Las trampas de la fe

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Reconsideremos, primero, el por qué del Barroco en la obra de la poetisa. No se trata tan sólo de la comunión con la estética de la época, que bien podríamos ligar directamente a la influencia hispana con modelos en Góngora, Quevedo y Calderón; hay un trasfondo más sustancial en él y se refiere a la plena intromisión barroca en la vida de Sor Juana, que la liga íntimamente a esta forma de discurso. Ocurre que en una cultura masculina y patriarcal (creadora de la imagen femenina delicada, débil, de madre ejemplar y esposa sumisa), que no permitía el acceso a las mujeres a los centros de estudio, la única posibilidad de alcanzarlos era “deslizarse por la puerta entreabierta de la Corte y la Iglesia” (Paz, O. Las Trampas de la fe; 69). Sor Juana se deslizó a través del disfraz de la monja; señala O. Paz que la profesión corresponde a una decisión racional y sensata, acorde a la moral y a las convicciones de su época. No podría ser casada o soltera letrada, pero sí monja letrada (tras esta apariencia podría acceder de forma independiente al estudio). Pese a las dudas sobre la compatibilidad de estos ejercicios, ingresó al convento de San Jerónimo. No fue casualidad, se trató de un agudo examen racional que le permitió por medio de la vida retirada y sus códigos extenderse en su afán de conocimiento.
Como se ve, para penetrar en el masculino mundo del saber, Sor Juana echó mano a elementos del Barroco, como la apariencia engañosa (a través de la masculinización -querer disfrazarse de hombre- y la neutralización de su sexo -el hábito de monja-) y el discurso bimembre (monja/profana, ortodoxa/disidente), de manera que aquéllos le fuesen abriendo caminos. Tal fue lo imperioso de su deseo. Su afán y curiosidad la marcó desde pequeña, como apunta en
Respuesta a Sor Filotea; es el punto de arranque que “pronto se transformó en pasión intelectual: el ¿qué es? y el ¿cómo es? fueron preguntas que se repitió durante toda su vida” (Paz, O. Las Trampas de la fe; 108). Los cuestionamientos vitales sobre el saber y el papel de la razón pueden conectar directamente a Sor Juana a las tendencias ilustradas del siglo siguiente. Podemos señalar también que los códigos barrocos le permitieron crear ese puente hacia el examen racional y al juicio crítico. Aun, sus investigadores han recalcado su erudición filosófica y teológica, las perspectivas escolásticas y el hermetismo barroco; por ello se inclinan a proponer que su figura anuncia el espíritu del siglo XVIII por sus cualidades analíticas, científicas y reflexivas.
Ahora, ejemplos más concretos. Si ponderamos que
ingenio y concepto son factores claves del Barroco, tanto mientras el ingenio inventa los conceptos -como metáforas y paradojas- que descubren ocultas correspondencias, la obra de Sor Juana ha de calzar allí. Como describe O. Paz, el Barroco es intelectual y activo (como lo era ella) y su trasgresión, que apunta siempre al objeto poético, culmina en la aparición de uno insólito. Cualidades aplicables al poema Primero Sueño, cuyo eje motor es el acto de conocer; el sueño es una visión racional y espiritual que conjuga ciencia, filosofía y religión. Con tópicos como la infinitud del universo (tema moderno), la separación del cuerpo y el alma y la evocación de Dios como Causa Primera, el viaje que emprende esta alma racional (supremacía ilustrada a la razón) no pretende llegar a la unión mística con Dios, sino busca conocerlo y contemplarlo como Alto Ser y Causa Primera. Recurre a usos típicos de entonces, como la hipérbaton, los conceptismos, las alusiones mitológicas para tejer las correspondencias de los asuntos que no le estaban permitidos. Da cuenta el poema, finalmente, de los límites de la razón, cuyo objeto insólito bien puede ser la no-revelación del viaje.
No tan sólo en poesía, sino también en obras compuestas en prosa resaltan los factores de ingenio y concepto. Ahí tenemos la
Carta Atenagórica y Respuesta a Sor Filotea. Si nos detenemos en la primera, de carácter sagrado, se trata de un tema vetado para las mujeres (discusión teológica), sin embargo podían verter comentarios o críticas sobre alguno. Fue lo que Sor Juana realizó a partir del Sermón del Padre Vieira, aunque finalmente haya dado forma a un texto teologal por sí mismo y para lo cual se apropió de los modos predominantes en su cultura. Las críticas que entonces se realizaban no eran propiamente tal, ya que las entidades que custodiaban el saber resguardaban aquellos que les parecían lícitos y ortodoxos. Por lo tanto, su deber era defenderlos. Punto en el que radica la profunda diferencia entre el sermón de Vieira y De La Cruz. Porque el primero constituye un saber avalado por la tradición cristiana, pese a tratarse de una refutación a Santos teólogos, su texto se erige como una verdad amparada por la Iglesia; mientras, Sor Juana remece tal verdad a partir de elaboraciones racionales, proponiendo nuevos conceptos (como la naturaleza verdadera de la correspondencia del amor) e incluso desechando los del sacerdotes al detectar fallas de origen racional, como confundir causa con efecto o lo particular con lo general. Aún más, señala O. Paz que las discusiones teológicas era una máscara de la política, ya que muchas veces tenían como objeto recubrir las diferencia reales entre individuos y grupos . ¿No es eso lo que ocurrió?; sí, pues el texto de la religiosa comienza a abrir caminos al conocimiento racional y material, alejados de las verdades divinas y la revelación. De hecho, su alto interés en el conocimiento de los saberes terrestres se pueden ligar al Panteísmo ilustrado, en cuanto para ambos la naturaleza es la escala del conocimiento hacia el saber divino (pues son uno): fe v/s experimentación. Se podría decir que en su obra hizo un uso barroco de elementos teologales, pero sin apelar a la fe, sino a la razón; en palabras de Sor Juana “la teología es filosofía, y sólo se entiende con la razón”. Cierta o no la frase (que está dentro del contexto de la película Yo, la peor de todas), su legado afianza la propuesta.
Como último ejemplo, podemos citar el uso del habla popular de los criollos y mulatos, incluso de la lengua nativa Náhuatl en sus trabajos. Dentro de la estética barroca, se puede justificar éste como la trasgresión del objeto poético (en este caso, el lenguaje); sin embargo, bien podríamos calificarlo como la manifestación barroca del enmascaramiento para ocultar una trasgresión: la puesta en escena de villancicos en lengua castellana dejaba fuera de esta manifestación artística a la mayoría de la población (y sabemos que no es el único ámbito en que esto ocurría). De la misma forma, podríamos hacer el enlace a lo racional, ya que el conocimiento material (deseo ilustrado de conocer todo del mundo en que se habita) de estas lenguas le permite construir un relato velado, quizá con la misma intención de dejar fuera a los grupos de poder españoles.
Así, el carácter particularmente crítico, reflexivo, erudito y codicioso de conocimiento de Sor Juana Inés de la Cruz anticipa los elementos propios de la cultura de la Ilustración

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