas para cuatro comensales con sillas y tronas a fin de que se puedan sentar, según sus posibilidades, en torno a la mesa. Los niños que caminan solos pueden irse iniciando en comer sentados en una silla con dos o tres compañeros más, atendidos personalmente por el educador.

Durante la comida se le enseñará primero el biberón o el plato de papilla y se le dirá que es su comida, lo rica que está, se aproximará a su alcance para que la vea y aprecie el color, y también se le animará a que la toque y pueda percibir la forma y la temperatura de la misma.

Además, debe disponer de un carrito situado cerca de la mesa con lo necesario para la comida: el primer plato, el segundo, el postre, agua, toallitas, pan, etc., y que así no necesite levantarse a lo largo de la misma y pueda ayudarles a resolver cualquier incidencia.

Es conveniente hacer varios turnos fijos para que los educadores atiendan, al principio, a los mismos niños.

Aulas de 1 a 2 años

En el aula de estas edades, las zonas de comidas se organizan como la de seis meses a un año, aunque, salvo para algún niño que presente déficit, no suele ser necesario el uso de tronas y el número de comensales puede aumentar a cinco o seis si han adquirido una cierta autonomía en el uso de los cubiertos, aunque necesiten ayuda del educador.

El resto del espacio se organiza por el educador para llevar a cabo otras actividades no vinculadas directamente al proceso de alimentación.

Aulas de 2 a 3 años

Al igual que en las aulas para niños de 1-2 años, en la zona de comidas para esta edad habrá mesas y sillas de tamaño adecuado, con hasta 6 comensales.

Por consiguiente, la actividad del educador será de supervisión y de refuerzo de los logros en el desarrollo de la autonomía, ya que, a esta edad, los niños suelen realizar hábitos higiénicos y alimenticios con autonomía suficiente.

El comedor puede ser de uso exclusivo o bien utilizarse el aula polivalente en el que, a otras horas, se realicen actividades como proyecciones, dramatizaciones o reuniones.

Seguridad e Higiene en la Preparación de los Alimentos

La higiene alimentaria se define como “el conjunto de condiciones y medidas que deben estar presentes durante la producción, transformación, almacenamiento y distribución de los alimentos, para garantizar su salubridad e inocuidad” (Paz Lugo, P., 2015, p. 361).

La manipulación de los alimentos para su elaboración y administración ha de ser muy escrupulosa, ya que, de lo contrario, podrían producirse contaminaciones, intoxicaciones y contagios.

Cabe añadir que un mayor conocimiento de los alimentos y de las condiciones para su manejo contribuye a prevenir los riesgos derivados de la contaminación, que es la alteración nociva de las sustancias, el organismo o el medio por efecto de residuos procedentes de la actividad humana o por la presencia de gérmenes microbianos, así como para proceder a su desinfección.

Por lo tanto, los alimentos preparados de modo natural solo son saludables si cumplen rigurosamente las normas sanitarias.

Entre los factores ambientales que influyen en el deterioro de los alimentos, cabe citar la temperatura (el mayor riesgo se produce entre 5 y 65 °C), el índice de humedad en el ambiente (cuanto más alto, mayor riesgo). La ausencia de oxígeno en contacto con los alimentos inhibe las reacciones de oxidación y el crecimiento de los microorganismos aerobios (aquellos que necesitan oxígeno para vivir). Los alimentos que contienen mayor cantidad de agua tienen mayor riesgo de contaminación.

Los comedores escolares deben cumplir la reglamentación técnica sobre condiciones higiénicas de comedores colectivos dictada por la administración sanitaria, lo que implica que todo el personal de los centros educativos relacionado con el comedor tenga el carné de manipulador de alimentos.

Las personas que manipulan alimentos, en primer lugar, deben respetar unas normas de higiene personal muy estrictas, ya que las consecuencias que se derivan del descuido o la ligereza pueden acarrear consecuencias graves a muchos niños.

Así, evitarán manipular alimentos con heridas y toser o estornudar donde haya alimentos, ya que los estafilococos y la toxina que producen suelen estar en la piel, la garganta y la nariz, y contaminan fácilmente alimentos tales como salsas, cremas y natas.

Han de practicarse unas normas higiénicas muy estrictas en cuanto al lavado de las manos, antes y después de haber manipulado alimentos y, particularmente, después de haber defecado u orinado, ya que la salmonelosis se produce por estos motivos, porque estas bacterias se encuentran de forma natural en el intestino del hombre y en diversos animales.

También deben observar conductas higiénicas aceptables, desechando algunos automatismos que favorecen la contaminación, como rascarse la cabeza, fumar cocinando, tocarse la nariz, recoger alimentos caídos en el suelo, etc.

El pelo deberá estar protegido con gorro o malla suficientemente tupida, las uñas han de estar perfectamente limpias y las heridas bien cubiertas y protegidas con guantes profilácticos.

En Casa

Según la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN), “la educación nutricional, ejercida por la familia desde la infancia, ayuda a prevenir los trastornos del comportamiento alimentario”; por ello se recomienda:

  • La organización de los horarios en el seno de la familia, compartiendo, en la medida de lo posible, alguna de las comidas con los hijos. Esta constituye una buena medida para crear relaciones afectivas, disfrutar juntos de unos actos (compra, preparación y consumo de alimentos) que deben ser placenteros y transmitir conductas y hábitos alimentarios correctos.
  • Evitar el picoteo y el abuso de aperitivos.
  • Procurar que la dieta sea variada y que se consuma la mayor diversidad de alimentos posible, pues, de esta forma, es más fácil cubrir sus necesidades en nutrientes.
  • No se debe utilizar la comida como una forma de resolver problemas que nada tienen que ver con ella, como el aburrimiento, las tensiones, las crisis de ansiedad, etc.
  • La familia debe ejercer, respecto a las comidas de sus hijos, una supervisión a distancia, evitando continuas recomendaciones y consejos reiterativos que pueden crear mal ambiente e incluso aversión hacia aquellos alimentos que pretendemos potenciar.
  • Procurar que el comportamiento de los miembros de la familia sea coherente con las recomendaciones verbales, pues resulta difícil inculcar un hábito alimentario saludable cuando quien lo aconseja no lo pone nunca en práctica.

En el Comedor

Hoy en día, es cada vez más frecuente que los niños realicen la comida principal del día, y en muchos casos también el desayuno o la merienda, en el centro escolar. “De forma que el comedor se ha convertido en un instrumento fundamental de Educación para la Salud, que contribuye significativamente a la alimentación y, por ende, a la salud de los escolares” (Paz Lugo, P., 2015, p. 269).

El comedor escolar puede y debe ser, por tanto, un marco en el que, día a día, se adquieran unos hábitos alimentarios saludables y se conozcan, de forma práctica, las normas para una óptima alimentación y nutrición durante toda la vida.

Según Cepeda, P et al. (2010), en el proyecto de la escuela se han de recoger los aspectos relacionados con el momento de la alimentación:

  • Coordinación de todos los profesionales (personal de cocina, docente, etc.), tanto en lo referente a los objetivos como a los medios utilizados para conseguirlos.
  • Necesidad de una relación afectiva entre adultos y niños a la hora de la comida.
  • Favorecer la progresiva autonomía de los niños en relación con las diferentes etapas evolutivas.
  • Trabajo sobre los hábitos sociales relacionados con la alimentación de manera conjunta con las familias.
  • Dar respuesta adecuada a las demandas de los niños y niñas con necesidades educativas especiales.

El comedor escolar no solo se encarga del soporte nutricional del niño. Además, en el comedor escolar se deben favorecer valores de compañerismo, hábitos sociales y de convivencia.

Según Paz Lugo (2015), el comedor cumple una serie de funciones:

Función nutricional.

El comedor escolar debe proporcionar una comida de calidad, desde el punto de vista nutricional. La dieta debe ser sana, equilibrada y adaptada a las características de los niños y niñas a los que atiende y en función de la edad de los alumnos.

Función educativa.

Es conveniente insistir en que el comedor escolar tiene que ser un recurso educativo adicional y complementario de la escuela en materia de Educación para la Salud.

Función social.

La alimentación es un acto social y el comedor escolar se encarga de ser una herramienta para el desarrollo de habilidades tanto individuales como sociales.

El niño aprende en el comedor escolar normas de convivencia y valores como la tolerancia, el compañerismo, el respeto y la solidaridad. Además, fomenta la comunicación y las relaciones con los compañeros de mesa, permite la integración de los colectivos socialmente desfavorecidos, así como del alumnado con necesidades educativas especiales. Además, favorece el multiculturalismo.

Cuestiones Relacionadas con los Niños que Comen Fuera de Casa

Comer fuera de casa es bastante habitual y aumenta en épocas de vacaciones. Durante los últimos años, el gasto de las familias destinado a comer fuera de casa ha sufrido un leve descenso, pero, a pesar de todo, es importante conocer algunas pautas o consejos que ayudarán a hacer elecciones más saludables y a tener unos buenos hábitos alimentarios tanto en casa como en el restaurante.

Antes que nada, ¿a qué tipo de restaurante se debe ir? Un restaurante de comida rápida puede ser una buena elección si es esporádica. Por otro lado, si es un hábito más frecuente, es mejor optar por otros tipos de oferta. También pueden ser útiles aquellos establecimientos que dispongan de un espacio o trato especial para niños; existen portales web que informan sobre estos locales. De la misma forma, si se necesita algún tipo de menú especial para alguna alergia o intolerancia alimenticia, cada vez es más frecuente poder reservar con antelación en restaurantes que ofrecen menús adaptados.

Entre las opciones más frecuentemente usadas están los restaurantes de comida rápida y autoservicios (o buffet). Se ha observado que el aumento del hábito de comer fuera de casa y en este tipo de establecimientos ha ido parejo al incremento de la presencia de la obesidad en nuestra población infantil y juvenil. La obesidad es una enfermedad con repercusiones serias para la salud.

Se han hecho estudios en los que se comprueba que comer fuera de casa hace que los niños tomen entre 126 y 310 calorías (kcal) diarias de más que cuando se come en casa. También se ha visto que comer fuera de casa, en restaurantes de comida rápida, incrementa notablemente la ingesta de azúcar, grasa y sal (sodio).

Entonces, ¿cómo escoger qué se come fuera de casa? Una herramienta muy sencilla y útil para escoger el menú en un restaurante es el concepto del plato completo. Es decir, el menú debería estar formado por alimentos ricos en hidratos de carbono (pasta, arroz, patatas, pan), verduras (ya sean crudas o cocidas) y alimentos proteicos (carne, pescado, huevos o legumbres). Por lo tanto, a partir de la combinación de estos tres grupos, pueden escoger diferentes opciones. Os mostramos algunos ejemplos:

  • Un plato combinado que incorpore los tres grupos de alimentos.
  • Un plato completo, por ejemplo, un arroz con verduras y pescado.
  • Un primer plato de pasta o arroz, con un segundo de carne o pescado con guarnición de verduras.
  • Un bocadillo con verduras y carne, pescado o huevos.
  • Y la opción vegetal: verdura de primero y legumbres con cereales de segundo.

A estos platos haría falta añadirles postres y la bebida. Es recomendable que se prioricen los postres a base de fruta fresca, incluyendo, de vez en cuando, productos lácteos como el yogur. Y para beber, agua.

También cabe recordar que los niños no necesitan la misma cantidad que los adultos. Así que, si existe la opción de pedir medias raciones o de que puedan compartir entre más de uno, esta puede ser una buena alternativa. En estudios realizados recientemente, también se ha mostrado que los niños tienden a no acabarse la comida que tienen en el plato, a diferencia de los adultos. Una buena alternativa puede ser pedir un plato pequeño para el niño e írselo sirviendo a medida que se lo come. De esta forma, aquello que no se come se quedará en un plato aparte y, al terminar, se puede pedir al restaurante que lo envasen para poder llevárnoslo a casa; también es una buena estrategia para reducir el derroche alimentario.

Es recomendable que, cuando se coma fuera de casa con niños, la familia se adapte a su horario. Muchas veces, están acostumbrados a comer un poco más pronto que los adultos. Por lo tanto, se aconseja ir a los restaurantes un poco antes, para evitar que lleguen cansados o con mucha hambre. Además, también ayudará a evitar las horas de máxima afluencia y el ambiente será más tranquilo.

En definitiva, salir a comer fuera de casa con niños es plenamente compatible con una alimentación saludable, además de poder ser un espacio más de educación alimentaria, enseñándoles no solo buenas maneras en la mesa y convivencia con otras personas, sino también a ser críticos con la comida que eligen, además de educar su paladar con nuevos sabores y elaboraciones que, en casa, es más difícil que prueben.

Conclusiones

Para concluir, queremos realizar una breve reflexión personal relacionada con las iniciativas educativas que actualmente se están llevando a cabo en materia de alimentación escolar. Hoy en día, es muy grande la preocupación que muestran las autoridades sanitarias y educativas en relación con la Educación para la Salud en general y, en particular, con los aspectos ligados a la alimentación. En este sentido, cabe destacar el papel de la Red Extremeña de Escuelas Promotoras de Salud, los Servicios Complementarios de Comedor Escolar y las pautas elaboradas por el Ministerio de Sanidad con una serie de recomendaciones sobre la alimentación en los centros educativos con el objetivo de reducir la obesidad y el sobrepeso en edad infantil y juvenil, que afecta a algo más de uno por cada cuatro niños españoles. Todo ello viene reflejado en un documento elaborado por la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN).

No hemos de olvidar que, en los servicios complementarios de Comedor Escolar, la Consejería de Educación establece que los diferentes menús o dietas se confeccionan en colaboración con un dietista. Si bien es preciso decir que, por muchas campañas que se hagan y por más iniciativas públicas que se lleven a cabo, como no se impulsen unos hábitos y actitudes desde el marco familiar, poco se podrá conseguir.

Para finalizar, señalar que los trastornos de la alimentación en la infancia están en vías de aumento y pueden perjudicar seriamente la salud de los niños y ocasionar otros problemas emocionales y físicos. Es probable que los niños muestren señales de problemas con la comida antes de que se les desarrolle un trastorno de la alimentación propiamente dicho. Reconocer patrones de alimentación desordenada en el niño ayudará a obtener un tratamiento para él o ella lo antes posible, a fin de proteger su salud.

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