El Superhombre y la Filosofía de Nietzsche: Voluntad de Poder, Eterno Retorno y Transmutación de Valores

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El Superhombre

La tabla tradicional de valores se ha derrumbado debido al nihilismo. Solo después de asumir y superar este nihilismo es posible una nueva tabla de valores en la que lo superior sea lo múltiple y el constante devenir, es decir, todos aquellos valores que afirmen la vida.

El hombre actual (decadente según Nietzsche) es solo un puente hacia el superhombre. Este será el estado al que llegará el ser humano cuando haya renunciado y rechazado la actual tabla de valores, es decir, el ideal cristiano-judaico-democrático. A nosotros solo nos queda preparar su llegada.

¿Cómo se consigue esto?

Nietzsche no explica esto con precisión. Lo único que afirma es que el hombre actual tiene que autosuprimirse y esta autosupresión pasa por tres fases tal y como nos relata en su obra Así habló Zaratustra:

  1. El camello simboliza a los que se contentan con obedecer ciegamente. Solo tienen que arrodillarse y recibir la carga, soportar las obligaciones sociales, obedecer sin más a los valores que se le presentan como creencias (moral de esclavos). Su lema es “Yo debo”.
  2. El camello que quiere ser más se transforma en león, es el símbolo revolucionario que se levanta contra la moral tradicional (moral de esclavos). Su lema es “Yo puedo”.
  3. Después de romper las cadenas de la esclavitud, el león tiene que transformarse en un niño para, desde la pureza de la infancia, recrear una nueva tabla de valores (moral de señores). Su lema es “yo quiero”.

El superhombre no hace caso de los prejuicios de la gente, no cree en la igualdad, la igualdad solo lleva a la moral de rebaño, de esclavos. Se debe desconfiar de todo lo que viene de la plebe, del rebaño social. El hombre superior se ríe de los valores del mundo suprasensible, pues sabe que él mismo los ha creado. La vida se torna experimento: hay posibilidades y fuerzas fundamentales para vivir cada día con más fuerza y amor hacia la vida. El superhombre se afirma en el devenir de la vida sin necesidad de crearse otros mundos donde consolar la angustia producida por un espíritu incapaz de soportar la imagen trágica del mundo.

Voluntad de Poder

La filosofía platónica y la ciencia contemporánea se caracterizan por una voluntad de verdad que se intentaba expresar con categorías y conceptos. El problema está en que ésta es solo una de las perspectivas posibles que se ha impuesto por la costumbre y, sin embargo, pretende convertirse en la única.

Para Nietzsche, la vida, la realidad, es móvil, cambiante y múltiple, por lo que es imposible llegar a una comprensión fija y estática de ella. Solo puede ser captada bajo distintas perspectivas.

Por ejemplo, el hombre tiene impulsos e instintos contrarios entre sí y él no se reduce a unos u a otros, sino que está constituido por ambos. Por lo tanto, frente a la voluntad de verdad, Nietzsche propone la voluntad de poder:

  • Es voluntad de apariencia, de error... si ello favorece la vida, y capta su esencia: Lo importante no es que las cosas sean verdaderas o falsas, sino que favorezcan o no a la vida.
  • Usa la metáfora como acceso al mundo. La metáfora se mantiene abierta al mundo, no clasifica la realidad y es consciente de que cuando clasifica los hechos lo hace de un modo arbitrario: no existe una relación de causalidad lógica entre el mundo del objeto y el mundo del sujeto como intentan plasmar los conceptos. La única relación metafísica posible con la realidad es la artística porque exalta el aspecto más fundamental de la voluntad de poder: la creatividad. El lenguaje sobre la realidad no puede ser entonces el de la lógica, las matemáticas, la moral o la religión (porque éstas son solo ficciones de la razón) sino el artístico.

El Eterno Retorno

Inspirándose en la mitología griega y en los presocráticos, la idea clave del eterno retorno es la repetición, el ciclo que se ejecuta una y otra vez, sin que nada apunte hacia un estado final, o sin que haya posibilidad a ningún tipo de progreso o evolución lineal. La teleología aristotélica, el mundo platónico de las Ideas o el cielo prometido por los cristianos son creaciones conceptuales absurdas.

El eterno retorno incluye connotaciones materialistas, con una clara consecuencia temporal: no existe más que el presente, el aquí y ahora, el mundo que vivimos hoy. Pero Nietzsche va más allá del significado puramente cosmológico. Es el camino para afirmar la vida, es la expresión de la voluntad de poder que se libera del peso del pasado y del miedo respecto al futuro.

Nietzsche aprecia dos aspectos de esta idea:

  1. La inocencia y la carencia de sentido del cambio, fijándose especialmente en los fragmentos de Heráclito. El cambio es solo eso: cambio, sin más valoraciones morales o metafísicas que realizar al respecto.
  2. La afirmación de la vida que se contrapone a toda clase de pesimismo. El eterno retorno nos garantiza que hay solo una realidad (la presente) y que no hay un desarrollo hacia “otro” mundo, sea esto interpretado en un sentido religioso (el cielo cristiano) o político (una sociedad mejor que construir). Como consecuencia de esto, todo es bueno y justificable, puesto que todo se repite. El mundo es giro, juego, la danza del mundo alrededor de sí mismo.

El eterno retorno es un reflejo del deseo de eternidad del presente, de la voluntad de que todo permanezca. Es el sí infinito, eterno y absoluto al presente vivido, a la vida misma y a la existencia. Para que esta idea penetre en la sociedad y llegue al hombre, es necesario avanzar hacia el siguiente concepto: la transmutación de los valores.

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