La Literatura del Siglo XV: Prosa, Teatro y Caballerías

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La Prosa del Siglo XV

Prosa Didáctica

Destacan dos figuras representativas de la primera mitad del siglo XV: Enrique de Villena, autor de Los doce trabajos de Hércules, y Alfonso Martínez de Toledo, Arcipreste de Talavera, autor de El Corbacho, donde destaca la espléndida utilización del habla popular de la época.

Prosa de Ficción

Se nota ya en la prosa de ficción una evolución que la aleja de la simplicidad de los exempla medievales. Dos son los grandes géneros que se desarrollan en este siglo: los libros de ficción sentimental y los libros de caballerías.

a) Las Narraciones Sentimentales

Anticipan muchos rasgos de la novela moderna: personajes en conflicto con su entorno, análisis de la intimidad individual, cierta evolución psicológica de los personajes, protagonistas angustiados y desdichados, etc. La obra cumbre de este género es la Cárcel de amor de Diego de San Pedro, libro muy popular en su tiempo.

b) Los Libros de Caballerías

Debían de conocerse y de leerse en la Península desde los últimos siglos medievales. Se hicieron traducciones y adaptaciones desde muy pronto. Los temas relativos a Carlomagno (ciclo carolingio) y al rey Arturo (ciclo bretón o artúrico) son los más comunes, aunque tampoco faltan los asuntos de la Antigüedad clásica y libros con nuevos héroes ficticios.

La primera muestra estrictamente peninsular es el Libro del Caballero Zifar, escrito hacia 1300. De finales del siglo XV es el Tirant lo Blanch, en lengua catalana, pronto traducido al castellano.

El libro de caballerías  más importantes es, sin embargo, Amadís de Gaula, del que debieron de circular diversas versiones ya desde el siglo XIV, pero del que solo conocemos la versión de 1508 publicada por Garci Rodríguez de Montalvo.

Los libros de caballerías son libros de aventuras protagonizadas por caballeros cuya misión es restablecer el orden y proteger a los indefensos. Los libros de caballerías reafirman la necesidad del estamento nobiliario es una época en que la función guerrera de la nobleza, con la aparición del soldado profesional, está puesta en entredicho. Este hecho explica la adscripción del protagonista desde el principio de la obra a un linaje escogido, genealogía ilustre que quedará justificada por las acciones gloriosas del héroe, cuyos valores serán los típicos del caballero feudal: valor, honor, lealtad y religiosidad. Estos héroes y la imagen del mundo que transmiten están muy idealizados y sujetos a unas convenciones formales muy estrictas, como corresponde a los nuevos gustos de la nobleza.

Literariamente, los personajes de los libros de caballerías son meros tipos, sin apenas evolución ni desarrollo psicológicos, el amor es el tema central de las obras y lo que determina el comportamiento de los personajes divididos maniqueamente en buenos y malos; los escenarios son imaginarios y, a menudo, maravillosos. Todavía están lejos de la novela moderna que llegará con el Lazarillo y el Quijote.

El Teatro en el Siglo XV

Danzas de la Muerte

Es posible, por ejemplo, que pudiera ser dramatizada la anónima Danza general de la muerte, de finales del siglo XIV o principios del XV. Forman parte de un grupo de largos poemas o danzas de la muerte, abundantes en la literatura europea de finales de la Edad Media, en una época en la que la obsesión por la muerte tuvo su reflejo en la literatura y el arte. En las danzas la muerte invita a un siniestro baile a todos los nacidos, desde los más poderosos al campesino más humilde. Se insiste en el poder igualatorio de la muerte, lo que implica una abierta sátira social.

Teatro Religioso

Se conocen diversas manifestaciones dramáticas desde mediados del siglo XV. Estas obras, llamadas autos, se representaban en carros o escenarios móviles durante la festividad del Corpus y constituyen el antecedente de los autos sacramentales.

Conservamos algunos dramas religiosos, como dos obras de los ciclos de Navidad y de la Pasión de Gómez Manrique, o un Auto de la Pasión atribuido a Alonso del Campo. Característico del teatro navideño es un personaje que luego será muy importante en todo el teatro posterior: el pastor bobo. Presentado como descreído a causa de su ignorancia, es el personaje central de la representación, que concluye su conversión final. Posee un valor alegórico, más allá de su diseño cómico primario.

Teatro Profano

A finales de siglo, tenemos ya también notables muestras de teatro profano. En su aparición es fundamental el refinamiento en los gustos de la nobleza, que comienza a dar acogida en los palacios a las representaciones dramáticas.

En esta transformación tiene una enorme importancia la labor del primer gran autor teatral castellano: Juan del Encina. De orígenes modestos, su valía le hace destacar como músico y poeta, y también como actor y autor dramático. Desarrolló su labor teatral en Alba de Tormes, al servicio de los duques de Alba, en cuya corte se representaron sus creaciones. Lo más significativo de su teatro es, a diferencia de los aristocráticos pastores, a imitación de Virgilio, la utilización de personajes campesinos que hablan un lenguaje rústico y chistoso.

Coincidiendo con el cambio de siglo, Encina marcha a vivir a Roma. De entre sus obras de esta época merecen destacar la Égloga de Fileno, Zambordo y Cardonio, la Égloga de Plácido y Victoriano y la Égloga de Cristino y Febea.

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