El Barroco en España: Pintura, Escultura y Arquitectura

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Pintura barroca en España

La temprana aparición del naturalismo barroco en España estuvo motivada por la influencia de Italia y, sobre todo, por la importancia política de la Iglesia cató lica.

El florentino Vicente Carducho contribuyó materialmente al establecimiento en el centro de España del estilo pictórico antimanierista propugnado por la Contrarreforma. Juan Sá nchez Cotá n y Juan van der Hamen destacaron por el realismo de sus bodegones (naturalezas muertas) en los que combinan la influencia flamenca con la de Caravaggio. En Valencia, el naturalismo se puede apreciar en la obra del pintor Francisco Ribalta , conocedor del arte italiano del renacimiento, de la pintura de Tiziano , de Caravaggio y de su paisano José de Ribera, que desarrolló su actividad artí stica en Ná poles. Sevilla y Madrid se convirtieron en los dos centros principales del arte barroco españ ol. Así , a comienzos del siglo XVII las caracterí sticas tí picas del barroco se aprecian ya en los cuadros de Juan de las Roelas, Francisco Pachecoy Francisco de Herrera el Viejo.

Francisco de Zurbarán, afincado en Sevilla desde 1629, fue el pintor monástico por antonomasia; nadie como él supo representar con más sencillez el fervor religioso de la vida monástica contrarreformista. Los volúmenes simples, la sencillez compositiva y el tenebrismo, caracterizado por los fuertes contrastes de luz y sombra, definen el estilo que no cambiará hasta los últimos años de su vida, cuando la influencia de Bartolomé Esteban Murillo le lleve a experimentar con una pincelada más suelta y ligera y un uso más vaporoso de los colores. Diego Velá zquez , el pintor má s importante del barroco español, se moverá entre el naturalismo de la primera mitad del siglo XVII y el barroquismo de la segunda. De su etapa juvenil en Sevilla sobresalen obras como la Vieja friendo huevos (1618, Galerí a Nacional de Escocia, Edimburgo) y la Adoración de los Magos (1619, Museo del Prado, Madrid). En 1623 se trasladó a Madrid como pintor de corte de Felipe IV, cargo que ocupará ya toda su vida. Sus series de retratos reales culminaron con Las Meninas (1656, Museo del Prado), retrato colectivo de las infantas, las meninas y otros personajes de la corte, en el que aparece también el propio pintor. Maestro en el tratamiento de los volúmenes, la forma y el color, y pionero de la perspectiva aérea y las grandes pinceladas, Velázquez destacó también por sus cuadros de tema histórico, como La rendición de Breda (Las lanzas, 1635, Museo del Prado), y mitológico, con obras como La fragua de Vulcano (1630, Museo del Prado) y la Venus del espejo (c. 1650, National Gallery, Londres).

Contemporáneo de Velázquez fue el granadino
Alonso Cano , escultor, arquitecto y pintor cé lebre por sus delicadas representaciones del cuerpo humano, como muestra el Descenso al limbo (c. 1650, Museo de Arte del condado de Los Á ngeles), uno de los pocos ejemplos de desnudo en el barroco españ ol. Murillo, pintor sevillano algo má s joven que Velá zquez, fue el maestro de la gracia y delicadeza femenina, encarnando un tipo de devoció n plenamente sentimental que evidencian sus representaciones del Niño Jesús y la Inmaculada Concepció n . La ú ltima fase del barroco sevillano tiene en Juan de Valdé s Leal a su mejor representante. Entre sus obras destacan los dos Jeroglí ficos de las postrimerí as (1672, Finis gloria mundi e In ictu oculi, representaciones de la caducidad de la vida y las postrimerí as del hombre) del hospital de la Caridad de Sevilla, escalofriantes pinturas de esqueletos y cuerpos putrefactos plenas de morbidez y exacerbado realismo. En Madrid, la ú ltima generación de pintores barrocos incluye a artistas como Francisco Rizzi, Juan Carreñ o de Miranda y Claudio Coello , cultivadores de un estilo decorativo de clara influencia italiana.

Escultura barroca en España

El arte italiano apenas tuvo influencia sobre la escultura barroca española, inclinada, esencialmente, a la tradicional talla en madera policromada. El realismo y la intensa preocupación por el detalle, puestos al servicio del fervor religioso contrarreformista, son sus características fundamentales; las figuras generalmente se pintan (policromía) e incluso a veces llegan a emplearse ojos de cristal, vestimentas auténticas y pelo natural. Entre los trabajos más destacados de escultura barroca española se encuentran los retablos para los altares de las iglesias, algunos de ellos de considerable tamaño y riqueza, realizados por equipos de escultores y arquitectos. Los principales escultores fueron Gregorio Fernández , máximo exponente de la escuela castellana, con impresionantes tallas de Inmaculadas, Piedades y Cristos yacentes; y los representantes de la escuela andaluza, en especial Juan Martínez Montañés, Pedro de Mena, Juan de Mesa y Alonso Cano. Estos últimos repartieron entre Sevilla y Granada buena parte de sus Cristos crucificados, Inmaculadas, santos y otros temas típicos de los pasos procesionales, para los que iban destinadas muchas de estas imá genes cargadas de realismo, expresividad y fervor religioso.

Arquitectura barroca en España

La sobria austeridad geométrica impuesta por Juan de Herrera en el monasterio de El Escorial se mantuvo en la arquitectura barroca española de la primera mitad del siglo XVII. Los ideales contrarreformistas y el espíritu de la casa de Austria facilitaron la pervivencia de este modelo arquitectónico, tal como se aprecia, por ejemplo, en las construcciones de Juan Gómez de Mora. El gusto por formas cada vez má s ricas lleva, a partir de mediados de siglo, a eliminar los vestigios herrerianos, enriqueciendo la decoración con múltiples elementos naturalistas localizados en los vanos de las fachadas. La iglesia de Santa María la Real de Montserrat, de Sebastián Herrera Barnuevo, y la fachada de la catedral de Granada , de Alonso Cano, son buenas muestras de ello. Ya en el siglo XVIII la riqueza y fantasí a decorativas alcanzan su apogeo con las construcciones de la familia Churriguera, especialmente en Madrid y Salamanca, así como tambié n en la obra de arquitectos como el madrileño Pedro de Ribera y el gallego Fernando Casas Novoa, autor de la fachada del Obradoiro de la catedral de Santiago de Compostela.

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