Análisis Filosófico de Marx y Nietzsche: Humanismo, Nihilismo y Transmutación de Valores

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A) Marx

El humanismo de Marx

Bajo el término humanismo caben distintos significados. En el marxismo cabe reconocer un triple significado (considerados como antihumanistas y deshumanizadores en ámbitos opuestos al marxismo):

  1. El marxismo puede considerarse un humanismo en cuanto promueve una crítica y lucha contra la alienación económica del hombre, contra su explotación.
  2. En cuanto que el marxismo niega la existencia de un ser distinto y superior a la naturaleza del hombre afirmando la primacía, suficiencia y autonomía del hombre.
  3. El hombre es el centro del proceso histórico y el principio científico-explicativo del mundo y de la teoría de la historia.

Teoría de la alienación y sus tipos

Desde sus comienzos, Marx se encuentra en radical disconformidad con la sociedad en la que le tocó vivir y, debido a eso, el análisis de la alienación, recogido de Hegel, podría ser el núcleo del discutido humanismo marxista.

Marx insiste en la manipulación social de la religión, a la que utiliza como legitimación trascendente de un orden injusto y, por tanto, se convierte en instrumento de opresión en manos de los poderosos contra los débiles. Por eso Marx cree que no es posible la crítica real si antes no se desvela la forma religiosa de alienación y, además, la crítica de la alienación religiosa (Feuerbach) actúa como ejemplo teórico para la crítica de cualquier forma de alienación. El fundamento de la crítica religiosa es éste: el hombre hace la religión, no es la religión quien hace al hombre. En otras palabras, la religión es la conciencia de sí y el sentimiento de sí del hombre.

Marx necesita de una crítica de la sociedad existente. Si la alienación religiosa es fácil de detectar y denunciar, la alienación ideológica es mucho más insidiosa, resulta un camino más tortuoso porque en su forma más radical significaba una dolorosa autocrítica de posturas que el propio Marx había defendido. Dos autores van a convertirse en referencia básica: Hegel y Feuerbach. Pero la filosofía hegeliana es idealista, lo cual pasa por alto la verdadera realidad concreta de los problemas buscando soluciones meramente teóricas. Es aquí donde Marx aprovecha los planteamientos programáticos de Feuerbach.

Hay dos motivos esenciales del aprecio hacia Hegel: por ser el descubridor de la alienación humana y la dialéctica hegeliana, como método de análisis de la realidad. Marx se coloca junto a autores maestros de la sospecha.

Marx recoge el programa de que hay que partir del ser humano real y sensible, así, la filosofía será la conciencia teórica del hombre sensible y podrá ofrecer instrumentos para liberar al hombre de las situaciones de alienación ideológica.

Cabe una tercera alienación, la más importante y fundamento de las dos anteriores: la alienación económica o alienación del trabajo. No es fácil de determinar y es la que más cosifica al hombre. Para Marx lo que identifica al hombre es el trabajo. Sin embargo, con el capitalismo, el sistema de producción cambia, y el hombre deja de reconocerse en su forma de relacionarse con la naturaleza y con los demás seres humanos. La alienación económica se da de tres formas:

  1. Alienación del producto del trabajo: Según Marx el trabajo añade valor a la materia prima (plusvalía). En la sociedad capitalista el trabajador no sólo no se reconoce en el producto terminado, sino que además se ve privado de las plusvalías. Parte de esas plusvalías le son alienadas.
  2. Alienación de la actividad productiva, del propio trabajo: El trabajo debería servir para la satisfacción de necesidades; sin embargo, en la sociedad capitalista se trabaja para otros. El trabajo, que es la esencia del hombre, lo que lo hace como hombre, deja de aportar nada al trabajador, de ahí la alienación.
  3. Alienación de la vida y del individuo: La alienación del trabajo no sólo afecta al individuo, sino que afecta a la esencia universal del hombre. Esta esencia genérica debiera caracterizarse como libertad, espontaneidad, creación, y, sin embargo, en el capitalismo el ser humano se ha deshumanizado.

La filosofía, para Marx, ha de cumplir dos funciones esenciales: descubrir la raíz de las alienaciones en las que está envuelta la humanidad y alumbrar un programa que permita salir de tal estado.

Teoría de la sociedad: infraestructura, estructura y superestructura

Por tanto, la historia humana es ante todo historia del trabajo; con la fuerza del trabajo el hombre va modificando la historia pero, al mismo tiempo, va creando condiciones nuevas que modifican al mismo hombre y a la sociedad misma. Por eso Marx cree que los individuos tomados aisladamente son una abstracción, que el único hombre real es el que está inserto en una estructura productiva y sólo cambiando las estructuras es posible cambiar al individuo. En el complejo mundo humano hay una infraestructura que viene dada por el sistema económico productivo y es el fundamento de la estructura de la sociedad; existen también distintas superestructuras que, a pesar de su aparente autonomía o del esplendor de sus objetos, están fuertemente limitadas.

Hasta ahora la historia se ha dirigido a las superestructuras como si fuesen suficientes en sí mismas y se han olvidado de la infraestructura en que se alienan; por ello, hasta ahora la historia ha sido una historia ficticia que ha dejado de lado la columna vertebral de la historia humana. Pero la moral, la religión, la metafísica, etc., no tienen historia ni desarrollo, sino que los hombres, que desarrollan su producción material y su comercio material, modifican, a la par que su propia realidad, su manera de pensar y los productos de su manera de pensar. No es la conciencia la que determina la vida, sino que la vida (la producción) determina la conciencia. Por tanto, una crítica a la religión, a la moral, al Estado, etc., será superficial si por detrás de esas superestructuras no es capaz de llegar a la crítica de los sistemas de producción en que se apoyan las superestructuras.

La misma terminología indica que la infraestructura determina las superestructuras, y ésta es la tesis fundamental del materialismo histórico.

La única historia es la economía y todas las superestructuras se limitan a reflejos sin relieve propio de aquella; estaríamos hablando de una relación cerrada y mecánica de tipo causa-efecto en una sola dirección y, por tanto, las diversas historias parciales podrían disolverse mediante la reducción a la historia económica sustantiva.

En cada época histórica los hombres han trabajado para satisfacer sus necesidades. Pero las fuerzas productivas de un momento histórico dan lugar a una forma de producción de la que, a su vez, emana una relación de producción concreta. Estos elementos conforman la infraestructura. La infraestructura determina la aparición de una nueva estructura político-jurídica mediante la cual se organiza toda la sociedad. La estructura político-jurídica se justifica mediante la superestructura o ideología (filosofía, arte, etc.). De esta forma, es cierto que la infraestructura determina la superestructura, pero estas superestructuras, una vez generadas, tienen para el hombre su propio sentido y termina refluyendo sobre la infraestructura como uno de los factores que se vehiculan en el trabajo humano. Con otras palabras, las ideologías intentan oponerse a la aparición de nuevas fuerzas productivas que den lugar a un nuevo ciclo de avance histórico.

Marx se desligó de los grupos de continuadores de Hegel y abrió un nuevo ámbito con tareas novedosas para el pensamiento. Las alienaciones que aparecen en el campo de las superestructuras se muestran ahora como algo condicionado por factores más radicales y, por tanto, no se podrán superar con una crítica directa, sino que exigirán ir a la raíz oculta en que se alimenta esas alienaciones; y mientras eso no se haga, reaparecerán en nuevas ideologías incapaces de extirpar la raíz venenosa en que ellas mismas se alimentan.

Marx, desde la originalidad de su materialismo histórico, descubría en la organización de las relaciones de producción la alienación humana básica. Marx dedicará enormes esfuerzos al estudio de la economía. Sin la supresión de la alienación económica, es imposible una supresión definitiva de las restantes que enraízan en aquella. Marx llega a esta conclusión buscando la ultimidad radical.

La relación natural es que la fuerza de trabajo esté directamente conectada con el objetivo de este trabajo: el producto pertenece de forma inmediata a quien ha puesto en él su fuerza de trabajo. Pero distintas formas de producción, sobre todo el capitalista, han roto esta relación natural y han separado al trabajador del producto de su trabajo, convirtiéndolo en trabajo alienado. Resultado de un proceso histórico. Esto permitió una propiedad privada de bienes de producción que separó al obrero del producto de su trabajo y lo convirtió en alguien para quien el trabajo ya no era la fuerza humanizadora, sino un factor que tenía que vender al propietario de los bienes de producción. Esta alienación de su trabajo convierte al obrero en mero proletario y, al mismo tiempo, hace del proletario la encarnación de la alienación humana, de tal modo que no es posible una mejora sustancial en las condiciones de la humanidad sin la redención del proletariado. Y Marx está convencido de que esta redención no es posible sin la destrucción del sistema capitalista de producción, apoyado en el ideal de vida burgués y sus valores.

Marx pretende una síntesis ulterior y novedosa de materialismo e idealismo; un materialismo que rompe con el clásico burgués y que propone un nuevo materialismo de la humanidad socializada. Lo que importa es una acción transformadora guiada por una racionalidad enraizada en la misma praxis humana, una racionalidad que guiará la praxis.

B) Nietzsche

La crítica a la cultura occidental

1. El nihilismo

El nihilismo es el proceso en que se desmorona y se pierde la fe en todo el mundo artificial de los valores occidentales, de tal modo que ya no se puede sustituir un sistema de valores por otro, sino que todo valor resulta sospechoso y, por tanto, no existe una jerarquía creíble de valores que puedan servir de puntos fijos de orientación para la vida humana. Así, el nihilismo es la creencia en una absoluta desvalorización de la existencia respecto a los que se reconocen como valores supremos. El nihilismo es la consecuencia extrema de la acción socrática. Nietzsche distingue entre un nihilismo activo y un nihilismo pasivo.

El nihilismo pasivo es el más peligroso para el hombre; consiste en la pérdida de la fe en todo valor, todo lo dado viene marcado por la indiferencia axiológica y el peligro es que este hombre se encuentre sin razones para obrar; puede caer en un quietismo que le lleve a la desesperación y es en este contexto donde el nihilismo muestra su rostro peor: el de ‘estado patológico’.

En el nihilismo activo, el hombre, que se ha percatado de la trivialidad de los valores morales occidentales, da sentido a su existencia destruyendo activamente los restos que quedan de la antigua valoración socrática. Solo tendrá sentido mientras queden restos por destruir y, por tanto, ya no tendrá objeto cuando la destrucción se haya consumado. Se trata de un nihilismo que dará lugar a una etapa activa y creadora.

2. Crítica a la metafísica

El nacimiento de la tragedia contiene casi todos los elementos de la filosofía de Nietzsche, pero enmascarados en medio de la jerga metafísica que critica. Las dos innovaciones decisivas del libro son: la comprensión del socratismo y la comprensión de lo dionisíaco; es decir, racionalidad contra instinto. No es irrelevante que Nietzsche comience su obra con su visión sobre Grecia, no sólo por su formación de filólogo, sino porque los griegos son los clásicos por antonomasia.

Nietzsche cree que esta imagen de Grecia transmitida de generación en generación es literalmente superficial. Nietzsche toma una opción: se dirige al mundo del arte y, dentro de este mundo, será la tragedia, la creación griega por excelencia, la que ponga de manifiesto el verdadero genio creador del griego. Todo el arte necesita de estos dos principios y, si falta cualquiera de ellos, no habrá producción artística.

Lo dionisíaco es la fuente de toda fuerza creadora, explora nuevos caminos, crea metáforas con las que mostrar la vida. Lo apolíneo es derivado y se limita a dar forma a lo ya creado, transforma esas metáforas en conceptos, perdiéndose todo el dinamismo de la vida.

Nietzsche concede la primacía a lo dionisíaco, de manera que lo apolíneo se entiende como producto de la actividad dionisiaca. Así, todo lo racional, tanto la razón práctica como la razón teórica, se retrotrae y queda reducido a los sustratos irracionales del hombre, en última instancia a su corporalidad, a su instinto de supervivencia y de supremacía, a su terrenalidad.

Nietzsche recurre a lo dionisíaco como metáfora de la vida, y esto significa dos cosas: la vida como una inagotable pluralidad de fuerzas sin finalidad preconcebida, imprevisible en sus creaciones; una actitud afirmadora de la vida que acepta y respeta esa pluralidad de la vida. Nietzsche proclama la buena nueva en ese retorno a Dionisos.

Así, el respeto a la vida en sus dos manifestaciones originarias es el verdadero a priori del pensamiento de Nietzsche. Todo lo que signifique estimulación y promoción de esa fuerza será de la misma naturaleza que la vida; por el contrario, todo lo que obstaculice o entorpezca será opuesto a la vida. Y, aunque todo emerge directa o indirectamente de la vida, no todo merece desde la vida la misma apreciación, sino que hay fuerzas ascendentes, en dirección a la vida natural, y fuerzas decadentes, las que caminan en dirección opuesta.

La vida que interesa a Nietzsche es la humana, una vida que es dinámica, y el hombre también se debe considerar así. El pensamiento de Nietzsche supone, así, la destrucción de la metafísica de Occidente.

La moral en Nietzsche: la transmutación de los valores y el anuncio del superhombre

1. Genealogía de la moral

Nietzsche parece otorgar primacía a la moral y parece ver en ella la verdadera variable independiente del conjunto cultural, hasta el punto que la propia metafísica sería sólo el intento de asegurar un fundamento último a todo ese sistema moral vigente.

La vida va estableciendo jerarquías. Los privilegiados, cuyas cualidades vitales son más fuertes, quedan por delante de aquellos en los que la vitalidad es débil. Se establece así un comportamiento que Nietzsche llama “distinguido”, que es valoración natural y fiel a la dinámica vital, cuyo resultado es el privilegio de una minoría avanzada sobre el resto y llamada a dirigir a una mayoría que debe ser conducida. En el origen del valor no hay un consenso, sino un conflicto de poder, y este conflicto es el punto de partida del análisis de Nietzsche.

Podríamos decir que bueno es distinguido, notable en sentido puramente natural; así, malo tiene significado de plebeyo, de persona del montón que no sobresale. Para los distinguidos lo importante será la afirmación de la vida hasta la temeridad sin preocuparse por sus consecuencias (voluntad de poder); en cambio, para los esclavos lo importante es asegurar una supervivencia que la naturaleza les ha hecho problemática (voluntad de vivir). La misma voluntad de poder, en los señores se muestra como ansia de ser más y de futuro, mientras que en los esclavos se trata de conservar el pasado y el presente.

Así, el esclavo se siente incómodo y surge de él un sentimiento de envidia creciente, que lleva a lo que Nietzsche llama resentimiento. Pero el esclavo resentido, siempre al borde de la supervivencia, cultiva la virtud de la astucia, mientras que el distinguido se encuentra desprevenido. Un día, los plebeyos se dan cuenta de que son mayoría y deciden unirse. Lo único que hace el resentimiento es invertir la valoración natural creada por la vida de tal modo que aparezcan como virtudes los que hasta entonces habían sido despreciados como vicios. Nietzsche quiere desligar de ese cristianismo moralizante la persona de Cristo.

2. La inversión de los valores

Según Nietzsche, el aliado fundamental en la consolidación de esta moral del resentimiento ha sido el cristianismo. La moral se ha convertido en una costra opaca que no deja ver lo real y, por eso, frente al actual reinado del valor moral es preciso una «transvaloración» de todos los valores. La transvaloración propugnada por Nietzsche es un retorno al criterio de la primera valoración premoral, la natural presocrática.

Se trata de eliminar toda valoración moral y artificial posible, de tal modo que el reino de la moral desaparezca y los valores vuelvan a quedar unidos, sin ninguna autonomía propia, a la dinámica vital inmediata. Nietzsche propugna colocarse “Más allá del bien y del mal” y colocarse al margen de todo valor moral, devolver el significado natural del término ‘bueno’. El pensamiento de Nietzsche supone la destrucción de la moral occidental.

3. El superhombre

Por boca de Zaratustra, Nietzsche proclama: “Tres transformaciones del espíritu os menciono: cómo el espíritu se convierte en camello, y el camello en león, y por fin el león en niño”.

El camello es un animal de carga (“tú debes”). Es el hombre de la civilización occidental, oprimido por un mundo moral. Pero este camello va con su carga al desierto y allí se convierte en león. El león (“yo quiero”) es liberador, aunque no creador. Nietzsche es afortunado al proponer como última transformación el símbolo de un niño, por dos razones: porque el niño es inocente y se limita a una actitud afirmativa sin calcular sus consecuencias y porque el niño carece de memoria y no está condicionado ni positiva ni negativamente por un pasado que siempre le es ajeno. El niño es un continuo decir sí a la vida.

El renacimiento de la valoración natural de la vida exige un hombre distinto del actual, un tipo de hombre que vendrá después y, además, será más seguro en sus fuerzas vitales: es el superhombre. Es la meta que debe tener el hombre actual; lo que cambia es la actitud ante lo dado y ante sí mismo. Ya no despreciará su cuerpo y sus impulsos vitales en nombre de una razón abstracta, sino que los integrará y se los apropiará como elemento de su interpretación de la realidad. Tiene que ser fiel a las exigencias de la vida y tendrá que estar en guerra constante consigo mismo para poder mantener su fidelidad. La vida del superhombre deberá ser una vida heroica. El camino del superhombre está enraizado en obstáculos.

La exigencia fundamental del superhombre es el sentido de la tierra, que actúa como horizonte de toda existencia y en el que debe enraizarse todo otro sentido apropiable para el hombre. El superhombre es un ser con voluntad de poder.

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