Democracia y Dictadura en la Europa de Entreguerras
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La gran Europa de los años 20 y 30 se ve sometida a la presión de dos grandes movimientos:
- Comunismo: "komitern"
- Ideas autoritarias de derechas: fascismo
El triunfo de las dictaduras
Solo van a sobrevivir los sistemas representativos en aquellos países que tienen mayor tradición democrática (Reino Unido y Francia). En el resto de Europa central y oriental, pronto van a ir imponiéndose regímenes autoritarios de corte derechista (fascista o no).
La ideología fascista
Defendía un estado totalitario con control sobre todas las esferas de la vida. Era un sistema político dictatorial de partido único, donde el poder recaía en un jefe con poder carismático. Quería una sociedad ordenada, basada en la obediencia y el culto a la personalidad del líder. Además, era anticapitalista y luego anticomunista, promoviendo la creación de un socialismo nacional. Tenía un nacionalismo agresivo, expansionista y militarista. Eran racistas y defendían la violencia contra los opositores. Querían movilizar las masas, dándole importancia a las milicias del partido. También exaltaban los principios masculinos, la mujer, el hijo y el hogar.
Las bases socialistas del fascismo
Los seguidores oficiales y combatientes desmovilizados se convirtieron en jóvenes activistas y románticos, provenientes de las clases medias afectadas por la crisis, y también de la clase obrera. El fascismo contó con el apoyo de grandes empresarios, terratenientes, el ejército y la policía.
La crisis del régimen liberal italiano
Hubo un aumento del desempleo y la inflación, así como huelgas obreras para conseguir salarios más altos y jornadas laborales más cortas. También hubo revueltas de campesinos pobres. En 1919-1920 se vivió el "Bienio rojo", con ocupaciones de fábricas y tierras. Además, hubo una crisis del sistema de monarquía liberal y parlamentaria, así como de los partidos tradicionales. En 1913 se implementó el sufragio universal, lo que llevó a la formación de un partido de masas. El partido socialista italiano no logró unir a las masas debido a fricciones reformistas y maximalistas, lo que llevó a la formación del Partido Comunista de Italia. La frustración por la Primera Guerra Mundial y la indignación nacionalista también contribuyeron a la crisis.
La marcha al poder del fascismo
El fundador del fascismo, Benito Mussolini, lideró el partido socialista hacia una postura nacionalista extrema y se convirtió en el director del periódico Il Popolo d'Italia. En 1919 fundó los Fascios Italianos de Combate, un grupo ultranacionalista conocido como las camisas negras. El fascismo defendía reivindicaciones nacionalistas dentro de un programa socialista revolucionario. Una de sus primeras acciones violentas fue la destrucción de las oficinas del diario socialista Avanti, al que acusaban de difundir sentimientos ultranacionalistas. Mussolini abandonó su tendencia revolucionaria para consolidar su apoyo y preparar el fascismo para la lucha parlamentaria. Así, el fascismo se convirtió en un partido nacional fascista y comenzó a reprimir a las organizaciones obreras y campesinas. En 1922, la huelga general contra la violencia fascista fracasó, y ese mismo año se llevó a cabo la Marcha sobre Roma para exigir la inclusión de miembros fascistas en el gobierno. Lograron el poder con la connivencia de las fuerzas del estado, y el rey envió un telegrama a Mussolini solicitándole que formara gobierno.
La etapa parlamentaria
De 1922 a 1925, Mussolini creó un gobierno de coalición. En 1924, tras la aprobación de una nueva ley electoral, los fascistas y los partidos que apoyaban al gobierno obtuvieron muchos votos. Sin embargo, tras las elecciones, hubo una crisis grave del fascismo debido al asesinato de Matteotti, un diputado socialista, a manos de bandas fascistas. Mussolini respondió acelerando la implantación de la dictadura.
La dictadura fascista
De 1925 a 1926, Mussolini creó las "leyes fascistísimas", que buscaban la creación de un tribunal de delitos políticos y una policía secreta, la eliminación de los demás partidos y la censura de la prensa. El estado se convirtió en un régimen totalitario de partido único (Partido Nacional Fascista), con Mussolini como líder (el Duce) y asistido por el Gran Consejo Fascista. En 1938, se abolió la Cámara de Diputados y se sustituyó por la Cámara de los Fascios y de las Corporaciones.
Los Pactos de Letrán en 1929 consolidaron el régimen y pusieron fin al litigio entre Italia y la Iglesia, reconociendo al catolicismo como la única religión del estado y permitiendo que la religión volviera a los colegios. La Santa Sede reconoció al estado fascista y a Roma como su capital.
Adoctrinamiento y control social
Se implementó un fuerte control sobre la educación, con maestros vestidos con camisas negras y profesores universitarios jurando fidelidad al régimen. Los niños de 4 a 18 años formaban parte de organizaciones juveniles controladas por el partido, como la Obra Nacional Balilla. Se animaba a las mujeres a salir del ámbito doméstico, pero también se penalizaba, reforzando su papel en el hogar. Había un control total sobre la cultura y los medios de comunicación a través del Ministerio de Prensa y Propaganda y el de Cultura Popular.
El corporativismo y el dirigismo económico
Se implementó un sistema corporativista que buscaba organizar la economía y la sociedad a través de la colaboración de las clases, controlado por el Ministerio y el Consejo Nacional de Corporaciones. Se iniciaron leyes como la Carta del Trabajo.
Se creó una política intervencionista, con propaganda de "batallas" como la batalla del trigo para aumentar la producción de cereales. Tras la crisis de 1929, se implementó la autarquía. Se fomentó la concentración industrial y en 1933 se creó el Instituto para la Reconstrucción Industrial para canalizar las inversiones del estado hacia las industrias. En 1936, la economía se orientó hacia la guerra y se promovió el expansionismo fascista.