edad moderna

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Edad Moderna:


El problema de Dios de Hume : negación de las pruebas a priori o a posteriori de su existencia:


Hume negará la sustancia infinita de Dios, por no tener ninguna impresión sensible de Dios. Dios podría ser un hecho de la imaginación humana. La religión y el sentir religioso provienen de las pasiones del miedo ante la muerte, las incertidumbres de la vida, el temor ante lo desconocido, y la necesidad de esperanza. No son válidas las pruebas tradicionales ni a priori, ni a posteriori. Ni el argumento ontológico por no tener ningún conocimiento de la sustancia divina, ni de su esencia, puesto que no hay impresiones sensibles de Dios; tampoco valdría la prueba basada en la idea innata de un ser perfecto, porque Hume no creía en ideas innatas. Tampoco son válidas las pruebas a posteriori, basadas en la aplicación del principio de causalidad, después de la crítica que ha hecho Hume. El vínculo causal solo puede establecerse en la experiencia y nadie ha visto a Dios creando al mundo.
En resumen, desde la razón no cree posible demostrar la existencia de Dios.

El problema del conocimiento de Hume: la crítica del principio de causalidad:


Solo conocemos de la realidad nuestras propias percepciones. Estas se dividen en  las impresiones, que pueden proceder de la experiencia externa: las sensaciones; o de la experiencia interna: emociones, pasiones, y las ideas, débiles copias de las impresiones. Las impresiones son más intensas que las ideas, tienen más fuerza y vivacidad. Toda idea simple procede de una impresión que se deriva como una copia. Las impresiones son prioritarias en el conocimiento. Aquellos términos filosóficos, en los que no es posible encontrar una impresión en su origen, carecen de verdadero significado y solo son ideas falsas. Hume investigó las leyes de la asociación de las ideas: de forma espontánea, nuestro entendimiento tiende natural a asociar nuestras ideas conforme a la ley de la semejanza; La ley de la contigüidad espacial y temporal, aquellas cosas que vivimos juntas en el pasado, vuelven a aparecer juntas en el pensamiento; Y la ley de la causa y el efecto, tendemos a evocar la causa cuando vemos el efecto y viceversa. La imaginación es combinar nuestras ideas, nuestro conocimiento deja de ser un conocimiento seguro para pasar a convertirse solo en algo meramente probable.

Hume distinguirá entre el conocimiento matemático o lógico, que consiste solo en relaciones entre ideas abstractas, cuya verdad podemos conocer a priori, sin necesidad de la experiencia, y cuya negación implica una contradicción; y las cuestiones de hecho, que sí necesitan, en cambio, de la experiencia, para poder supuestamente demostrar su verdad. Su negación puede ser algo falso, pero no implica una contradicción. Hume realizó una dura crítica de la idea de causalidad al negar la posibilidad de conocer a priori. Afirmó que en la ciencia natural, como en la vida cotidiana, se basan en la relación causa-efecto. Desde Aristóteles se hablaba de las cuatro causas (material, formal, eficiente y final). De todas ellas, la principal desde la época moderna será la causa eficiente. Se consideraba que el principio de que “todo lo que existe tiene su causa” era una verdad evidente, y que el vínculo causal se daba tanto en el pensamiento como en la realidad. En la causa se supónía una fuerza o un poder que daba lugar a efectos necesarios que se derivaban de ella. La relación causal entre las cosas no se puede conocer a priori, al margen de la experiencia. El único fundamento que tenemos para establecer la relación causal es la costumbre de ver que a una causa, le sigue siempre una consecuencia Pero, lo único que percibimos realmente es: contigüidad espacial o temporal. Solo conocemos lo que podemos percibir en el presente o lo ya sucedido en el pasado, como recuerdo. No conocemos con seguridad nada sobre los hechos futuros. Si como decía Hume, el principio de causalidad carece de fundamento ontológico, y solo se basa en la creencia o la costumbre psicológica de esperar que el futuro será igual que lo que ya hemos percibido en el pasado, entonces es totalmente ilusorio nuestro conocimiento sobre el mundo real, y la ciencia solo puede ser considerada probable, pero no necesario.

El problema de la realidad de Hume: la crítica de las sustancias:


 La idea de sustancia, ya fue definida por Locke, como una idea compleja que nace de la abstracción. Ya Locke afirmó que la sustancia era un soporte “desconocido”, pero creía que la sustancia tenía un valor objetivo: teníamos certeza intuitiva del yo, certeza demostrativa de Dios, por ser la causa de nuestra existencia y del mundo creado; y certeza sensible del mundo exterior, de la sustancia material. Ya Berkeley negó la necesidad de afirmar la sustancia material del mundo. Con las sustancias mentales o espirituales de Dios o de los hombres, y sus ideas, se podía explicar perfectamente lo que percibimos de la realidad, como podemos ver en su obra “los diálogos de Hylas y Filónús”. Tampoco creía este autor en la distinción entre cualidades primarias y secundarias, desde su punto de vista, el color o el tamaño eran ideas que la mente puede percibir. Pero, el más radical y coherente de los filósofos empiristas fue Hume, al negar la existencia de todas las sustancias, ya sean espirituales o materiales. Si la idea de sustancia no se basa en ninguna impresión, entonces no existe. En realidad, del mundo exterior no tenemos más que impresiones discontinuas. No existe ninguna impresión de una sustancia material permanente. La constancia y la coherencia de nuestras percepciones sobre el mundo exterior están en la base de nuestra creencia sobre la permanencia de la realidad en el mundo exterior. Así es como solemos distinguir el sueño de la realidad. Desde su posición fenomenista afirma que no es posible conocer de la realidad nada más que nuestras propias percepciones. Incluso de las sensaciones, solo se podría decir que desconocemos qué las produce, si hemos de ser coherentes. Una vez realizada la crítica al principio de causalidad, no podemos asegurar que nuestras sensaciones son el efecto de las cosas sobre nuestros sentidos, como habían dicho Descartes, Locke y todo el pensamiento anterior a Hume.

El problema del ser humano de Hume:


Yo puedo percibir mi dolor, mi alegría, mis deseos, mis sensaciones, sentimientos, recuerdos… pero no tengo ninguna impresión aislada del yo. El yo es el conjunto de sus pensamientos. Dice ser consciente de sus dudas y de sus pensamientos, pero no de ser una sustancia. Para Hume, tanto del cuerpo como de la mente solo tenemos nuestras percepciones, como sucede con el resto de la realidad. El hombre es solo como un haz de percepciones sucesivas, y nuestra mente sería el que estas tienen lugar. Solo conocemos nuestras propias percepciones y nada más. Hume lleva al conocimiento a una situación tal que carece de todo fundamento. El fenomenismo escéptico será la única actitud coherente a partir de la radicalización de los presupuestos empiristas.

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