Cuales son los elementos de la conducta moral

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1. LA ÉTICA COMO REFLEXIÓN SOBRE LA ACCIÓN MORAL


Existe una diferencia fundamental entre el comportamiento animal y la acción humana. Mientras que el primero está gobernado por el instinto, la segunda se caracteriza por una gran flexibilidad para el aprendizaje. La acción animal aparece programada o determinada, y el comportamiento humano, en cambio, se caracteriza por ser abierto y libre. Precisamente este carácter abierto y libre de la acción es lo que hace al ser humano responsable de sus actos. La conciencia moral es la que orienta nuestra conducta en la dirección que consideramos correcta y la que nos permite juzgar las acciones como buenas o malas, no solo las nuestras, sino también las de los demás. En nuestras sociedades, cada vez se habla más de la necesidad de un comportamiento ético, no solo en el plano individual, sino también en el colectivo. Cuando empleamos sentencias éticas valoramos moralmente a personas, situaciones, cosas o acciones. Empleamos juicios morales cuando afirmamos que ese profesor es justo, o que esa compañera es solidaria. Los términos "justo" y "solidaria", implican valoraciones de tipo moral.
Los términos ética y moral tienen significados tan próximos que, con frecuencia, se confunden o se utilizan indistintamente, como si se tratara de sinónimos. Sin embargo, existen diferencias de significado entre ellos que nos ayudan a establecer matices. La moral es el conjunto de costumbres y normas que regulan las acciones, tanto individuales como colectivas, y que permiten clasificarlas como correctas o incorrectas, es decir, como morales o inmorales. La ética es la reflexión filosófica que trata de aclarar en qué consiste la moral, cuáles son sus fundamentos y cómo se aplica en distintos casos, tanto del ámbito privado como público. La moral y la ética se distinguen y se complementan. Del mismo modo que teoría y práctica interaccionan, los principios éticos regulan el comportamiento moral, pero este comportamiento incide y altera los mismos principios. Como señala J.L. Aranguren, la moral es una moral vivida, mientras que la ética es una moral pensada. Un individuo que ante una determinada situación reflexiona, toma una decisión y actúa en concordancia con ella es el autor de esa acción y, por tanto, debe responder de ella. Es decir, debe estar dispuesto a recibir el reconocimiento o la amonestación de sí mismo y de los demás. Este carácter libre del actuar humano constituye también la base del carácter moral, que posee en exclusividad. La libertad, es decir, la capacidad para decidir y elegir entre varias opciones, posibilita que las acciones concretas que alguien lleva a cabo se ajusten o no a las costumbres y normas de su comunidad. El carácter se va haciendo día a día sobre nuestras acciones. Por esto, tenemos que sentirnos responsables de él. Ahora bien, una vez el carácter está formado, este influye y condiciona fuertemente nuestras acciones concretas. Así, a una persona respetuosa le será más fácil respetar a sus semejantes en las situaciones puntuales del día a día que a una persona que no lo es. No justificamos todas nuestras decisiones del mismo modo, ni uno mismo, a lo largo de su vida, argumenta con razones idénticas: nuestra conciencia moral sigue un proceso de crecimiento o de madurez.
Una de las funciones de la conciencia moral es formular juicios sobre lo que debemos hacer o tenemos que rechazar. El psicólogo contemporáneo Lawrence Kohlberg, discípulo de Jean Piaget, ha estudiado el desarrollo de la conciencia a partir del análisis de los juicios morales, sobre todo de los razonamientos que todas las personas formulamos ante dilemas morales. El autor llega a la conclusión de que, si bien las normas morales o los valores de una cultura pueden ser diferentes de los de otra, los razonamientos que los fundamentan siguen estructuras o pautas parecidas. Todas las personas seguimos unos esquemas universales de razonamiento, vinculados a la propia psicología, y evolucionamos de esquemas más infantiles y egocéntricos a esquemas más maduros y altruistas.


1º NIVEL: PRECONVENCIONAL-
Se tiene una actitud individualista, ya que lo justo es aquello que satisface los intereses del sujeto en cada situación. -La moral es heterónoma, es decir, impuesta por algo externo y distinto de la conciencia. La conciencia individual no fundamenta sus juicios en principios morales libremente aceptados, sino que parte de los impulsos egocéntricos que controlan y dominan su comportamiento.

1º ETAPA

El niño obedece porque quiere evitar el castigo que pueda recibir al no cumplir las normas. “Si no, me castigan”. Es el estado propio de la infancia, pero hay adultos que siguen toda su vida en ese estado, por ejemplo, el delincuente al que solo el miedo lo frena.

2º ETAPA:

La persona desea obtener aquello que le interesa y, a cambio, decide respetar las normas impuestas. Es consciente de que hay otros sujetos, pero solo los contempla como instrumentos para obtener aquello que quiere. “Es lo que más me conviene”. “Me va bien así”. Las normas se cumplen por egoísmo. Es un estadio propio del niño y de las personas adultas que afirman: "haz lo que quieras mientras no me molestes".

2º NIVEL: CONVECIONAL:

Se adopta el punto de vista colectivo, porque lo justo es aquello que asegura la supervivencia del grupo. El sujeto reconoce la existencia de “otros” que son iguales y con los cuales tiene intereses comunes. Lo importante es ser útil para la supervivencia de la comunidad. -La moral que rige la conciencia sigue siendo heterónoma porque la persona, que ahora ya es capaz de controlar sus impulsos egocéntricos, se somete a las normas de “otro”, en este caso del grupo social del que forma parte, sin llevar a cabo un juicio crítico ni una aceptación libre y consciente de dichas normas.

3º ETAPA:

La persona tiene la necesidad de ser aceptado y valorado por los miembros del grupo. Nos mueve el deseo de agradar, de ser aceptados y queridos. Hacer lo correcto significa cumplir las expectativas de las personas próximas a uno mismo. Es un estadio que se da en la adolescencia, pero son muchos los adultos que se quedan en él. Son gente que quiere hacerse amar, pero que se deja llevar por otros: los valores del grupo, las modas, lo que dicen los medios de comunicación. Lo importante es ser considerado como un buen chico, actuar conforme a lo que los demás esperan de él. “No quiero defraudarles”. 

4º ETAPA:

Es un deber del sujeto respetar el orden social establecido, de lo contrario la vida en sociedad se convertiría en un caos. “Yo cumplo con mi deber”. El individuo es leal con las instituciones vigentes. Hacer lo correcto es cumplir las normas socialmente establecidas para proporcionar un bien común. Aquí comienza la autonomía moral: se cumplen las normas por responsabilidad. Se tiene conciencia de los intereses generales de la sociedad y estos despiertan un compromiso personal. Constituye la edad adulta de la moral y se suele llegar bien superada la adolescencia. Kohlberg considera que este es el estadio en el cual se encuentra la mayoría de la población.

3º NIVEL: POSTCONVENCIONAL:


La conciencia moral ser rige por una “moral autónoma”, es decir, libremente aceptada y reconocida, cuyas normas, basadas en principios racionales y universales, se autoimpone. -Dichos principios universales son analizados críticamente por la razón y considerados valiosos en sí mismos, independientemente de los intereses particulares o sociales a los que afecta su realización.

5º ETAPA:

Las normas han sido aceptadas libremente por la mayoría, mediante un consenso o acuerdo general en el que se establece lo que es justo. “Hay que respetar los derechos de los demás”. Se produce la apertura al mundo. Se reconoce que, además de la propia familia, grupo y país, todos los seres humanos tienen derecho a la vida y a la libertad, derechos que están por encima de todas las instituciones sociales o convenciones. La apertura al mundo lleva, en segundo lugar, a reconocer la relatividad de normas y valores, pero se asume que las leyes legítimas son solo aquellas obtenidas por consenso o contrato social. Ahora bien, si una norma va contra la vida o la libertad, se impone la obligación moral se no aceptarla y de enfrentarse a ella.


6º ETAPA:


La persona reconoce la validez universal de ciertos principios morales, aceptar que respetar estos valores constituye su deber y actúa en consecuencia. En esto consiste actuar de manera justa. “Lo exige la dignidad del hombre”. En este estadio impera la regla de oro de la moralidad: "hacer al otro lo que quiero para mí". Y se tiene el coraje de enfrentarse a las leyes que atentan contra los principios éticos universales (Gandhi, Luther King, etc). Según los estudios realizados, los niños normalmente se encuentran en el primer nivel. Solo el 25% de los adultos llega al tercer nivel y únicamente el 5% alcanza la 6º etapa. Según Kohlberg, el desarrollo moral se produce siempre pasando progresivamente por los diferentes estadios, sin ningún tipo de salto evolutivo y sin volver hacia atrás. Es un desarrollo que va vinculado al desarrollo psicológico de la persona. Sin el desarrollo psicológico no hay desarrollo moral. ¿Hay algo que pueda ser considerado bueno por todos los seres humanos? ¿Dependen las valoraciones morales del grupo social al que se pertenece  o de la época histórica que le toca vivir a cada uno?. ¿Tiene cada sociedad particular sus propios valores o existen valores morales universales?. Las respuestas a estas preguntas dividen a los filósofos en dos grupos: los defensores del relativismo moral y los defensores del universalismo moral. El relativismo moral es una doctrina que afirma que los valores morales y los juicios sobre la moral varían de unas sociedades y de unas épocas a otras. Nada es bueno o malo de manera absoluta. Cada grupo tiene sus propios valores y juzga las conductas en función de ellos. Por tanto, no se pueden juzgar las normas ni las acciones individuales o colectivas desde fuera de una determinada sociedad. A lo largo de la historia de la reflexión sobre la moral, varios autores y corrientes filosóficas han defendido posturas relativistas. Los sofistas, en el siglo V a.C. Defendieron que las normas morales son convencionales, fruto de acuerdos adoptados por miembros de una sociedad.
Spinoza, filósofo racionalista del Siglo XVII, más allá del relativismo, defendíó el subjetivismo. Si los valores morales dependen de los deseos y estos son particulares, lo que es bueno para un individuo puede ser malo para otro. La moral es un asunto puramente subjetivo. Para Nietzsche, conforme estudiamos en el tema 8, es necesario superar la vieja moral e inventar valores nuevos más allá del bien y del mal. Esos valores deben cumplir un requisito fundamental: favorecer la vida. El universalismo moral sostiene que existen valores morales absolutos que sirven de criterio último para juzgar cualquier acción, norma o código de conducta.
Sócrates fue el primero en defender abiertamente la existencia de valores morales absolutos. Propuso la doctrina del intelectualismo moral, según la cual, para obrar bien, es preciso primero conocer en qué consiste el bien. Para Platón, cada norma buena, cada decisión justa o cada acción generosa imita al bien en sí, a la justicia en sí o a la generosidad en sí, que son los modelos perfectos e inmutables que existen en el mundo inteligible.
Tomás de Aquino afirmaba que Dios es el fundamento de la moral, y sus leyes constituyen el criterio para determinar el valor de cada acción.

2. LAS TEORÍAS ÉTICAS:

Aunque la ética sea considerada una disciplina filosófica, en realidad es cualquier reflexión crítica y seria. También la que hacemos nosotros cuando reflexionamos acerca de si determinada norma es válida (la obligación de ser justos, por ejemplo) o cuando discutimos si un valor como la sinceridad debe supeditarse a otro (la amistad, por ejemplo). Una teoría ética es una teoría filosófica que intenta fundamentar la moral, que intenta justificar su validez y legitimidad. Según el tipo de fundamento que proporcione, hablaremos de un tipo de teoría ética o de otro. Así, serán teorías éticas distintas las que conciben y defienden la moral como una búsqueda de la vida buena o como el cumplimiento del deber.


2.1. EL ORIGEN DE LA ÉTICA OCCIDENTAL: SÓCRATES Y LOS SOFISTAS


 Los sofistas fueron los primeros en sistematizar algunos de los contenidos de la ética y adoptaron posiciones relativistas y escépticas. Defendían que  no solo la organización política que reflejan las leyes es convencional, también lo es la moral. La moral es convencional porque si fuese de origen divino o natural todos los hombres sabrían por naturaleza qué es lo bueno y qué es lo malo, y el hecho es que no existe unanimidad de criterio al respecto. La moral es convencional porque los valores y normas cambian a través del tiempo y son diferentes de unas culturas a otras. Para Sócrates el objetivo de su filosofía era el ser humano. Su posición es conocida como intelectualismo moral.
Según esta teoría, nadie obra mal a sabiendas. Quien conoce el bien, actuará correctamente. Así, el saber es idéntico a la virtud. Desde este punto de vista, no existe la culpa, sino la ignorancia, que consiste en valorar falsamente las cosas. La virtud es, esencialmente, conocimiento. Sócrates descubre la ley moral en el alma.

2.2. LAS ÉTICAS MATERIALES Y LA BÚSQUEDA DE LA FELICIDAD

            Una conducta es buena moralmente si nos permite conseguir un determinado fin, que normalmente coincide con la felicidad. Entre estas teorías éticas están el eudemonismo, el hedonismo, el estoicismo, la ética cristiana y el utilitarismo.

            El creador del EUDEMONISMO es Aristóteles (s.IV a.C.), uno de los pensadores más influyentes de la filosofía occidental. En su ética de la felicidad presupone que el bien supremo que todos los seres humanos perseguimos es la felicidad (eudaimonia, en griego). El ser humano es feliz cuando desarrolla del modo más perfecto posible su esencia y su función específica, es decir, cuando se autorrealiza como ser humano, a través de la única actividad que es propia y exclusiva de las personas, la capacidad de pensar y razonar. Así que seremos buenos y felices si conseguimos que nuestra vida sea lo más racional posible. Y el medio para conseguirlo es respetar dos tipos de normas a las que Aristóteles llama virtudes:

            -Las virtudes éticas o morales:
hábito de mantener nuestras emociones, sentimientos y deseos en un término medio. En nuestra conducta cotidiana debemos practicar las virtudes  morales, que crean hábitos o repetición de los actos.

            -Las virtudes dianoéticas o intelectuales:
prudencia y sabiduría.

            El creador del HEDONISMO es el pensador griego Epicuro (siglos IV-III a.C.). Según esta teoría, el bien supremo es aquello que todos los seres humanos perseguimos y que nos llevará a la felicidad, es el placer (hedoné). Maximizar el placer y minimizar el dolor es el objetivo prioritario de nuestra vida. La ataraxia es ese estado de placer que implica ausencia de dolor. La persona sabia es justamente aquella que sabe hacer el cálculo y sabe a qué placeres decir sí y hasta dónde, y qué sufrimientos rechazar o aceptar según convenga. Para poder hacer este cálculo, Epicuro distingue tres tipos de deseos y nos da normas para satisfacerlos, y así maximizar el placer y minimizar el dolor:

            -Deseos naturales y necesarios (necesidades primarias y biológicas)

            -Deseos naturales y no necesarios (con ellos debemos ser moderados)

            -Deseos no naturales y no necesarios (debemos renunciar a ellos, pues no se sacian nunca).

            El creador de ESTOICISMO es el pensador griego Zenón (siglo IV a.C.). Según los estoicos, todo el universo y cuando en él sucede (por supuesto, también la vida de cada uno de nosotros) está regido, dirigido y determinado por una ley, principio o razón universal que todo controla y domina. El ser humano debe someterse a la necesidad de la naturaleza. Esta aceptación del destino nos lleva al ideal ético, que consiste en la tranquilidad de ánimo y la imperturbabilidad (apátheia): permanecer impasibles ante todos aquello que no depende de nosotros, que en ocasiones puede ser el amor, el éxito, la salud y la riqueza, siempre la muerte y los golpes de la fortuna. Nuestro objetivo es la no resistencia a lo que es y no puede no ser, a través del autocontrol, el autodominio y la eliminación de las pasiones (el dolor, el temor, el deseo que nos encadena y las emociones que nos arrastran). Es decir, nuestro objetivo es comprender y aceptar lo que no podemos cambiar. La norma moral para conseguir semejante objetivo es un férreo dominio de la voluntad, una disciplina casi inhumana.

            En la ÉTICA CRISTIANA la felicidad consiste en llegar a ser dignos ante Dios y, así, merecedores de la vida eterna. Esto se consigue siendo los preceptos de la ley natural, que según Tomás de Aquino son el precepto de conservar la vida, el precepto de procrear y cuidar de la especie, el precepto de buscar la verdad.

            Los principales representantes de la ÉTICA UTILITARISTA son los filósofos ingleses J. Bentham (1748-1832) y John Stuart Mill (1806-1873). Según esta doctrina, nuestra conducta debe regirse por el principio de utilidad o interés de la mayoría. De ahí el principio utilitarista por excelencia. Una acción es buena cuando produce la mayor felicidad para el mayor número de personas. En cada acción debemos calcular la cantidad de utilidad o inutilidad que proporcionará. Pero como el hombre vive en sociedad, el cálculo del interés debe hacerse en relación con la utilidad colectiva. El principio básico de moralidad y justicia es que la felicidad de los individuos debe ser compatible con la felicidad del conjunto. Las leyes e instituciones sociales han de jugar un papel básico en la promoción de los intereses públicos y en su conciliación con los intereses privados.

2.3. LAS ÉTICAS FORMALES O DEL DEBER

            Se caracterizar por estar formuladas de manera categórica. Establecen la forma general o intención con la que debemos actuar, sea cual sea la conducta concreta de que trate. Una conducta es buena si está realizada con una determinada intención. Las principales éticas formales o del deber son las formuladas por los filósofos Kant, Nietzsche, y Habermas.

            Para el filósofo alemán Inmanuel Kant, lo que hace buena una conducta no es la conducta misma, sino la intención con la que la realizamos. Para comprender con qué intención debemos actuar para que nuestra conducta sea moralmente buena, debemos tener en cuenta los tres tipos de acciones que Kant distingue:

            -Acciones contrarias al deber (inmorales).

            -Acciones conformes al deber, pero realizadas por interés o miedo (carecen de valor moral).

            -Acciones conformes al deber y realizadas por respeto al deber (solo estas acciones son moralmente buenas).

            La ética Kantiana es una ética autónoma, pues es cada persona quien en cada caso aplica el imperativo categórico, dándose a sí misma su propia ley moral y estableciendo su deber independientemente de causas externas.

            Como ya hemos visto en temas anteriores, según Nietzsche, en la cultura occidental ha triunfado la moral del esclavo, debido primero al Racionalismo propio de la filosofía griega y luego al cristianismo. Con ambas influencias, la cultura occidental supone la rebelión de los esclavos, que imponen la idea de que todas las personas somos iguales. Entonces, nuestra cultura representa el triunfo de los mediocres. Frente a ello, Nietzsche nos dice que ha llegado la hora de volver a colocar las cosas en su lugar. Hay que sustituir lo pretendidamente bueno por lo que es realmente bueno. Hay que sustituir la humildad por el orgullo, la piedad por la crueldad, la comodidad por el riesgo. Esto es lo que se conoce como transmutación de los valores.
El superhombre es el nuevo ser humano que será capaz de llevar a cabo esa transmutación, a través de la voluntad de poder y el eterno retorno.

            Representada sobre todo por el filósofo alemán Jürgen Habermas (1929), el objetivo de la ética comunicativa o del discurso e establecer las condiciones en que una comunidad podría alcanzar, a través del diálogo, un consenso universal sobre cuáles deben ser sus valores, normas y fines morales. Las normas acordadas para conseguir esa emancipación tienen como referente la situación concreta de la comunidad y no tienen carácter definitivo. Son normas históricamente revisables, expuestas a ulteriores procesos de diálogo, como aquellos en que han sido producidas. Según el autor, las condiciones que deben cumplirse para alcanzar consensos que respondan verdaderamente a los intereses de los interlocutores son:

            -El diálogo debe ser público e inclusivo.

            -Igualdad en el ejercicio de las facultades de comunicación.

            -Exclusión del engaño y la ilusión

            -Ausencia de coacciones

3. LA ÉTICA POLÍTICA: LA JUSTICIA COMO VIRTUD

            El quehacer político debe estar impregnado del comportamiento ético. Parece poco discutible, desde la filosofía al menos, que la actividad política debe estar regida por criterios morales si quiera ser auténtica tarea dignificadora del ser humano y de la colectividad, y no una mera lucha por el puro poder. Por ello, una tarea prioritaria de toda ética política debe ser la de obtener principios morales que inspiren la práctica política.

            Desde el punto de vista individual, la virtud de la justicia es el hábito consistente en dar a cada uno lo suyo. Pero esta voluntad puede ser tanto privada como pública, es decir, puede referirse tanto a los individuos como al orden social en general. Dependiendo de qué entendamos por "lo suyo", tendremos una concepción u otra de la justicia:

            -
Platón entiende la justicia como armónía social (recordad los planteamientos sobre el orden social de "La República").

            -
Aristóteles entiende la justicia como igualdad proporcional. Su propuesta es dar a cada uno lo que es suyo o lo que le corresponde (lo que tendrá que ver con su contribución a la sociedad, sus necesidades y sus méritos personales).

            -Los utilitaristas sostienen que las instituciones públicas se componen de forma justa cuando consiguen maximizar la felicidad, beneficiar al mayor número de personas a la vez.

            -
J. Rawls, en Una teoría de la justicia (1971),  plantea una teoría de la justicia social en la que la justicia es siempre sinónimo de imparcialidad. De esta forma, será justa aquella sociedad en la que todo el mundo tenga el mismo tratamiento ante la ley, posea las mismas oportunidades y reciba las ayudas del Estado según sus necesidades. Para que puedan cumplirse los requisitos (imparcialidad, desinterés, universalidad, carácter público) a la  hora de elaborar los principios de justicia, Rawls propone cubrir a los sujetos con un velo de ignorancia (POSICIÓN ORIGINAL). Rawls está convencido de que, desde una posición original, todos los sujeto elegirían la siguiente concepción general de la justicia, que implica dos principios de justicia, y unas reglas de prioridad para su aplicación:

PRINCIPIO DE IGUALDAD:

toda persona debe tener derecho igual al más extenso sistema total de libertades básicas iguales compatible con un sistema similar de libertad para todos.

PRINCIPIO DE LA DIFERENCIA

Las desigualdades sociales y económicas deben estar ordenadas de forma que ambas estén:

            a. Dirigidas hacia el mayor beneficio de los menos aventajados.

            b. Vinculadas a cargos y posiciones abiertas a todos bajo unas condiciones que sean equitativas y hagan posible una igualdad real de oportunidades.

4. GRANDES ACTUALES DE LA ÉTICA

            En la sociedad actual existen muchos otros retos, nuevas situaciones conflictivas a las que debemos dar solución, para lo que debemos disponer de unos criterios éticos adecuados, para que nuestras posibles decisiones puedan tomarse en un ambiente de libertad y responsabilidad.

            En el contexto de los nuevos avances científicos y técnicos que permiten la intervención sobre la vida, la bioética debe prever y resolver las situaciones conflictivas que se generen (manipulación genética, clonación, donación de órganos, eutanasia, descubrimiento del genoma humano).

            Varios son también los problemas que ponen de manifiesto la crisis medioambiental (contaminación, lluvia ácida, deforestación, desertización, efecto invernadero, superpoblación, etc.).
H. Jonás introduce un nuevo precepto ético: el imperativo de la responsabilidad, que formula así: “Obra de tal modo que los efectos de tu acción sean compatibles con la permanencia de una vida humana auténtica en la Tierra”.

            La mundialización del modelo liberal-capitalista ha posibilitado la aparición de la sociedad de consumo, con un alto nivel de rente, de bienes y servicios en muchas zonas del planeta. Pero en este mundo globalizado siguen existiendo también sociedades caracterizadas por la carencia extrema de recursos, por la pobreza (que desencadena la exclusión social).
Estos problemas deben ser enfrentados desde la ética, extendiendo el trato de igualdad y solidaridad a todos los seres humanos.

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