Actitudes ante la diversidad cultural: etnocentrismo, relativismo e interculturalismo
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Postura ante la diversidad cultural: interculturalismo o pluriculturalismo
Relación: Prometeo le robó el fuego a los dioses y se lo dio a los hombres, porque estos no tienen capacidad para arreglárselas en la naturaleza. El fuego significa la cultura, y esto quiere decir que todo aquello que no es cultural, puede crearse para adaptarse al medio.
Expresión: esta expresión quiere decir que la cultura es la que crea al hombre y no el hombre la que crea la cultura.
Aceptación de todas las culturas excepto la contraria a los derechos humanos: interculturalidad.
Proceso por el que el ser humano aprende elementos socioculturales: socialización.
Postura ante el todo vale: relativismo.
La asimilación de una cultura diferente a la originaria es: resocialización.
Viñeta: esta viñeta hace referencia a la posición que supone la preeminencia y superioridad de la propia cultura o etnia, frente a todas las demás, es decir, al etnocentrismo.
Posición superior de una cultura: etnocentrismo.
Postura que acepta todo: relativismo.
Proceso en el que se aprenden los elementos socioculturales: socialización o endoculturación.
El autor de este texto es Marvin Harris (las personas tolerantes hacia las diferentes culturas)
Actitudes ante la diversidad cultural
¿Cuál es la actitud a adoptar ante la diversidad cultural? Este tema es de gran interés, ya que las sociedades actuales son, y posiblemente cada vez lo sean más, sociedades multiculturales como consecuencia sobre todo de la inmigración. A lo largo de la historia se han adoptado fundamentalmente tres posiciones básicas, con variantes importantes dentro de ellas.
2.1. El etnocentrismo
El ser humano, desde las primeras formas de civilización, ha desconfiado siempre de lo “distinto”. Toda cultura tiende a pensar que su forma de vida es la auténticamente humana - de hecho, la mayor parte de los pueblos primitivos se han llamado a sí mismos “los hombres” - y han mantenido con respecto a otras culturas una actitud condescendiente, en el mejor de los casos, y, en el peor, de clara hostilidad. Esta posición que supone la preeminencia y superioridad de la propia cultura, o etnia, frente a todas las demás recibe el nombre de etnocentrismo, y su grado de intensidad se puede apreciar en las diferentes formas que tiene de calificar a las otras culturas: “ajenas”, “extrañas”, “pintorescas”, “salvajes”, “primitivas”, “inferiores”... El etnocentrismo es la primera actitud que los seres humanos adoptan ante las culturas diferentes, pero eso no quiere decir que sea solo propia de pueblos primitivos. Ha existido a lo largo de toda la historia y sigue existiendo en la actualidad. A la mayor parte de las personas les ocurre que cuando oyen o ven algún reportaje en el que se relatan las costumbres de pueblos distintos al suyo, de otras culturas, de otras civilizaciones o, simplemente, de otro lugar geográfico, muchas de ellas les parecen pintorescas, curiosas y en algunos casos desagradables, si no repugnantes. Hay cientos de ejemplos, desde las ceremonias hasta los hábitos alimenticios, desde la distribución de la propiedad hasta la atención a los extranjeros. Pero, al tener esas sensaciones, muy probablemente olvidan que sus propias costumbres, que les parecen tan normales, son extrañas para buena parte de la humanidad, a la que les pueden parecer tan pintorescas, curiosas, desagradables o repugnantes como las suyas a ellos.
El etnocentrismo fue el criterio explícito o implícito con el que se emprendieron los grandes procesos de colonización tanto en el Nuevo Mundo como en el continente africano o en Asia. Sin embargo, desde el punto de vista científico - seguramente también del de la sensatez - el etnocentrismo no posee fundamento alguno y, además, imposibilita la comprensión adecuada de los hechos culturales y sociales propios de otras culturas y de otras sociedades, pues utiliza criterios y valores adecuados a un contexto en otro en el que no son aplicables. En el sentido estricto del término, se puede decir que todo etnocentrismo es un prejuicio. Y es la base del racismo, la xenofobia y el colonialismo.
2.2. El relativismo cultural
En el extremo opuesto al etnocentrismo se encuentra el relativismo cultural, para el que todas las culturas son igualmente valiosas. Para esta posición, las instituciones y normas de cualquier cultura solo pueden ser juzgadas desde los criterios y valores de esa misma cultura, puesto que no existen criterios universales que permitan valorar todas las culturas. Cualquier rasgo cultural debe ser aceptado como tal sin ningún tipo de valoración. Esta posición posee a su favor el hecho de que todas las culturas sirven para humanizar a las personas que se educan en ellas, aunque cada uno lo haga a su manera, pero tiene un riesgo muy serio: si se acepta su lógica, determinadas prácticas tradicionales de algunas culturas - como la antigua costumbre india de quemar viva a la viuda a la muerte de su marido, o las prácticas antropofágicas de determinados pueblos, o la ablación del clítoris - tendrían que ser aceptadas por todos al poseer legitimidad moral en el interior de la cultura que las practica, cosa que parece que se opone claramente al sentido común. Aceptar las diferencias no es aceptar todas las diferencias. Todas aquellas prácticas que atentan contra los valores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos deben ser repudiadas, puesto que la tolerancia sin límites destruye la idea misma de tolerancia.
2.3. El interculturalismo o pluriculturalismo
Por eso ha surgido a finales del siglo XX una postura intermedia entre las dos anteriores, el interculturalismo, que propone la aceptación de todas las culturas y, al mismo tiempo, exige a todas, incluida la propia, la lucha por la eliminación de todas aquellas prácticas que atenten contra los contenidos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, tomada como modelo universal de conducta. Esta postura que se denomina también pluriculturalismo o multiculturalismo se basa en la consideración de los valores contenidos en la citada Declaración, como valores de los que tienen derecho a disfrutar todos los seres humanos por el mero hecho de serlo, y en la consideración asimismo de que únicamente cuando todos los seres humanos disfruten de ellos serán “fines en sí mismos” y serán tratados con la dignidad que poseen por el hecho de ser humanos. A veces esta postura es acusada de etnocéntrica, al entender sus críticos que la Declaración Universal de los Derechos no es más que la sublimación y pretendida universalización de los valores occidentales, pero posiblemente esta crítica tenga más que ver con la historia de la colonización y con lo que a veces se ha hecho en nombre de ellos, que con su valor como proyecto.
La Socialización
La socialización o endoculturación es el proceso mediante el cual el ser humano aprende, en el transcurso de su vida, los elementos socioculturales de su entorno y los hace suyos. En la socialización, una persona interioriza la cultura de la sociedad a la que pertenece y en la que vive. La socialización es factible gracias a los agentes sociales, que se pueden identificar como la familia, la escuela, los iguales y los medios de comunicación. Son las instituciones e individuos representativos con capacidad para transmitir e imponer los elementos culturales apropiados.
Los agentes sociales más representativos son la familia, ya que es el primer nivel social al que tenemos acceso, y la escuela, que es transmisora de conocimientos y de valores. Desde los cuentos infantiles hasta los juegos de los niños, todas las formas de asimilar nuestra sociedad constituyen elementos de socialización. La resocialización implica una especie de segunda socialización (socialización secundaria); en el sentido que involucra la internalización de una cultura o subcultura diferente a la primera. Dicha internalización implicará la adopción de nuevos (y diferentes) valores, ideologías, normas, etc. En algunos casos, la nueva cultura será visiblemente diferente; lo que entrañará un mayor esfuerzo en la adaptación; ejemplos de ello son: el inmigrante que llega a otro país por motivo de trabajo, el ingreso a instituciones penitenciarias, a institutos mentales, al ejército, a claustros religiosos, etc. En otros casos, el nuevo grupo no será radicalmente diferente, por lo que el proceso de adaptación no será tan complejo; ej. un cambio de población o de familia. El ingreso en una secta o en una cárcel es ejemplo de resocialización. Los niños ferales o niños salvajes. Un niño salvaje es una persona que ha vivido fuera de la sociedad durante un largo período de su infancia. Esta categoría incluye desde personas que no hayan tenido el más mínimo contacto humano durante años o niños que hayan sido confinados. No hay demasiada documentación científica sobre el tema, pero la que tenemos nos señala la importancia decisiva del proceso de socialización, ya que estos niños salvajes muestran, por lo general, muchas dificultades para alcanzar prestaciones verdaderamente humanas como el lenguaje o un desarrollo intelectual pleno.