Azorin

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10 .1. El tema del tiempo.
Azorín encuentra expresión para este tema en casi todos los elementos del paisaje castellano, sobre todo en nubes y estrellas.
Las nubes: sentimiento de inestabilidad y eternidad de lo huidizo del tiempo y de la existencia humana. En ellas ve el eterno retorno de las cosas, de las angustias, alegrías y esperanzas, dice "las nubes son la imagen del tiempo"
.
Las estrellas: constituyen el lazo que une pasado, presente y futuro. Cambiarán las cosas terrenas pero las estrellas fulgirán siempre.
La tierra de Castilla: Azorín contempla la inmensidad y la austera majestad de la meseta castellana y siente "la antigüedad de la población lejana que emana historia y heroísmo, que se esparcen desde siglos por la campiña. Campiña noble, espiritual, que da sensación de eternidad"
.
El agua: el río Tormes, cuyas aguas discurren tranquilas e impasibles como lo hicieron hace mil años: así, todo en la gran corriente de las cosas es impasible y eterno y sufre renovación constante. Las ciudades envejecen, pero el río prosigue su curso inmutable; igual el hombre, que es sustituido periódicamente por otro hombre. El mismo sentido de renovación constante da al ir y venir de las olas del mar.
La flora: el ciprés y la rosa son los más significativos en relación con el tema del tiempo. El ciprés inmutable como un símbolo de eternidad mientras que las pasajeras rosas son hermosas y fugaces como la vida. El ciprés tiene otro significado, constituye la "encarnación secular de todo un pueblo anónimo, insignificante", de generaciones sucesivas de gente sencilla, cuyos lamentos y súplicas ha escuchado.Igualmente tienen para Azorín poder evocador del pasado los chopos de Castilla.
Los olores constituyen un poderoso estímulo para evocar el pasado, las sensaciones y emociones experimentadas ya en otro tiempo. El olor de la leña quemada trae a su memoria ese aroma flotando en el aire de Yecla, los detalles de la ciudad de su infancia. Esto le lleva a una idealización de su ciudad, de su ambiente, de sus gentes.
Los sonidos, igualmente le sugieren el eterno retorno y la vivencia del pasado. Expresan también la idea de la continuidad. Sonidos incluso de personajes: la anciana que exclama "¡Ay Señor!" le sugiere una completa visión de "la España castiza". Pero mientras Proust siente alegría al fundirse pasado y presente, sin pensar en el futuro, Azorín, a través de sus personajes, se siente invadido de tristeza y angustia y teme al futuro.En Castilla, el tema predominante es de origen nietzscheano: el eterno ­retorno. Azorín emplea reiteradamente la técnica de describir la misma escena en tres épocas diversas, sobre todo los sonidos: de las campanas, del molino, de la flauta, del viejo reloj.
Los antiguos castillos y palacios le recuerdan la grandeza de España y a la vez la fugacidad del tiempo, esto le produce tristeza.
En las casas humildes y en los talleres de los artesanos el tiempo adquiere un sentido de continuidad histórica porque en esas casas han vivido a lo largo de los siglos, sucesivas generaciones de gente humilde, y en esos talleres han trabajado y sufrido personas que, por su valor y la continuidad de su trabajo, constituyen todavía la esencia de España.
Las pequeñas iglesias españolas, inmutables a través de los siglos, con sus patronos nos hablan de continuidad histórica.
Las catedrales, muestra del esfuerzo conjunto.
Los nombres de calles: plazas, posadas, tiendas evocan las grandes figuras del pasado.
Muchos pueblos de España, sobre todo de la Mancha, parecen pertenecer irrevocablemente al pasado. En ellos las horas transcurren actualmente lo mismo que en el s. XVI: Toledo, Burgos, Segovia, Lodosa, Montejo.
También
los habitantes de Castilla tienen diverso tratamiento en el paso del tiempo. Recrea el pasado al describir las grandes figuras del antaño, que considera vivas y dotadas de espíritu moderno, tales como Juan Ruiz, Cervantes y Santa Teresa, por ejemplo. La misma sensación del eterno-retomo le produce la viejecita enlutada que le muestra la habitación en que murió Quevedo. Otro ejemplo significativo se encuentra en la descripción del pobre labriego, que se sienta junto a la calzada romana recién construida, junto a sus ruinas siglos más tarde, y al borde de la moderna carretera en la actualidad. Se trata siempre de la misma figura: cansado y encorvado por el trabajo, ignorante de la evolución del mundo, su sino es trabajar sin descanso. Constituye el símbolo de la esencia del campesino, inmutable a través de los tiempos. La figura de don Pablo es también importante a causa de su gran preocupación por el tiempo. Con frecuencia se ha considerado a don Pablo como un personaje autobiográfico, pero no hay que olvidar que Azorín siempre ve el futuro con optimismo. Opina que no puede hallarse alegría en un presente sin esperanza. Dice "la esperanza es lo futuro, y lo futuro es lo que da valor a lo actual".


10.2. Relaciones entre paisaje y espíritu castellanos.
Azorín cree que el paisaje castellano nos manifiesta numerosos aspectos del espíritu castellano. Encuentra en la sucesión inacabable de las áridas planicies, fuerza, dureza y autoridad indomable, el espíritu de los conquistadores y de los místicos. La alucinación producida por la soledad y silencio es el ambiente que originó inevitablemente el espíritu de don Quijote, gran soñador solitario e idealista. Más tarde se hizo menos melancólico, encontrando una completa armonía en la vida española. Como la literatura española,
las montañas no solo manifiestan fuerza, sino también una impetuosa energía.
La flora de Castilla muestra asimismo cualidades espirituales. Los cipreses constituyen la encarnación de sucesivas generaciones que integraron seres sencillos y anónimos.
Los chopos nos hablan de la tristeza de generaciones ya desaparecidas pero también del espíritu castellano, místico y guerrero. Las flores de España muestran con sus colores y perfumes una fuerza, una vitalidad peculiares de la tierra española.
Toda la energía de lo hispano se condensa en la visión de un blanco muro, el cielo azul, la verde frondosidad de los álamos. Los colores de la llanura intensos y enérgicos, provocan la impresión de fuerza, nobleza, austeridad, propias del espíritu castellano.
Las antiguas ciudades castellanas.
Las casas humildes con su tradicional resignación.
Las antiguas ventas, del más puro y profundo sabor castellano, inseparables del paisaje, historia y literatura de Castilla.
Las callejas tortuosas, como la calle Blanca de Santander en la que los iluminados escaparates de las tiendas llenan el aire
"de bienestar y de novedad". Las oscuras ventanas emanan un ambiente de paz, a la vez que de vida monótona y vulgar.
Ciudades especialmente reseñadas por Azorín como: Argamasilla, Alcázar de San Juan, Toledo, Burgos.
10.4. El tema religioso.
Veamos algunos aspectos del paisaje castellano y de sus habitantes que sugieren el tema religioso en la obra de Azorín.
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Las estrellas que brillan en la noche castellana recuerdan a Fray Luis de León, sus hermosos versos y el espíritu ardiente de los místicos; la infinitud de la noche estrellada,
la fragilidad de este mundo perecedero, elevan (también a Azorín) su espíritu en un anhelo hacia lo infinito.
Las estrellas proporcionan a Azorín
"una sensación indecible de Eternidad".
-La alta meseta castellana, dice "la vasta llanura de la Mancha es un trasunto terreno de lo infinito".
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De la flora castellana, los cipreses hablan de eternidad y las flores escarlatas del granado evocan a Santa Teresa.
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Sonidos de las campanas de iglesias y conventos, sobre todo el toque del Angelus: expresan la continuidad histórica de las generaciones de creyentes que las han escuchado a lo largo de los siglos.
-Azorín proporciona a
los colores significación religiosa al utilizarlos como medio para expresar la experiencia mística. El blanco y el azul de un convento nos dicen: por encima del arte, eternidad.
-Encuentra Azorín en los lugares que en España se dedican al culto, en
las iglesias, conventos, santuarios y ermitas, y en el cielo ávido, y en la tierra yerma, "toda nuestra alma, todo el espíritu intenso y enérgico de nuestra raza".
En el recinto de una antigua catedral se respira
"el alma de millares y millares de creyentes". Azorín encuentra en las catedrales la esencia de España y en sus manifestaciones artísticas la historia de España.
El alma de Santander radica en su catedral. En las ancianas arrodilladas encuentra
"condensada la fuerza de Cantabria, fe y esperanza", son características de estos templos las figuras de numerosas mujeres enlutadas, que a lo largo de las generaciones rezan de rodillas, penetradas de honda fe y esperanza. En ellas encuentra Azorín la sensación, consoladora, de la permanencia de la fe y de la esperanza. Para Azorín los místicos son "un índice, seguro y firme, para el estudio de la España tradicional".
Otras figuras religiosas son:
el obispo ciego cuya felicidad consiste en ver con los ojos del corazón; el obispo de Lodosa, el eterno tipo de cura rural dedicado, como el obispo, a restañar las heridas del sufrimiento humano; las religiosas de España conservando el espíritu de fe, serenidad y voluntad indomable, como la abadesa de Lodosa.
También hay tipos seculares como el nieto de Juan el tejedor, para quien
"la vida es amor, paz y concordia...".

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