5 ejemplos de tesis antítesis y síntesis

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En el ensayo El gentleman y el hidalgo, Ortega y Gasset plantea la figura del gentleman como un ideal de vida moralmente elevado, basado en la autodisciplina, la justicia y el decoro, pero cuya existencia parece depender de la holgura económica. Esta visión sugiere que la virtud requiere una base material para desplegarse plenamente. Sin embargo, la contraposición con la figura del hidalgo —quien encarna la dignidad en la pobreza— abre el interrogante sobre si la virtud moral puede subsistir incluso en condiciones adversas. Se defenderá aquí que, aunque el bienestar material facilita la práctica de ciertas virtudes, no es condición indispensable para que estas existan. La virtud, en sentido moral, puede sobrevivir —aunque transformada— en contextos de escasez.

Ortega describe al gentleman como un ser que “juega limpio” en la vida porque puede permitirse hacerlo. Su dominio sobre las circunstancias le permite actuar con serenidad, justicia y respeto al prójimo. Esta actitud solo se consolida, según el autor, cuando existe un “superabundante” control sobre lo material. La virtud, entonces, surge de una atmósfera de calma vital, y no de la urgencia. Esta visión encuentra eco en Aristóteles, quien en la Ética a Nicómaco sostiene que la eudaimonía —la felicidad como plenitud moral— necesita ciertos bienes exteriores: salud, amistad, recursos. Sin ellos, el ejercicio de las virtudes es limitado. Así, la justicia, la templanza o la generosidad no pueden desplegarse en quien está consumido por la necesidad.

No obstante, Ortega también presenta la figura del hidalgo, quien, aún sin riqueza, encarna la dignidad y el decoro, aunque con un estilo distinto. Su virtud no consiste en transformar el mundo técnico ni en influir políticamente, sino en mantener su integridad moral frente a la adversidad. Esta visión se alinea con la ética kantiana, que defiende la autonomía moral: el ser humano tiene deberes morales que no dependen de las condiciones externas, sino de la razón práctica. Según Kant, el valor moral de una acción no se mide por su eficacia, sino por la intención conforme al deber. Así, es posible sostener una vida moralmente digna incluso en medio de la escasez, resistiendo a la corrupción, la mentira o la indignidad, aunque no se tengan los medios del gentleman.

Además, la tesis de que la virtud necesita riqueza puede conducir a una visión elitista y peligrosa, donde solo los privilegiados serían moralmente valiosos. La historia ha mostrado múltiples ejemplos —como ciertas comunidades religiosas o movimientos sociales— donde la pobreza no ha impedido una vida moral íntegra. Desde una perspectiva marxista, puede incluso afirmarse que la pobreza impuesta por estructuras injustas no anula la agencia moral del individuo, sino que revela las contradicciones del sistema. El hidalgo, en Ortega, representa precisamente una forma de resistencia moral: no crea técnica ni riqueza, pero su existencia afirma un principio ético de dignidad. En contextos de desigualdad, esa forma de virtud puede ser incluso más valiosa, pues no se apoya en la comodidad, sino en la firmeza de carácter.

Por tanto, aunque la abundancia material facilita ciertas formas de virtud —como la cortesía, la generosidad o el autocuidado—, no determina su existencia. El texto de Ortega y Gasset revela dos formas distintas de moralidad: la del gentleman, basada en el dominio técnico y social; y la del hidalgo, centrada en la resistencia digna. La filosofía moral, desde Kant hasta los enfoques críticos contemporáneos, sostiene que la virtud puede y debe mantenerse aun en la pobreza. En un mundo donde la escasez es una realidad creciente, el desafío ético consiste no en abandonar los ideales morales, sino en reformularlos desde la dignidad esencial del ser humano

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