Como se denomina un periodo de once años

Enviado por Programa Chuletas y clasificado en Filosofía y ética

Escrito el en español con un tamaño de 9,69 KB


El texto pertenece a la sección segunda de la Investigación sobre el conocimiento humano, obra en que Hume corrige y revisa aspectos oscuros de su anterior Tratado de la naturaleza humana, siguiendo el patrón de la obra intermedia Compendio de un tratado sobre la naturaleza humana, que pretendía una mayor difusión del Tratado, recibido con indiferencia por el público. Los temas tratados en la Investigación son de carácter básicamente epistemológico: principios según los cuales se asocian las ideas, es decir, semejanza, contigüi­dad y causa y efecto (sección tres), diferencia entre conocimientos por relación entre ideas y conocimientos de hechos (sección cuatro), el principio de regularidad en la naturaleza, por medio del cual pre­decimos el futuro, se funda en un sentimiento que llama creencia (sección cinco), crítica de la idea de una conexión necesaria entre causa y efecto (sección siete). Pero también se ocupa de la relación entre libertad y necesidad, que considera como ideas compatibles (sección ocho), de la creencia en milagros y en la provi­dencia, que considera críticamente (secciones diez y once), de las diferentes clases de filosofía, esto es, abstracta y práctica (sección uno) y de la definición de su propia filosofía como moderadamente escéptica (sección doce).Hume se ocupó también de los problemas de teoría del conocí­miento en la parte I del Tratado de la naturaleza humana, del que la Investigación es un resumen. Sobre los problemas morales reflexiónó en la parte III del Tratado de la naturaleza humana y en Investigación sobre los principios de la moral. En dichas obras llegó a la conclusión de que llamamos buenas a las acciones con respecto a las cuales experimentamos un sentimiento de aprobación y alegría (emotivismo) por la utilidad social que se sigue de ellas (utilitarismo). Meditó sobre problemas estéticos en Del criterio del gusto, obra en la que sostuvo que la belleza atribuida a ciertas obras literarias se funda en el sentimiento de gusto, pero que no toda opinión en esta ma­teria tiene el mismo valor. En Ensayos morales y políticos,defendíó que la obediencia a la autoridad tiene su origen en el sentimiento de lealtad a ciertas convenciones que nos son útiles y no en ningúncontrato racional supuestamente suscrito por gobernantes y gober­nados. En Diálogos sobre religión natu­ral afirmó que las creencias religiosas no se fundamentan en la ra­zón, sino en los sentimientos de temor y esperanza que suscitan los acontecimientos de la vida.

B

En la historia de la filosofía, Hume se inscribe en la tradición empirista, orientación filosófica dominante en Inglaterra, que será la réplica al Racionalismo continental inaugurado por Descartes. Partiendo de la crítica del innatismo, todos sus representantes insisten en la sensibilidad como única fuente de conocimiento hasta romper progresivamente con elementos fundamentales del pensamiento y la tradición clásica y medieval, como la idea de sustancia y el principio de causalidad. En progresivo escoramiento hacia el escepticismo, la creciente radicalidad de la crítica empirista hará difícil elaborar una doctrina coherente del hombre, del mundo y de Dios, al prescindir de ambos pilares metafísicos, que ya el Racionalismo había desconectado de sus fuentes clásicas. Los filósofos que influye­ron en Hume de una manera más directa fueron, en materia moral, Shaftesbury, Mandeville y Hutcheson; mientras que en el terreno epistemológico fueron Locke y Berkeley. También influyeron, aunque de manera indirecta, en cuanto parte de una tradición en la que se inscribía, Roger Bacón, Guillermo de Ockham o Francis Bacón. La filosofía de Hume, a su vez, ha ejercido gran influencia: en la escuela escocesa del sen­tido común, en Kant que reconocíó su valor, y, posteriormente en el positivismo del siglo XIX y en el positivismo lógico del siglo XX, que la consideraron como una valiosa contribución a la historia del pensamiento.En cuanto a la época, Hume es uno de los grandes representantes de la Ilustración, corriente filosófica que se propuso como proyecto la liberación del entendimiento humano de cualquier tutela ajena. En el terreno del conocimiento, los ilustrados admiraron la física de Newton; en materia de religión, unos fueron deístas y otros llegaron al ateísmo desde la crítica de la superstición. Criticaron todos el uso de méto­dos crueles e inhumanos en los procesos judiciales y concibieron la historia como una lucha en que la ignorancia y la opresión lenta­mente van siendo vencidas por la razón. Además del propio Hume, otros pensadores destacados de la Ilustración fueron: Montesquieu, Voltaire, Rousseau, Diderot, D'Alambert y Condorcet en Francia, Lessing y Kant en Alemania, Beccaria en Italia y Locke en Inglaterra.Por último, son de destacar dos acontecimientos históricos, decisi­vos para la modernidad, en los que se pretendíó llevar a la prác­tica el proyecto ilustrado: la Declaración de Independencia de los Estados Unidos y la Revolución francesa.

Ortega


El escrito «La doctrina del punto de vista», que constituye el ca­pítulo X del libro El tema de nuestro tiempo, publicado en 1923, tiene particular relevancia en el conjunto de la obra de Ortega. La teoría del perspectivismo la empezó a desarrollar su autor va­ríos años antes y aparece claramente formulada en el ensayo Verdad y perspectiva, que inicia el tomo primero de un conjunto de libros admirables, por su variedad temática, estilo literario y contenido, titulado El espectador.Aun teniendo una unidad fundamental, hay una lógica evolución en la obra de Ortega. Así, suele hablarse de tres etapas: objetivis­mo, perspectivismo y raciovitalismo. Preferimos, sin embargo, la sugerencia de Pedro Cerezo quien, basándose en la relación entre las nociones de cultura y vida, propone distinguir cuatro etapas: la neokantiana, que pone la cultura como principio; una segunda etapa que, teniendo en cuenta la fenomenología, propone "un vínculo funcional entre cul­tura y vida"; un período que postula la vida como principio; y una fase final en la que desarrolla plenamente las relaciones entre ambas ideas capitales. En cualquier caso, El tema de nuestro tiempo ocuparía un espacio central en el desarrollo del pensamiento de nuestro autor.La primera parte del libro es una redacción ampliada de la que fuera lección inaugural de un curso universitario dado el año anterior. En ella expone Ortega su crítica de la modernidad y propone como tarea de nuestro tiempo esa superación, antes aludida, del Racionalismo y del idealismo. Además, en los diez capítulos del libro y sus apéndices, el filósofo espa­ñol se ocupa de temas tan significativos como la historia, la idea de las generaciones o la teoría de la relatividad de Einstein, al tiempo que explica su oposición tanto al vitalismo como al Racionalismo.

B

La obra de Ortega se enmarca en la primera mitad del siglo XX, periodo fecundo tanto desde el punto de vista del desarrollo de la ciencia (física, química, biología, etc.) como por lo que se refiere al surgimiento de corrientes filosóficas. Nacido en 1883, también le afectan los dramas de la España finisecular ―no en vano se le asocia de alguna manera a la generación del 98, sin pertenecer propiamen­te a ella― y de comienzos del siglo XX.Es importante apreciar la preocupación por España y el compromi­so con los problemas de su tiempo, ya que su obra es decididamente circunstancial. En sus escritos comprobamos su atención a cuestio­nes políticas y sociales, culturales y artísticas, en una época propen­sa a todo tipo de innovaciones y revoluciones; así, por ejemplo, en El espectador o en su conocido libro La deshumanización del arte.Algunos momentos, decisiones y actitudes de la vida de Ortega también pueden ser relevantes para la comprensión de su pensá­miento: sus actuaciones en defensa de la República, sus artículos periodísticos, la fundación en 1923 de la Revista de Occidente o del posterior Instituto de Humanidades.Finalmente, si decidimos considerar el lugar de Ortega en la historia de la filosofía, parece imprescindible hacer referencia a las fuentes de inspiración de su pensamiento: el vitalismo de Nietzsche, el neokantismo alemán de Cohen y Natorp, la fenomenología de Husserl y Scheler, la obra de Dilthey y su conocimiento de Heidegger.No es preciso agotar todas las influencias, por supuesto, pero con­viene recordar el conocimiento que igualmente tiene Ortega de algunos de los principales clásicos de la tradición filosófica occiden­tal, como Platón, Aristóteles, Leibniz, Kant o Hegel, sobre los que escribe y a los que cita, mientras que su exquisita formación intelec­tual y cultural, de gran humanista, se nos revela en su aprecio por los grandes de la literatura o la pintura al tiempo que conoce y está alerta respecto de las novedades en la música o en las ciencias.La llamada Escuela de Madrid debe mucho a Ortega, como le de­ben tantos pensadores del exilio, ya sea este exterior o interior. García Morente, José Gaos, Xavier Zubiri, María Zambrano o Julián Marías, son sólo algunos de los más destacados filósofos que, de alguna manera, se han considerado sus discípulos o han sido influí­dos por él. Pero el número y el talento de los intelectuales, escrito­res o artistas sensibles a su influencia no es fácilmente cuantificable y deja entrever la significación de Ortega para la cultura española contemporánea.

Entradas relacionadas: